Rafael Fernández
El canciller Almagro es ahora el único candidato a presidir la Organización de Estados Americanos, organismo integrado por los países de América (incluidos EE.UU.) con la excepción de Cuba (que fue expulsada en 1962). La revolución cubana pasó a referirse a este organismo “panamericano” como el “Ministerio de Colonias” de los yanquis. En más de una ocasión, los líderes cubanos dijeron que incluso si fueran readmitidos, Cuba no retornaría a la OEA. El mantenimiento de la OEA y la presencia en la misma de los gobiernos “bolivarianos”, “indigenistas” y de centroizquierda, demuestra que todas las “cumbres” y reuniones de los organismos latinoamericanos (como la Unasur y el ALBA) son pura retórica. Si quieren la unidad de América Latina con independencia del imperialismo, deberían romper con la OEA. El canciller de Mujica está haciendo méritos para obtener el cargo, manteniendo las tropas uruguayas en Haití, por más que había jurado que las retiraría si no se convocaba a elecciones en la isla. La candidatura de Almagro –apoyada por Chile y Brasil– para conducir el “Ministerio de Colonias” de los EE.UU. está a tono con la política de Obama para la región. Esta política intenta llevar adelante la negociación en Colombia con las Farc y acelerar un proceso de integración de Cuba al mercado capitalista mundial –utilizando la moneda de cambio del “levantamiento del bloqueo” en una negociación en la cual se reclamarán concesiones al régimen cubano. No sería de extrañar que el Departamento de Estado yanqui levantara el veto al ingreso de Cuba a la OEA; está por verse si los dirigentes castristas están dispuestos a abandonar su política anterior de repudio a este organismo panamericano. El ingreso de Cuba a la OEA significaría la liquidación de la Unasur y el Alba, y de todo planteo de unidad latinoamericana de carácter antiimperialista