Las asambleas docentes levantaron las medidas de paro, pero no aceptaron el convenio propuesto por el gobierno. La lucha continúa, pero el desgaste tras varias semanas de huelga, sumado a las presiones desde la cúpula del PITCNT, abrieron un paréntesis transitorio.
Se puede esquematizar un balance comparando la situación con la de años anteriores: a fines de 2010, las direcciones de la C.S.E.U. firmaban un convenio de miseria salarial, sin consultar a las asambleas de base –y no hubo huelga; en 2013, tras el cambio de algunas direcciones sobre todo en Montevideo, se produjo una huelga que finalmente fue aislada y contenida. Dos años después, tras nuevas elecciones en las que nuevamente las corrientes oficialistas sufren derrotas, se produce una nueva lucha, más profunda y masiva. En esta última huelga, las direcciones nacionales de FENAPES, AFUTU y FUM firmaron nuevas actas de convenio, pero no se jugaron por las mismas sabiendo que generaban un rechazo muy grande a nivel de bases. Por eso, pasaron de hacer una tímida defensa del acta de 21 de agosto, a proponer su rechazo (así como a la siguiente propuesta, muy similar a la primera). De todas formas, quedaron muy debilitados frente a su base.
Las bases docentes también rechazaron la presión del PITCNT para levantar los paros a cambio de la esencialidad. Ha quedado al desnudo el carácter oficialista de la cúpula sindical, su subordinación al gobierno. La lucha docente plantea la necesidad de poner en pie una dirección consecuente, independiente del gobierno y sometida a las asambleas.