El centenario de la Revolución de Octubre generará una catarata gigantesca de tinta de los más diversos tonos. Desde quienes dicen reivindicarla hasta sus más acérrimos enemigos.
El relato actual “dominante”, asegura que la experiencia encabezada por los bolcheviques fue un fracaso absoluto. Este enfoque no repara en el “detalle” de que el Estado surgido de tal revolución duró nada menos que 70 años. Si tomamos en cuenta a la Unión Europea actual, presentada como su contrario, de 28 estados y su aún más reducida zona euro, donde 19 países comparten una moneda que está sujeta a las decisiones de un puñado de capitalistas del Banco Central Europeo, experiencia que apenas supera las dos décadas, y que ya padece un avanzado descalabro, deberíamos pensar que la unidad en términos capitalistas murió en el vientre de la madre.
La izquierda, pasada al campo del democratismo-imperialista tras la caída del muro, se las ingenió para colocarse como pata izquierda del régimen burgués. Los partidos representados en el Foro de San Pablo, transitaron todo un camino de adaptación que revalorizó la “democracia” y repudió la dictadura del proletariado de una vez y para siempre.
Lo siguiente fue el ascenso al gobierno en toda América Latina de los conversos (con la Fe que los caracteriza). El programa marxista, desechado para dar paso a una cacofonía de slogans que juega a las escondidas con los conceptos. La “justicia social” fue el paradigma de la izquierda vergonzante devenida en gobierno, ante la disolución y bancarrota de los partidos históricos de la burguesía. La justicia social, fue el eje con el que la pequeñoburguesía ocupó el espacio dejado por los partidos que respondían a la burocracia enquistada en el Kremlin, hija putativa de la revolución obrera. “Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución, nada”, es decir, todo es posible, menos superar al capitalismo.
Luego de un siglo de la primera revolución triunfante, las razones que la hicieron inevitable resurgen sistemáticamente de las profundidades. Nadie es más consciente de ello hoy que la clase que se vio desplazada del poder en la tierra de los zares. Los enemigos del socialismo se encargan todos los días de recordarnos que el bolchevismo no podía terminar de otra manera que como terminó; persecución interna, terrorismo policial (campos de trabajo forzado mediante)
Pero quienes ponen un signo de igual entre el socialismo y el stalinismo, es decir, el autoritarismo de una casta que usurpa el poder a la clase trabajadora, y clausuran así el proceso histórico abierto en Octubre, no logran explicar ni siquiera lo que pasó, no hace cien años, sino hace diez días. Son los mismos que no alcanzan a entender todavía, como un candidato que sacó 3 millones de votos menos que su rival, en la principal potencia mundial, es el presidente de la democracia modélica.
El barullo posmoderno, que trocó a la clase obrera por el tumulto de las mareas indignadas, a la burguesía por las “élites” y que convoca a “repensar” todo (negar la necesidad de la revolución), no encuentra consuelo. La dictadura del proletariado fue un fracaso, pero los obreros siguen jodidos. Llamaron a feminizar el poder y les salió un Trump. El patrón plus-valor está perimido pero la sobre-explotación de la fuerza de trabajo es más brutal que nunca antes, con robots incluidos.
El país más campesino de la tierra (95% de las clases explotadas) fue el primero en llevar la revolución a la victoria. La “correlación de fuerzas” era, a priori, sumamente desventajosa para un partido obrero. La correlación de fuerzas se mide en la lucha, cuando es despojada de los mecanismos que la enmascaran, no buscando el “mal menor”, llamando a la clase obrera a cerrar filas con los Astori-Vázquez para evitar que vuelvan los Lacalle o retirando a los obreros de la batalla al precio de continuas concesiones. La colaboración de clases es un freno para los explotados.
Esta visión, no es una improvisación new age tan de moda. Está precedida por un análisis minucioso que arranca en las entrañas mismas del partido bolchevique. La corriente histórica que encabezo Trotsky tiene en su haber una caracterización pormenorizada de los principales procesos políticos que llevaron al accidente histórico que significó el régimen encabezado por Caín Stalin: La revolución China, la revolución española, el ascenso del nazismo al poder, etc.
“Ninguna idea progresista ha surgido de ‘una base de masa’, si no, no sería progresista. Sólo a la larga va la idea al encuentro de las masas, siempre y cuando, desde luego, responda a las exigencias del desarrollo social. Todos los grandes movimientos han comenzado como ‘escombros’ de movimientos anteriores. Al principio, el cristianismo fue un ‘escombro’ del judaísmo. El protestantismo un ‘escombro’ del catolicismo, es decir, de la cristiandad degenerada. El grupo Marx‐Engels surgió como un ‘escombro’ de la izquierda hegeliana. La Internacional Comunista fue preparada en plena guerra por los ‘escombros’ de la socialdemocracia internacional. Si esos iniciadores fueron capaces de crearse una base de masa, fue sólo porque no temieron al aislamiento. Sabían de antemano que la calidad de sus ideas se transformaría en cantidad. Esos ‘escombros’ no sufrían de anemia; al contrario, contenían en ellos la quintaesencia de los grandes movimientos históricos del mañana” [L.T]
El periodo de las medidas a medias ha terminado. Es hora de más octubres.