Rafael Fernández
La designación del gabinete ministerial por el presidente electo generó desazón entre sus propios votantes. «Para quienes esperaban un “giro a la izquierda”, la luna de miel duró un día» (Gabriel Delacoste, la diaria, 3/12). «(…) el que viene es un gobierno de Vázquez más que uno del Frente Amplio», continuó el articulista.
El objetivo de Vázquez, además de designar a personal de su confianza fue marcarle la cancha al Frente Amplio y en particular al MPP. Los principales dirigentes del FA se enteraron por la prensa de la conformación del consejo de ministros. Topolansky «dijo que su sector político solicitó una entrevista a Vázquez para “sugerirle” algunos nombres de cara al gabinete “pero no tuvimos respuesta”» (espectador. com, 4/12).
El periodista Samuel Blixen fue más allá al subrayar el desconcierto de los frenteamplistas: «No son pocos los que, dos días después de las elecciones, lamentaron su decisión de apoyar a Tabaré Vázquez tras conocerse la integración del gabinete». «Está claro que el anunciado gabinete de economía, de la mano de Danilo Astori, promoverá un alejamiento del Mercosur –“mayor independencia de los socios menores”– y un acercamiento al bloque del Pacífico. Rodolfo Nin Novoa, en Cancillería, seguramente resucitará el proyecto de Tratado de Libre Comercio, profundizará la “carnalidad” con Estados Unidos y enfriará las relaciones con la Unasur, en especial con Venezuela y Ecuador. Eleuterio Fernández Huidobro seguirá apañando la impunidad de los terroristas de Estado. » (Brecha, 4/12)
La designación de María Julia Muñoz en Educación se justificó en que tenía experiencia para lidiar con «gremios complicados», lo que junto al nombramiento del sociólogo Filgueira como viceministro, un impulsor de las reformas del Banco Mundial constituye un claro anuncio contra los docentes y la enseñanza pública.
Incluso la reaccionaria Constitución de 1967 establece que el presidente «adjudicará los Ministerios entre ciudadanos que, por contar con apoyo parlamentario, aseguren su permanencia en el cargo», aunque no lo obliga a «requerir de la Asamblea General un voto de confianza expreso». Tabaré Vázquez designó un gabinete que genera rechazo en su propia bancada parlamentaria. El método de gobierno con el que debuta el nuevo presidente es el del bonapartismo, donde el parlamento es un elemento puramente decorativo. Fueron los dirigentes del Frente Amplio, y en particular los del MPP y del PCU, los que le dieron la posibilidad de actuar casi como un emperador entre sus súbditos. Lo designaron como candidato afirmando que era el único que podía garantizar un triunfo del Frente Amplio por tercera vez, es decir, se convirtieron en sus rehenes.
Sin embargo, Vázquez no tiene todas las condiciones políticas para ir a fondo en ese método de gobierno. Asumirá en condiciones de agudización de la crisis económica internacional. La caída de los precios y de la demanda de materias primas, la tendencia al alza de las tasas de interés de la deuda externa, el descenso de la producción industrial, el hundimiento de algunas ‘mega inversiones’ (Aratirí), son reflejo de la crisis capitalista que condiciona cada vez más al gobierno. En este contexto, Vázquez defenderá las ganancias empresariales contra las reivindicaciones y las necesidades de los trabajadores, en primer lugar contra el salario (ajustes condicionados al aumento de la ‘productividad’). Esta política coloca una crisis en el seno de los sindicatos, profundizando la descomposición de la burocracia sindical. Por otra parte, el sector más afín al vazquismo (astorismo y PS ‘renovador’) ha sufrido un retroceso electoral, y la bancada frenteamplista está más que nunca controlada por el llamado «Grupo de los 8» (MPP, PCU, Sendic, etc.). Vázquez ya no aparece como un ‘árbitro’ por encima de los distintos sectores frenteamplistas, sino que se ha atrincherado en el Poder Ejecutivo en el cual pocos ministros tienen un peso político propio. Rossi, Muñoz, Nin Novoa, Fernández Huidobro, no tienen «votos propios» que los respalden; están sostenidos exclusivamente por el presidente electo. El propio Astori ha tenido un retroceso electoral, y se sostiene no por el voto popular sino por el voto de los mercados: los banqueros y grandes capitalistas lo quieren como ministro, no los frenteamplistas. Finalmente, el propio Vázquez no es el mismo que el de 2004: una década después, muchos votaron al FA a pesar de su candidato. Las críticas a su ‘soberbia’ (y su desconocimiento a resoluciones de su bancada, entre ellas el veto interpuesto contra el aborto) son ahora muy frecuentes.
Está por verse, por lo tanto, si Vázquez tiene las condiciones para llevar adelante un gobierno basado en el recurso al bonapartismo, en condiciones económicas y políticas que no son las de 2005.
La gestión del tercer gobierno del FA pondrá a prueba los pronósticos políticos. El PT anunció con claridad que Vázquez impulsará un ajuste contra los trabajadores, y llamó a poner en pie una alternativa obrera y socialista. La principal tarea en 2015 es organizar la respuesta de los trabajadores contra el ajustazo del FMI. Convocamos a impulsar un reagrupamiento sindical y político, en torno a un programa de defensa de las conquistas y de lucha por las reivindicaciones obreras y populares. Vamos por un nuevo comienzo para la izquierda, y hacia un Encuentro de Trabajadores y de la Izquierda AntiCapitalista.