Publicado en el semanario Voces el jueves 8/12
Uruguay tuvo un pasaje fugaz por la copa del mundo. El fracaso es algo en lo que todos los observadores, comentaristas y participantes principales, coinciden. Lo más repetido hasta ahora, y en lo que parece existir consenso, es en la falta de pericia del entrenador Diego Alonso para conformar la oncena titular en los primeros dos partidos. Un partido excesivamente mezquino contra una Corea ordenada, pero casi inofensiva; y una reacción tardía contra una Portugal seria, pero con limitaciones a la hora de defender. Los arbitrajes no se pueden dejar de lado. Es evidente que el seleccionado fue perjudicado en el partido contra Ghana, con dos penales sin cobrar. Sobre esto hay diferentes referentes que señalan el error de los árbitros: por ejemplo, el ex referí, Javier Castrilli, que desde su cuenta en Twitter escribió que la falta sobre Cavani debió sancionarse. Otro tanto pasa con el penal cobrado en el partido anterior contra el conjunto lusitano, que el juez iraní desestimó, y luego a instancias del VAR, sancionó por mano de José María Giménez. Si hay que creer en los trascendidos, Pierluigi Colina, presidente de la Comisión de árbitros de FIFA, habría reconocido que ese penal estaba fuera de lugar. Por si no alcanzara, el reglamento IFAB deja claro que: “Una mano apoyada o que se dirige al punto de apoyo en el suelo no es sancionable”. Este señalamiento es relevante, es verdad que la responsabilidad primero cae sobre un planteo táctico timorato, y que Alonso en 180 minutos no dio pie con bola, pero por jugar mal no hay que permitir que a uno le metan la mano en el bolsillo.
El “Tornado” estaba desorientado y desorientó a sus dirigidos. Esto lo expresó claramente Josema Giménez en una entrevista luego del partido con Portugal. Se desaprovechó un capital precioso, incurriendo en demasiados experimentos. Darwin Nuñez, por nombrar los casos más incomprensibles, nunca jugó en su puesto, sino más bien de extremo. Le tocó el juego sucio y chocar con los defensas contrarios lejos del arco. Valverde, un jugador “box-to-box” como llaman los ingleses, al despliegue de área a área se desgastó, sin pelota, auxiliando a la defensa; el traslado y la creación se le hizo muy cuesta arriba. Finalmente, el incompresible caso de De Arrascaeta, un jugador dotado técnicamente para hacer la pausa y filtrar pelotas, que vegetó en el banco hasta ya bien entrado el segundo match. Rompía los ojos que el jugador del Flamengo debía entrar en el primer partido y que debía ser titular en el segundo. En los balances, Alonso se mostró esquivo y flojo de papeles. Otro dato: debutamos en el mundial con Suarez, Godin y Cáceres de titulares, los cuales sumados acumulan más de cien años de edad. En resumen, un combo para la cachetada.
La prensa de pacotilla, esa misma que torpedeó a Tabarez y levantó a Alonso hace unos meses, le armó una crisis al DT antes de terminada la participación de la celeste en el mundial y cuando aún teníamos chances reales de avanzar. Manipularon las declaraciones de jugadores luego del partido con Portugal, y luego de la eliminación, daban como asegurado el fin del “ciclo” Alonso, incluso confirmaban a su eventual sustituto.
Este torneo es el reflejo fiel de la época en el que se desarrolla. Surgido entre coimas y corruptelas de todos los colores y dimensiones, el gasto obsceno en infraestructura levantada sobre miles de muertos y presumiblemente otros miles de mutilados. Desvincular el mundial del marco histórico no es otra cosa que cercenar la realidad. El fútbol no gira en el vacío como pretende la cúpula de la FIFA y sus alcahuetes. El intento de maquillar las tensiones políticas tiene resultados más bien pobres, de una u otra forma, las contradicciones se expresan, dentro o fuera del campo de juego.
Viniendo más acá, Lacalle no podrá cubrirse con las ropas de una participación exitosa del combinado celeste. La burguesía es consciente del poder propagandístico del fútbol y mucho más en esta parte del mundo. Agobiado por casos de corrupción y una imagen en declive la gloria deportiva significaba una preciosa bocanada de aire. El mundial no actuó ni siquiera como somnífero. En esto también la suerte le es esquiva al gobierno.
Se vienen un 2023 que se las trae. En política, como en el fútbol, es fundamental defenderse, pero hay un tiempo para ser osados e ir al frente. Hay que prepararse para tirar abajo este sistema podrido.