Los eventuales vaivenes en la diplomacia de Tabaré Vázquez no desmienten que desde el inicio de su mandato se orientó a un realineamiento internacional, que incluye la integración a la Alianza para el Pacífico y la negociación de un TLC con Europa. Esta orientación no hizo más que fortalecerse tras la derrota del kirchnerismo y el golpe en Brasil contra Rousseff.
La política del (¿ex?) mujiquista Almagro frente a Venezuela, y las declaraciones de Nin Novoa reclamando la convocatoria del referéndum revocatorio, reflejan al menos a un ala del Frente Amplio.
Las vacilaciones que mostró Susana Malcorra -canciller de Macri, inicialmente favorable a la entrega de la presidencia pro témpore del Mercosur a Venezuela- revelan que existe un dilema más profundo que la simple distinción entre “derechistas” y “progresistas”. El propio imperialismo -para ser más precisos, Obama y el Departamento de Estado- no está interesado en una desestabilización tal en Venezuela que obstaculice las negociaciones entre el gobierno de Colombia y las FARC, que se realizan nada menos que en Cuba. Uribe, asociado a la derecha republicana, bombardea esas negociaciones y busca radicalizar a la oposición venezolana. Malcorra declaró hace poco que es “fundamental” el avance del acuerdo en Colombia: “Vamos a ser parte de la Misión de Observación de ONU. Estamos trabajando en un esquema de cooperación para ayudar en la reinserción de las FARC en el proceso de post conflicto” (La Nación, 24/6). Por otra parte, el gobierno venezolano -actor fundamental en dichos acuerdos- jugaría un rol fundamental en la reapertura de negociaciones entre Santos y el E.L.N. colombiano.
Todos los regímenes políticos están sacudidos por la crisis capitalista, empezando por los propios EE.UU., donde en otro tiempo hubiera sido impensable el triunfo de Trump en la interna Republicana, mientras que la enorme votación de Sanders mostró el descontento masivo de la juventud con el régimen sometido a Wall Street. El golpe en Brasil, la crisis en la Nueva Mayoría chilena, la precariedad del gobierno macrista, son otras tantas manifestaciones de este fenómeno, por lo que Maduro no está solo. Cuando Larrañaga declara que el FA “está pronto para perder” pero la derecha “no está pronta para ganar y gobernar”, refleja muy bien las características de la crisis en Uruguay. La división de la “oposición” -que se referencia en Macri y en Temer- muestra que la mayor parte de los empresarios aún apuesta a Vázquez y a Astori, pero al mismo tiempo les exigen ir más a fondo en el ajuste contra los trabajadores. La “oposición” ha apoyado en general la gestión de Nin Novoa, por otra parte.
El “malentendido” con José Serra sobre el intento de “compra” al gobierno uruguayo, es apenas un episodio en una crisis continental mayúscula. Vázquez y Nin Novoa se mecen en ella ‘qual piuma al vento’.
La volatilidad de la crisis plantea la necesidad de una intervención independiente del movimiento obrero, para luchar por gobiernos de trabajadores y una federación latinoamericana de repúblicas socialistas.