Desde que se anunció que la Mesa Representativa del PIT-CNT había aprobado una moción para emprender una campaña a favor de un plebiscito contra las Afap y el aumento de la edad de retiro, la central obrera viene siendo objeto de un implacable ataque desde los cuatro flancos. Esta campaña rabiosamente anti obrera prueba que los explotadores y sus medios han tomado nota del desarrollo tumultuoso y los movimientos sísmicos que se operan en el movimiento obrero.
La burocracia sindical en nuestro país se encuentra en crisis. De otra forma no podría entenderse una serie de acontecimientos que han sacudido el tablero del PIT-CNT. La burocracia ha cumplido bajo el gobierno de Lacalle Pou un rol clave para darle viabilidad. Evitó la acción callejera contra la reaccionaria Ley de Urgente Consideración; Dejó pasar la reforma jubilatoria con la promesa de derogar sus aspectos más negativos en un futuro gobierno del FA; Firmó acuerdos salariales a la baja. Este inventario estuvo en sintonía con la línea de acción adoptada por Frente Amplio, rotulada con bastante anticipación como el de una “oposición responsable”. La expresión más humillante de esta colaboración fue la expresión de dos dirigentes de la salud (uno del sindicato de la salud estatal y otro de la privada) que en forma de despedida le dijeron al ministro de salud saliente:“te la hicimos fácil”, en referencia al sosiego y la cooperación entre sindicato y gobierno, que no es otra cosa que paralizar en el mejor de los casos, cuando no, sabotear lisa y llanamente las luchas que a pesar de esa dirigencia entregada, los trabajadores emprenden.
La aprobación de la propuesta de ir a un plebiscito contra las Afap y el aumento de la edad de retiro no debe verse, como afirman varios comentaristas mal intencionados, como una contingencia circunstancial de un grupo de sindicatos que por un pelo imponen una campaña ajena a las mayorías. Lo que no se quiere ver es que esto se trata de una secuencia y no de un episodio. Es la culminación de una etapa que eleva la crisis a un estado superior. La noticia fue recibida en el FA con incredulidad primero, y con pánico después.
El partido comunista se puso a la cabeza del planteo plebiscitario luego de operar una serie de realineamientos. Primero dilató durante varios meses una resolución, probablemente con la convicción de dejar languidecer el planteo hasta enterrarlo. Luego, ante la evidencia de que de todas formas otros sindicatos impulsarían una consulta popular, intentó cambiar el eje y llevarlo sólo contra la reforma jubilatoria, sacando a las Afap de debate. Fracasado este segundo movimiento, recién allí se puso a la cabeza del planteo de una reforma que incluyera ir contra las administradoras privadas. Esta es la culminación de un proceso precedido por evasivas impresionantes con el objetivo de mitigar el choque entre el movimiento obrero y el FA, que defiende las Afap a rajatabla y está jugado a quebrar el plebiscito. Son las contradicciones explosivas a las que la burocracia debe hacer frente. Los contratiempos le recuerdan a esta dirigencia que no se puede tapar el sol con un dedo.
Marcelo Abdala anunciaba a la prensa el acuerdo alcanzado por una papeleta única en primer lugar porque la burocracia considera la comunicación como un terreno reservado, y segundo porque necesita acompañar el movimiento para evitar un desmadre mayor. Todo esto sobre el cadáver de la corriente Gerardo Cuesta, el alero bajo el cual el PCU actuaba junto a Articulación, el ala derecha del Frente Amplio, enemiga acérrima de cualquier iniciativa de lucha. Articulación merece una mención especial. En el sindicato bancario viene de perpetrar una liquidación de derechos pocas veces vista, aprobando la aplicación de la reforma de Lacalle Pou en forma adelantada. Articulación no sólo no combate la reforma, sino que la exige.
La otra corriente, conformada por COFE, la Federación de la Bebida y el sindicato municipal de Montevideo (“En Lucha”) ha quedado reducida a un papel contemplativo. Esta última, en el ínterin, perdió a una de sus principales dirigentes quien encabezaba la federación de municipales, Valeria Ripoll, que pasó sin escala de Adeom a la plana mayor del Partido Nacional. La crisis va al galope.
