La distancia que separa a Lacalle Pou, el candidato de la coalición “multicolor”, de Daniel Martínez es de poco más de 28 mil votos. Con unos 35 mil votos observados aun por escrutar el oficialista debería capitalizar 9 de cada 10 votos observados para revertir el resultado. La ventaja entonces es indescontable lo cual transforma al candidato opositor en el virtual presidente de Uruguay.
La sorpresa de la noche, con todo, no podría haber sido mayor. Todo indicaba que Lacalle ganaba la carrera por varios cuerpos, entre seis y siete puntos de ventaja. Con un boca de urna que daba una diferencia de tan sólo tres puntos a favor del nacionalista a las ocho de la noche, para las nueve ya todas las encuestadoras volvían sobre sus pasos y hablaban de “empate técnico”.
Es que entre las generales de octubre y la noche del domingo pasado, la coalición multicolor perdió siete puntos y el FA ganó casi nueve. Se manejan varías hipótesis, ninguna definitiva, de esta inesperada volatilidad.
Por un lado, el “efecto Manini”: “Se trata del video que el líder de Cabildo Abierto difundió en las horas previas a la elección, con una exhortación directa a los integrantes de las Fuerzas Armadas para que no votaran al Frente Amplio” -Ecos- hasta el voto del exterior que de todas formas sí se estimaba superior a otras elecciones.
Los votos progres de Talvi, así como la totalidad de los del Partido Independiente se pasaron al FA, no a Lacalle ni tampoco engrosaron los votos en blanco que se mantuvieron en el nivel de las generales. Sólo entre Montevideo y Canelones el oficialismo obtuvo 100 mil votos más que hace un mes. Así como hubo una corrida electoral hacia Cabildo Abierto en octubre ahora la hubo hacia Martínez contra Lacalle en el último tramo de la campaña. Los corrillos contra el líder de Cabildo Abierto (por el video arengando a la soldadesca para que no votara al FA mencionado más arriba) en plena veda electoral y el triunfo por menos de un pelo sobre un oficialismo visiblemente fatigado, dan cuenta de la fragilidad del gobierno que asume en marzo.
El discurso de Martínez luego de conocidos los resultados provisorios mostraron un giro violento, que pasó de la competencia política a un ofrecimiento para ampliar la base de gobierno de los multicolores, (la base parlamentaria de Lacalle es harto compleja). De denunciar a su adversario como uno que preparaba un “ajuste brutal” pasó al “diálogo nacional” y “tenderle la mano”. Martínez no espero siquiera a desmantelar el principio de recomposición de los comité de base que pudo apreciarse en el último mes para asestar un golpe definitivo a cualquier ilusión de “resistencia” o “combate” al fascismo, que se reveló como un espantapájaros extorsivo para meter en cintura a los sectores díscolos.
Un balance completo exige caracterizar adecuadamente a Cabildo Abierto, que no es un partido y carece de la homogeneidad que le atribuyen desde fuera. Lacalle Pou, por ahora, es cien veces más parecido a Macri que a un Bolsonaro, aunque el supuesto “gradualismo” del argentino no evitó que la crisis económica licuara su triunfo sobre el Kirchnerismo en tiempo record.
La izquierda debe presentar un balance a fondo de las elecciones, y de la situación política que ha derivado de ella para establecer un dialogo con los sectores militantes del FA movilizados por el breve periodo de la instancia electoral y que ahora sus líderes quieren volver a confinar a sus casas.
Es imperativo que la izquierda combativa se separe del cadáver del centroizquierdismo y sus satélites y se organice políticamente en forma independiente.