La guerra entre Rusia y la OTAN luego de un año y medio de combates se encuentra empantanada. La anunciada contraofensiva ucraniana que se preparó con mucho celo no ha arrojado ningún cambio sustancial: “Un alto diplomático occidental dijo sombríamente que si bien existe la oportunidad de que Ucrania avance, era “extremadamente, muy poco probable” que cambiará el equilibrio del conflicto en las próximas semanas.” (CNN 9/8)
Las defensas rusas compuestas por una compleja red de varios niveles de trincheras de infantería, minas terrestres antipersonal y estructuras de concreto diseñadas para frenar el avance de vehículos blindados (“dientes de dragón” antitanques) denominada “Linea Surovikin” no han podido ser sorteadas por el ejército Ucraniano a pesar de los gigantescos recursos puestos para esa empresa.
La OTAN padece el “problema del avance”, que se le plantea a toda tropa atacante. El movimiento lateral de los defensores tras sus propias líneas es siempre más ventajoso que el desplazamiento hacia adelante contra una posición atrincherada. Una regla militar general indica que la superioridad material para perforar una defensa establecida necesita una proporción de 3 a 1 en poder de combate para tener una probabilidad razonable de éxito. En pocas palabras, atacar es mas difícil que defender.
El cálculo de la inteligencia ucraniana es que Rusia no cuenta con suficientes reservas, por eso la determinación por mantener la presión en el frente apostando a roer la primera línea de defensa aunque ello signifique pérdidas enormes.
La inminente llegada del otoño dificulta las maniobras sobre el terreno, en una guerra a todas luces empantanada. Zelensky ha pedido tiempo: “La falta de grandes avances contra Rusia en las próximas semanas les dará a los políticos occidentales pocas opciones para considerar el contexto político más amplio de la guerra, incluso si no se vislumbra un final” (Idem anterior).
Distintos observadores han sugerido un arreglo “a lo Corea”, es decir, un armisticio, mediación internacional, una línea de alto el fuego acordada, mecanismos de supervisión y medidas de cumplimiento. Los cráneos detrás de esta salida no plantean un alto al fuego, sino que “la idea es pelear y hablar”.
Mar Negro, Niger
La guerra tiene dos capítulos nuevos: el golpe en Niger y el fin del acuerdo de grano que permitía el transporte de trigo y fertilizante a través del Mar Negro. Este último se firmó en 2022 con la mediación de Turquía. El arreglo permitía a la armada rusa el monitoreo de los barcos que ingresaban vía el Bósforo para asegurarse que no se transportaban en ellos material militar hacia Ucrania. Rusia se niega a renovar el acuerdo y responsabiliza a la OTAN y Estados Unidos de no cumplir con la promesa de retirar las sanciones, y a su vez reclama que el Rosseljozbank, el banco agrícola ruso, vuelva a ser incluido dentro del sistema internacional de pagos SWIFT, un mecanismo que respalda las transacciones de pago globales. La renovada guerra en el Mar Negro amenaza con disparar el preció de los cereales a nivel global.
La prolongación del conflicto hacia el continente africano clausura definitivamente cualquier debate sobre el carácter mundial de la guerra en curso. El derrocamiento del gobierno y la instalación de una junta militar en Niger es el último de una serie de golpes en esa zona del Sahel, una franja que va del Atlántico al Mar Rojo, donde Rusia y especialmente China se ha vuelto cada vez más gravitante. El declive de Francia en sus antiguas colonias ha integrado esta zona a la competencia geopolítica entre las potencias por el control de recursos estratégicos. El grupo Warner, el díscolo ejército privado Ruso tiene presencia en esa zona, mientras la vecina Nigeria aparece como la principal plataforma de operaciones de la OTAN.
“Un conflicto atraería a toda la región. Senegal, Benin y Costa de Marfil ya se han comprometido a enviar tropas para ayudar a Nigeria. Malí, Burkina Faso y Guinea se han declarado a favor de los militares golpistas en Níger.” (strategic-culture.org). Asomando tras unos y otro bando se puede ver a las potencias rivales, en lo que los analistas denominan como guerra “proxy” o por delegación, es decir la guerra a través de otros actores.
En estas condiciones cualquier tipo de armisticio sólo sería un intervalo para nuevas y mayores confrontaciones, incluida la utilización de armas de destrucción masiva. Por lo pronto, Biden ha provisto a Ucrania de bombas de racimo, prohibida en cien países por ser una clase de arma que contienen múltiples bombas explosivas denominadas submuniciones: “Estas municiones son controvertidas por su elevado porcentaje de fallos, lo que significa que las bombas sin explotar pueden permanecer en el suelo durante años y detonar más tarde.” (BBC)
Putín, mientras tanto, ha anunciado el envío de armas nucleares tácticas a Bielorrusia.
La paz bajo el régimen de explotación, pillaje y conquista son incompatibles. La barbarie y degradación sólo puede alcanzarse terminando con los gobiernos capitalistas.