Embarullados
El PCU intentó una replay del referéndum contra la Ley de Urgente Consideración. En esa ocasión el sector derechista del FA, igual que ahora, se negaba a recolectar firmas. Mientras la bancada del FA levantó la mano para respaldar la mitad de los artículos de la LUC, en contraposición una parte considerable del activismo y de su base veía con buenos ojos la posibilidad de voltear esa ley por la vía de un referéndum. La burocracia agarró el bisturí y diseccionó 135 artículos, dejando fuera la mayor parte de los votados por el FA. Fue la forma encontrada para salvar la ropa. Ahora intentó el mismo procedimiento “salomónico”, pero con un diferente resultado. Encaró esta situación con un libreto viejo. Los trabajadores, el activismo, se encuentran buscando un camino para abrirse paso hace mucho tiempo.
Abdala y compañía no van al plebiscito por convicción, sino que se adaptan a una circunstancia a la que se vieron arrastrados. En otros términos; si tenes una crisis tenes que enfrentarla o quedar por el camino.
La mira del PCU no está puesta en la movilización, ni siquiera ahora que no tiene más remedio, sino en los contubernios electorales y en los cambios de camiseta de figurones, sobre todo de elementos de los partidos tradicionales del interior del país.
Este fraccionamiento por arriba no debe ser confundido con una escisión, porque entre las distintas alas de la burocracia no hay un enfrentamiento de principios ni de programas, es decir, de estrategias. Se trata antes que nada de la descomposición de esa dirigencia y de la integración y cooptación por parte del régimen político de una parte de ella. Todavía no constituye una ruptura por abajo, pero expresa un agotamiento de la regimentación sobre la clase obrera.
Lucha Política
Si frecuentemente la lucha obrera tiende a adoptar carácter político (ley de ocho horas o cualquier otra reivindicación social) el enfrentamiento entorno a la pelea contra el saqueo jubilatorio supera aún más ampliamente los marcos sindicales, porque ha dejado delineado a las fuerzas políticas que se paran de un lado y de otro. Plantea blanco sobre negro que estrategia responde a los intereses de los trabajadores y cual subordina y aplasta las tendencias a romper la influencia de la pequeñoburguesía sobre los explotados. Estamos ante un giro en la situación de las organizaciones obreras de nuestro país.
La tesis fundamental de los sectores críticos durante los gobiernos de Tabaré Vásquez y José Mujica era que el del FA era un gobierno “en disputa” entre el bloque de los cambios y otro “conservador”. Este etiquetado servía para alegar que los trabajadores, tenían el gobierno pero no el poder. La cosa pasaba, entonces, por “presionar” desde el bloque de los cambios, es decir, la clase obrera y demás “sectores populares” para que forzaran al gobierno a producir un cambio de la “matriz productiva”. Todo esto redundaría en un cambio de la correlación social entre las fuerzas en disputa. En 2021 Oscar Andrade, senador y dirigente del PCU en una entrevista publicada por La Diaria donde hace un balance del proceso de “autocrítica” emprendido por el Frente Amplio, realiza una reflexión muy instructiva por sus implicancias a futuro: “Creo que hay un espacio donde puedo ubicar a Mario [Bergara] como la figura más potente hoy, a Álvaro García, Liliam [Kechichian] (…), el astorismo, y pienso que eso tiene que articularse y estar muy fuerte” (Marzo 2021, la diaria, negrita nuestra). En otras palabras, lo que está en agenda es hacer medrar al astorismo, visiblemente disminuido, y no que el poder y no solo el gobierno pase a manos de los trabajadores. Este balance no puede escamotearse porque se trata de los alcances políticos que tiene la estrategia de la colaboración de clases, donde siempre los intereses de los explotados aparecen supeditados a no asustar a este o aquel aliado potencial. Después de toda la perorata de la dirección del PCU de que la administración se “comió” a la fuerza política y eso “nos alejó” de la sociedad, y que no se puede pensar sólo en “ganar el gobierno”, sabemos por Andrade que de lo que se trataría ahora es de revitalizar al astorismo, señalado en el pasado como el bloque “conservador” que impedía los cambios. Estos malabarismos llevan a los militantes a un callejón sin salida. El envenenamiento de la conciencia debe ser expuesto, la juventud y todos los compañeros deben sacar las conclusiones, poner en discusión un balance de todo este proceso, porque la crisis económica y política en el mundo se va a agravar. La guerra mundial lejos de apaciguarse su tendencia es a una escalada. La agudización de la crisis económica y política producirá más choques y crisis.
Los militantes conscientes, deben impulsar la mayor movilización, fortaleciendo la perspectiva de la victoria sobre las contra-reformas del capital y también para dirimir la dirección subsiguiente de la lucha. Para eso deben conformarse ellos mismos en partido, y dirección.