Las elecciones en Argentina son un episodio de una mayúscula crisis política y social, determinada por la bancarrota capitalista internacional. El fracaso de la experiencia macrista para producir una derrota del movimiento obrero y abrir alguna salida al menos transitoria a la crisis, abre una nueva etapa política. El peronismo vuelve al poder con un kirchnerismo que se coloca en un rol de comparsa de un candidato que viene de Cavallo, y en un cuadro nacional e internacional convulsivo. El kirchnerismo surgió como movimiento para contener el Argentinazo y las grandes luchas que le sucedieron, y eso fue posible en un contexto de relativa reactivación de la economía mundial -un cuadro que hace rato no existe. Enfrentando a ese gobierno capitalista de contención de las masas y cooptación de sus organizaciones, nació el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, que tuvo el enorme mérito de organizar a la izquierda en torno a un programa de lucha por un gobierno de trabajadores, rechazando el planteamiento seguidista al nacionalismo burgués que ha sido tradicional en gran parte de la izquierda. El FIT logró votaciones muy importantes mostrando una tendencia a la ruptura de amplios sectores obreros con el peronismo (Salta!).
Es imprescindible entender la situación de Argentina en un contexto internacional de descomposición de los regímenes políticos, y de tendencia a la intervención de las masas (para mencionar sólo las tendencias a la rebelión popular en América Latina, basta ver los casos de Haití, Puerto Rico, Perú, Ecuador). La emergencia de gobiernos de derecha -incluso el del fascista Bolsonaro- no marcan el inicio de un período de ofensiva capitalista, sino que responden a la crisis de los partidos y regímenes, y expresan una elevada volatilidad política, a la vez que una relativa desmoralización de los trabajadores ante la experiencia fracasada de los gobiernos nacionalistas o de centro-izquierda. Pero la clase obrera no sufrió ninguna derrota decisiva, y estos gobiernos derechistas rápidamente pierden pie en el contexto de una crisis mundial que no da tregua. Deben atacar las condiciones de vida populares y despertar grandes movimientos de lucha. La propia experiencia argentina frente a las reformas laboral y previsional son un claro ejemplo en este sentido.
La izquierda que se proclama revolucionaria debe intervenir en este proceso con una estrategia de poder, de lo contrario va a fracasar en su pretensión de canalizar la bronca de los explotados. No es posible convertirse en un canal de las masas a partir de la exclusiva delimitación y crítica al nacionalismo.
Desde su origen, hubo en el FIT una pugna entre dos estrategias. Esto se expresó abiertamente incluso en las PASO de 2015, donde en torno a la candidatura “renovadora” del PTS se impulsó una política democratizante y antirevolucionaria (contra la “casta política”, es decir, un planteo de reforma del sistema político burgués). Desde entonces, la deriva hacia el electoralismo y el parlamentarismo se ha acelerado, precisamente cuando la descomposición creciente del régimen político demanda una intervención independiente en la crisis política y no únicamente una agitación de plataformas electorales. Es un hecho que el FIT no existió como frente ni siquiera en las elecciones internas de los sindicatos, mucho menos a la hora de canalizar la movilización de masas contra el macrismo. Sus partidos se negaron a plantear durante 2018 la necesidad de echar a Macri y colocar un planteo de poder (sustituir al gobierno por un asamblea constituyente soberana), partiendo de una caracterización conservadora: ya existiría un relevo burgués al macrismo, que se vería favorecido si se levantaba la consigna “Fuera Macri”. En lugar de disputar la dirección de las masas al nacionalismo burgués, en la lucha contra la derecha, se limitó a una política de denuncia y crítica al kirchnerismo.
La conformación del FIT-Unidad (alianza con el MST) implicó un reforzamiento de las tendencias electoralistas e incluso el abandono del propio programa del FIT, cuando se levantó la consigna de “gobierno de trabajadores y el pueblo” -una concesión de principios al MST.
Desde el PT libramos una lucha desde nuestros orígenes contra el frente policlasista, y por el gobierno de trabajadores; rechazamos rotundamente que se desdibuje el programa y se derive al frentepopulismo. La clase obrera necesita antes que nada que su vanguardia se organice en torno a un programa claro. Durante toda su historia el Partido Obrero se había negado a conformar frentes políticos o electorales con un programa frentepopulista, al punto de proponer incluso acuerdos electorales donde cada partido mantenía el derecho a levantar su propio programa -en ausencia de un acuerdo- cosa que por otra parte siempre fue rechazado por los “FREPU”, los “IU” y otros engendros del morenismo y el estalinismo. Esta rigurosidad en cuanto a no desdibujar las diferencias estratégicas en la izquierda, y no generar confusión en la vanguardia obrera, se ha abandonado en el acuerdo programático del FIT-U.
Paradójicamente, o no tanto, la deriva electoralista de la izquierda viene de la mano de los retrocesos electorales -respecto a votaciones muy importantes que había obtenido el FIT en años anteriores.
No podemos dejar de mencionar que esta deriva electoralista se viene procesando de la mano de métodos reñidos con la democracia obrera, en particular con la expulsión de la tendencia surgida en el Partido Obrero. El PT de Uruguay ya se ha pronunciado en contra de esta expulsión, que es necesario revertir. Sin embargo, las medidas administrativas y burocráticas no han menguado, sino que se han profundizado, lo cual por otra parte es un golpe a toda la izquierda y el movimiento obrero -no sólo en Argentina, sino también internacionalmente. En el cuadro de descomposición económica, miseria social y crisis del régimen político, es más necesario que nunca el debate táctico y estratégico en la izquierda que se proclama revolucionaria. Sustituir esa discusión con los ataques personales y despolitizados, es el peor servicio que se puede realizar a la clase obrera.
La derrota del macrismo en las internas, en forma aplastante, expuso abiertamente la crisis del régimen político, y la debilidad de la “ofensiva” derechista de Trump (él mismo en la picota) y sus gobiernos. Los explotados en su desesperación han votado (y van a volver a votar en octubre) por una variante capitalista como es el “albertismo”, para sacarse de arriba a Macri. Mientras tanto, se profundiza la carestía y el desempleo, cae el salario y crecen las tendencias a la lucha popular (Chubut!). No hubo recambio ordenado, sino una descomunal crisis política, y el gobierno de F-F asumirá en un cuadro social explosivo y una brutal descomposión económica. En este cuadro, aún un espaldarazo electoral masivo al peronismo no significa que sea un gobierno fuerte, sino al contrario totalmente inestable y precario. La crisis del régimen no se cierra, por lo que la izquierda necesita levantar un planteamiento de poder para esta etapa.
Es necesario un debate en la izquierda (en Argentina y a nivel internacional). No hemos dado nuestro respaldo a una declaración internacional en apoyo al FIT-U porque entendemos que avala todos los errores y en lugar de abrir esa discusión la cancela.
Llamamos sí a votar al FIT-U en las elecciones de octubre, con la convicción de que la propia experiencia de los trabajadores en sus luchas contra los gobiernos del FMI y que la discusión estratégica en la izquierda permitirán más temprano que tarde corregir el rumbo.
Llamamos a votar las listas del FIT-U para luchar por un gobierno de trabajadores, y por la unidad socialista de América Latina.
Partido de los Trabajadores – Comité Central
Gracias compañeros del partido de los trabajadores de uruguay!