El fútbol en los descuentos

Suspendido el clásico de los dos cuadros más importantes de Uruguay, queda confirmada la podredumbre absoluta en la que se encuentra el fútbol local.
300 detenidos, decenas de heridos, robo de puestos de venta, agresiones a los trabajadores de recaudación, fueron algunos de los hechos que se produjeron en las inmediaciones y dentro de la Ámsterdam, designada a la parcialidad aurinegra.
El partido estuvo precedido por una cadena de hechos de características mafiosas: desde el ataque de una facción de la barra de Nacional a un grupo de hinchas de Peñarol mientras festejaban el aniversario del club en Santa Lucia y que acabó con un hincha de Peñarol muerto y más de una decena de los atacantes procesados con prisión. El atentado en el que casi matan a “El Nandito”, un reconocido integrante de la barra de Peñarol, baleado por tres encapuchados cuando llegaba con su auto a una casa en el barrio Villa Española. A este último le efectuaron más de 30 disparos, pero sólo recibió una herida de bala en la pierna. En declaraciones posteriores en el programa de Julio Ríos (1010AM) El Nandito afirmo: “si fuera gente sicaria, gente profesional se acerca al lado del auto y me remata”, un falsario. A el Nandito no buscaban matarlo sino advertirle, los encapuchados no carecen de puntería y tampoco se trata de la distancia de la que tiraron. En el ambiente mafioso por el que se mueven estos personajes, nadie revienta un auto a tiros sin que exista un muerto para gastar balas, sino como aviso. Además, dijo que la directiva de Peñarol no le pagaba por realizar de “seguridad” en la tribuna: “No nos pagan un mango. Las cosas las hacemos de onda”; “No tenemos trato con los dirigentes, cero trato, cero amistad”. Parece un discurso escrito por otro. En el auto se encontraron entradas sin fecha (entradas de cortesía) para el ingreso al “Campeón del Siglo” (el estadio de Peñarol), carnés de seguridad de la institución y una lista de casi 300 personas vinculadas al club. Días antes de este ataque, otro barra, “El Boli” fue baleado en uno de los baños del Estadio Centenario, lo que obligó a suspender el partido que los aurinegros disputaban con Rampla cuando los Picapiedras ganaban 1-0. Este hecho produjo la desbandada de la ineficaz “Comisión de Seguridad” de Peñarol, presidida por Julio Luis Sanguinetti (Hijo del ex presidente y dirigente del Partido Colorado Julio María) “¿Sabes lo que es sacarme este elefante de encima?” lanzó el hombre antes de retirarse a cuarteles de invierno, lo que delata una situación que se les ha ido de las manos.
La connivencia entre la directiva de los clubes con el crimen organizado es inocultable: cuando se anunció que ni Peñarol ni Nacional entregarían entradas a las barras en el clásico, hecho inédito, debieron pedir seguridad para las sedes y escolta para los dirigentes debido a las amenazas recibidas. Los “muchachos” exigen que no se cambien las reglas de juego.
Este hecho no exonera a los delincuentes de traje y corbata que han expropiado el fútbol al pueblo, no sólo a través del monopolio de la transmisión o el secuestro de los goles por parte de Tenfield, sino también por la complicidad con quienes manejan la reventa de entradas y las condiciones en las que el hincha se ve obligado a acceder a la popular, donde un grupo de energúmenos y lúmpenes determinan las condiciones en las que se presencia el juego, o de lo contrario “la pudren”.
Esta constatación, sin embargo, no puede justificar ningún tipo de apoyo a quienes desde el Estado preanuncian un escenario de recrudecimiento de la represión en las canchas: “Si hay un delincuente y la policía lo tiene que sacar del forro lo va a sacar del forro” dijo Tabaré Vázquez desde España en conferencia de prensa inmediatamente después de suspendido el clásico por los hechos de la Ámsterdam. “El presidente (…) definió los incidentes como una ‘asonada (El Observador)”; “Si alguien tiene que fumar gases (dentro de la tribuna) y no tiene nada que ver, que se aleje del lio” aseguró Jorge Vázquez, subsecretario de Interior. Este discurso está al servicio de presentar el problema de la “violencia en el deporte” como un reflejo inevitable de “la sociedad” violenta, exonerando al Estado y al poder político que en realidad confabula con el delito y lo promueve. Sin ir más lejos, la propia esposa del Ministro Bonomi, la diputada (MPP) Susana Pereyra fue denunciada por advertir a Barras que sus teléfonos eran pinchados.
La descomposición del principal deporte del país, que paraliza o moviliza multitudes, nos plantea una batalla que también debemos librar [y] liberar de los empresarios corruptos y del sistema que pudre todo lo que toca.

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Author: Camilo Márquez