El gobierno no es “anti-chorro”, el gobierno “maneja el patrullero”

Publicado en el semanario Voces del 21 de marzo


Según se desprende de la entrevista realizada al Fiscal de Corte en este mismo semanario hace unas cuatro semanas atrás, entran unos seis mil presos por año a los establecimientos penitenciarios del país. En verdad el dato se lo lanza Alfredo García y Jorge Diaz no lo desmiente. Mas acá el propio fiscal rectifica esto mismo en otro semanario: “El dato que yo manejo es que todos los años ingresan a los establecimientos carcelarios 6.000 personas y salen 6.000” le responde a Victoria Fernández del semanario Búsqueda (14/03).
Lo admite el fiscal de corte. A ver si nos entendemos: en una población carcelaria total algo por arriba de los diez mil, si entran seis mil y salen seis mil T-O-D-O-S LOS AÑOS, ¿Dónde está la magnanimidad del nuevo código? ¿Antes había mas procesados?, sin embargo, la cifra de recluidos no era sustancialmente mayor. Algunos manejan otros números, más disparatados que los que admite Jorge Díaz. Sea como fuere, lo que queda claro es que tanto los gobiernos de blancos y colorados como los del frente amplio han recorrido caminos idénticos, no sólo en lo económico sino también respecto a la rehabilitación y en el llamado “combate” al delito.

El programa de gobierno del FA, votado luego de numerosas instancias, que atravesó un sinfín de filtros y que recibió su última podada hace unos días (aún no es pública la versión final, pero todo indica que será una considerablemente peor que las anteriores) sobrevuela sobre todo este problema, lo cual hace pensar que muchas de la columnas que aparezcan sobre esta misma temática tocaran la misma partitura, esto es: La “multiplicidad” de causas del delito; la “cuestión educativa”; la (infaltable hoy día) cuestión “cultural” (nadie sabe a que se refieren con esto pero suena bonito y da impresión de ser ducho en la materia); la sociedad “consumista” (el que consume bastante suele poner la lupa sobre el que se endeuda para comprarse un plasma). Es decir, se pregona un mujiquismo de templarios al mismo tiempo que se aplaude que el país tome deuda para construirle infraestructura a una multinacional. A todo ese palabrerío, en el barrio se le dice chamuyo.

Si dice “cultura” más de tres veces en un párrafo estamos ante una clásica operación de salvataje del partido político en el poder, sea cual sea. En realidad, es un recurso que no explica nada y deposita la responsabilidad en seres etéreos, impalpables.

La realidad es que el progresismo carece de un programa propio para hacer frente a la inseguridad ciudadana, y le ha expropiado la agenda a la derecha. Con la diferencia que, a los megaoperativos en la periferia, el endurecimiento judicial sobre los menores infractores, el aumento sostenido del presupuesto del ministerio del interior, y anda mais, son coloreados con un discurso pomposo y modernizante: innovación, gestión de territorio, ambiente, biodiversidad, desarrollo sostenible, etc. Pero el planteo de un cuerpo militarizado era de Larrañaga, no se llamará “Guardia Nacional”, pero quienes viven en la periferia pueden ver ños blindados y a los uniformados vestidos de camuflado en cada esquina.

Diaz ha dicho en numerosas ocasiones que las cárceles están llenas de pobres y al mismo tiempo que la impresión de los fiscales es “que las penas hoy son más duras” (idem anterior). El hombre sin proponérselo desnuda la naturaleza de clase del conjunto del régimen y en especial de la fuerza política que subía al poder para desmantelar esas “lógicas”.

Por eso, uno no puede más que sonreírse cuando después de bucear en los PDF de las “Bases programáticas” aprobado en diciembre por la fuerza de gobierno entre una interminable catarata de lugares comunes se afirma que se apostara a: “La creación de las Mesas de Seguridad y Convivencia dando participación a los habitantes en la búsqueda de soluciones a problemas comunes (…) una perspectiva multidimensional de la seguridad pública…” (Bases 2020-2025) Pero todo el país pudo apreciar como el comodín de Bonomi le espetaba a una joven mujer que él era un “anti-chorro”, (por lo cual los demás al otro lado del tejido eran todos pro ladrones o directamente ladrones) con una docena de patrulleros detrás de él. También vimos a los gurús como el saltimbanqui de Richard Read salir a aplaudir y (mas penoso aún) a pedir que mas dirigentes apoyaran a Leal y lo acompañaran en su alcahuetería mediática.

Este episodio es ilustrativo porque podemos ver dos actores que sostienen al gobierno del FA en su etapa terminal: la pequeñoburguesía y la burocracia sindical (al menos una de sus patas). La descomposición de estos dos no tiene atenuantes. Es irreversible. Hay que superarla.

Mientras se indignan con un anciano que debería estar jubilado y sigue trabajado vendiendo tortas fritas por que compro una bordeadora a un adicto que no tiene ni donde caerse muerto, se deja libre a torturadores, se endeuda al país a perpetuidad y se le entrega el patrimonio y riqueza nacional a los pulpos de la celulosa. El gobierno no es “anti-chorro”, anti-chorros somos los laburantes, el gobierno maneja el patrullero.

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Author: Camilo Marquez