Oppenheimer, la guerra nuclear en la pantalla grande

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“Oppenheimer” la película de Christopher Nolan (“Interestellar”, “Dunkerque”, “El caballero de la Noche”) es una auténtica pieza de colección. Basada en el libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin, “Prometeo Americano, el triunfo y la tragedia”, se centra en la vida del denominado “Padre de la Bomba Atómica”: el físico estadounidense Robert Oppenheimer (1904-1967). Prometeo, el titán que robó el fuego a los dioses, es el mito rector de toda la película. Oppenheimer, tan audaz como el mito, desafía las leyes de la naturaleza creando el arma que termina por amenazar a la humanidad misma.

Durante tres horas el espectador es sometido a un bombardeo de imágenes, diálogos y sonidos. Cillian Murphy es arropado por un reparto de escándalo: Robert Downey Jr., Emily Blunt, Matt Damond, Rami Malek.

Estadounidense de origen judío, Oppenheimer actúa en un tiempo y marco apasionante. Convocado a regañadientes por el gobierno debido a sus antiguos vínculos con el Partido Comunista, es designado a la cabeza del laboratorio Los Álamos, como director del Proyecto Manhattan: el diseño y prueba de la primer bomba nuclear. En Los Álamos se levanta literalmente un pueblo donde los científicos son enviados allí por el gobierno junto a sus familias. El lugar era secreto y los empleados monitoreados constantemente. La justificación para la creación de la bomba es poder utilizarla contra Alemania. Esta idea es sostenida insistentemente, incluso apelando al origen de Oppenheimer y el trato dispensado por los nazis hacia los judíos. Este argumento es por lo menos equívoco. En el campo teórico se presenta a los científicos del Tercer Reich a la vanguardia como el caso del físico Werner Heisenberg, por ejemplo, aunque lo cierto es que Alemania no estaba preparada para construir una bomba atómica. A su vez, el Proyecto Manhattan empieza a dar sus primeros pasos cuando la guerra ya había operado un viraje, y la Alemania nazi sufría su revés más importante y decisivo: la derrota de Stalingrado en noviembre de 1942. A medida que la trama se desarrolla queda blanco sobre negro que el fin de tener un artefacto nuclear y conseguir una explosión que espantara a los adversarios estaba dirigido exclusivamente contra la Unión Soviética, que también buscaba producir su propia bomba.

El espectador puede seguir las vicisitudes para la fabricación del arma más poderosa jamás inventada en el tramo final de la Segunda Guerra y por medio de saltos en el tiempo, los acontecimientos que se suceden ocho años después, en 1953, cuando la atmósfera del macartismo lo envolvía todo en la sociedad estadounidense, al punto de llegar a declarar a Oppenheimer una amenaza para la seguridad nacional. El hasta ayer héroe y portada de las revistas más prestigiosas, ahora es notificado de una treintena de cargos, muchos de ellos absurdos. El fondo de esta imputación es que el físico se había declarado en contra de la fabricación de la bomba de hidrógeno, considerada potencialmente más dañina que su antecesora. El gobierno percibió en Oppenheimer a un enemigo peligroso y montó una maquiavélica operación de desprestigio.

Entra en escena Lewis Strauss, el presidente de la Comisión de Energía Atómica (CEA), personificado por un Robert Downey Jr. perfecto. Strauss es la punta de lanza tras bambalinas. El FBI tenía pinchados los teléfonos del físico, agentes del gobierno seguían sus pasos, los comités del Congreso dedicados a la caza de rojos lo acosaban. La película muestra las maquinaciones para obligarlo a dimitir como consejero político en asuntos nucleares, que hubiera significado admitir los cargos que se le imputaban.

Toda esta tensión es plasmada en diálogos repletos de ironía, donde la lealtad y la deserción juegan su propia partida. Aquí el espectador es llevado del laboratorio en Los Álamos en pleno conflicto mundial, a la Comisión Investigadora de post-guerra. La masa de información no siempre es bien presentada aturdiendo con fechas, hechos y nombres, y exigiendo un esfuerzo mental casi físico.

Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. El apotegma extraído del Bhagavad Gita, obra sagrada del hinduismo, aparece en los labios del protagonista más de una vez. ¿Quién es Oppenheimer? ¿Que lo mueve? ¿Es un patriota? ¿Anti-fascista? ¿Un genocida en potencia? Un poco de cada cual según el momento. Así cae en contradicciones insolubles: dedicó su tiempo al proyecto Manhattan, se opuso posteriormente a la fabricación de la bomba de hidrógeno, dio la espalda a su creación, pero sin llegar a ser un disidente. Preparó un arma de destrucción masiva como nunca la humanidad había visto, con la esperanza de que contribuyera a terminar la guerra sin necesidad de ser lanzada. Pero un imperialismo que se siente amenazado con un arma así de fabulosa entre manos no puede darse semejante lujo.

El debut de la era atómica se concreta en julio de 1945 con la Prueba Trinity, la primera explosión nuclear de la historia realizada por el ser humano. La escena es hipnótica, una belleza devastadora y un sonido de catástrofe conmovedor. Acá tenemos a Nolan en toda su dimensión.

Alemania fue derrotada en forma convencional. Hitler se suicida en abril del 1945, es decir, tres meses antes de Trinity. Cuando las potencias del eje estaban en sus últimos estertores, en agosto y con diferencia de días, se lanzan las bombas contra Hiroshima y Nagasaki, una masacre innecesaria desde el punto de vista militar, como el propio Churchil confesó: “sería un error suponer que el destino de Japón fue decidido por la bomba atómica. La derrota del Imperio Celeste ya estaba asegurada antes de ser lanzada la primera bomba” (1)

Otro examen interesante es el del historiador y periodista francés Jean Lacouture: “Si la primera bomba, por su efecto de terror, podía tener el objetivo de desalentar a los japoneses y evitar a los EE.UU. una lenta reconquista y el medio millón de hombres que tal vez hubiera costado, la segunda tuvo el carácter de experimento científico a costa de cien mil vidas. No creo que la bomba atómica tenga justificativos… la elección de Japón para el lanzamiento de la bomba me parece racista: en circunstancias semejantes a las existentes en Japón, los norteamericanos no hubieran osado lanzarla sobre una ciudad alemana”. (2)

Es un film actual, terriblemente actual. La guerra entre Rusia y la OTAN es solo un primer escenario de la guerra mundial. El uso de estas armas planea ante el empantanamiento general del conflicto. Hemos conocido el llamado Armamento Nuclear Táctico, una variante amortiguada, y el uso nuclear “limitado”, una contradicción en términos. Los observadores mencionan que cualquier bando podría tomar la decisión de usar estos proyectiles como un medio de compensación por una guerra convencional que no va bien. Sería la primera arma nuclear disparada desde Nagasaki.

 

1) Naturaleza de la Segunda Guerra Mundial, Osvaldo Coggiola. En defensa del marxismo N°8 setiembre 1995

2) Idem

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Author: Camilo Marquez