Cuando ya falta menos de una semana para el balotaje, las encuestadoras marcan un virtual empate, con una leve ventaja de Orsi sobre Delgado.
Las cámaras empresariales y el capital financiero muestran tranquilidad, ya que cualquiera sea el ganador es claro que no alterará lo esencial de la política económica. Los banqueros habían señalado -ya antes de la primera vuelta- que la elección presidencial es “irrelevante”.
La derrota del plebiscito de la seguridad social, que logró casi un millón de votos -pese a la campaña furibunda en contra de parte de la derecha y del mal llamado “progresismo”-, consolida la reforma privatizadora de la seguridad social, que ambos candidatos defienden en lo sustancial.
Un triunfo del candidato del Partido Nacional y la “coalición multicolor” conduciría a un cogobierno con el Frente Amplio, que controla la cámara de Senadores y por lo tanto tiene un peso decisivo para la designación de los directorios de las empresas públicas y el propio gabinete ministerial, y por supuesto la llave para la aprobación de leyes fundamentales. Delgado intenta aparecer como un hábil articulador de un gobierno de unidad nacional, buscando retener la mayor parte de los votantes de los partidos de la derecha.
Una victoria de Orsi conduciría a alguna forma de cohabitación, ya que el Frente Amplio carece de mayoría en la cámara de Diputados. Lo más probable sería una negociación de las leyes “caso a caso”, o un acuerdo con alguna fracción de los partidos de la derecha. Orsi ha salido a reclutar el apoyo de personajes de tercer o cuarto orden de los partidos tradicionales, de escaso respaldo electoral. El candidato frenteamplista se ha dedicado a ratificar el mantenimiento de las estafas de las AFAP, con el argumento mentiroso de que el pueblo ya se pronunció. Con el mismo argumento podría decirse entonces que se rechazó el aumento de la jubilación mínima o modificar a la baja la edad de retiro, lo cual es notoriamente falso. En todo caso se podrá decir que no se apoyó la inclusión de estos temas en la Constitución, no así que haya existido un pronunciamiento de fondo, máxime cuando no se sabe cuántos querían abstenerse al no existir una papeleta por el NO.
Orsi designó como su futuro ministro al Economista Gabriel Oddone, un representante del capital financiero que asegura que no se aumentará el aporte patronal ni se tocarán las exoneraciones tributarias a las grandes empresas. Orsi afirma que se incentivará el aumento de los años de trabajo -es decir, que los trabajadores extiendan la edad de retiro “voluntariamente” para poder cobrar un poco más. Ha puesto de ejemplo la reforma de la caja bancaria, omitiendo precisamente que esa reforma acordada por la burocracia sindical de AEBU con Lacalle y Saldain ha significado una rebaja de las futuras jubilaciones y además a un aumento forzoso y no voluntario de la edad jubilatoria. Orsi ha descartado incluso llevar adelante la promesa establecida en el programa del FA de “eliminar el lucro” de las AFAP, afirmando que fue un error de redacción. El eslogan “Sabremos cumplir” no aplica más que para los banqueros y grandes capitalistas, a los que se garantiza el pago de la deuda externa, el mantenimiento de exoneraciones impositivas y subsidios, y la continuidad del “lucro” a costa del ahorro forzado de los trabajadores.
Delgado y Orsi coincidieron en la defensa del Estado sionista que perpetra un genocidio contra el pueblo palestino. Ambos han manejado la posibilidad de declarar como “terrorista” al movimiento Hamas, en el mismo momento que el Estado de Israel asesina masivamente decenas de miles de civiles, especialmente mujeres, ancianos y niños. Se trata de dos candidatos sometidos al imperialismo que, ahora con el triunfo de Trump, va a reforzar aún más la guerra en Medio Oriente.
Un sector de trabajadores votará por Orsi-Cosse con la ilusión de que resulte un gobierno que pueda ser corregido con la presión popular. Esta expectativa no tiene fundamento. Ya durante 15 años el Frente Amplio mostró qué se podía esperar de este mal llamado “progresismo”. Esta nueva experiencia aparece aún más derechizada y sometida al capital financiero. El capitalismo mundial atraviesa una crisis de conjunto, conduce a un agravamiento de las guerras entre potencias y a mayores privaciones y carestía para los trabajadores. Los gobiernos -derechistas o de centroizquierda- sometidos al FMI y el gran capital, no abren ninguna salida para los explotados.
Si los banqueros dicen que la segunda vuelta es irrelevante, no son ellos los que se engañan, sino quienes la presentan como una cuestión decisiva. Ambos bloques capitalistas van a un cogobierno, postergando las necesidades de la clase trabajadora.
El Partido de los Trabajadores llama a votar en blanco o anulado en la “segunda vuelta”, denunciando a ambas variantes como defensoras del régimen de explotación y del sometimiento nacional al imperialismo.
La clase obrera debe prepararse para las luchas por sus reivindicaciones, a través de la movilización independiente frente al gobierno, en un contexto económico y político que agravará las condiciones de vida populares. Preparemos la “tercera vuelta”, la de la lucha popular, para lo cual necesitamos sindicatos y un PIT-CNT con independencia de clase.
Lunes 18 de noviembre, 2024