La impasse del Frente Amplio: La “oposición constructiva”

Las encuestas muestran cierto repunte en la imagen del gobierno. Un factor nada menor en este sentido es la actitud asumida por la supuesta “oposición” de centroizquierda. El Frente Amplio atraviesa una crisis en su conducción, y a su vez una “disputa” en torno a la forma de “oposición” al gobierno.

Las pasadas elecciones mostraron que Daniel Martínez era un candidato resistido y que no lideraba al conjunto del Frente Amplio -en realidad, no lideraba siquiera a los grupos que le dieron apoyo en las internas. Intentó presentarse ante la opinión pública burguesa como el mandamás indiscutido; una señal en ese sentido fue la elección de su candidata a vice -una figura prácticamente desconocida y que no era apoyada por casi ningún grupo del FA, incluido el astorismo del cual provenía. Tras la caída de casi 10 puntos en la primera vuelta y la derrota en la segunda vuelta (por menos margen del esperado), Martínez no se proyectó como jefe del FA. Una de sus fragilidades más evidentes era que no controlaba ni siquiera a su propio partido, lo que volvió a reflejarse cuando el PS le indicó que no lo apoyaba como candidato a la Intendencia Montevideana. Martínez anunció su retiro, y luego se retractó de la renuncia y se proclamó como candidato a la Intendencia, pero sin el apoyo del PS -sino del astorismo. Aún siendo el precandidato del FA con más chances hacia las elecciones municipales, no alcanzará la mitad del electorado frenteamplista. Su liderazgo seguirá cuestionado, y los residuos del astorismo no tienen un aparato suficiente para catapultarlo al plano nacional. En todo el período de la pandemia, Martínez estuvo completamente desdibujado. Tampoco opina sobre la LUC, y su reaparición recientemente para reiniciar la campaña hacia las municipales, lo muestra completamente por fuera del debate nacional. Paralelamente, reaparecen las figuras de Cosse y Bergara que por su presencia en el Senado tienen mayor visibilidad. Queda abierta por lo tanto una pugna en el seno del Frente Amplio, en torno al liderazgo y las futuras candidaturas.

Quien reasumió un liderazgo inesperado fue el ex presidente Tabaré Vázquez, nombrado presidente “de honor” del Frente Amplio. A pedido de la coalición de centroizquierda constituyó un grupo de trabajo que elaboró el documento luego presentado a Lacalle Pou con respecto a la pandemia y al período posterior. Vázquez no se limitó a presentar el documento a la Mesa Política del FA, sino que se lo entregó él mismo al presidente. Luego Lacalle Pou hizo una movida para la tribuna, concurriendo a la casa del ex presidente a darle una respuesta. Lo notable es que el presidente de derecha no se dirige a Javier Miranda (presidente formal del FA) ni a los líderes parlamentarios de la centroizquierda. Este lugar ocupado por Vázquez refleja justamente que los nuevos liderazgos no tienen ningún peso, y Lacalle Pou eligió a su interlocutor porque le sirve para instalar un ambiente de “unidad nacional”, que es en definitiva el discurso de Tabaré.

 

Qué pasa abajo

Cuando asumió Lacalle, desde sectores sindicales y organizaciones sociales comenzó un atisbo de movilización contra la “Ley de Urgencia” y los tarifazos del gobierno. En ese sentido, la “Intersocial” (PIT-CNT, FUCVAM, FEUU, ONAJPU, Intersocial Feminista, etc.) convocó a un “caceroleo y apagón social” para el 25 de marzo. La plataforma de esta Intersocial reclamaba una “renta transitoria de emergencia” equivalente a un salario mínimo para entre otros “trabajadores informales”, “feriantes”, “vendedores ambulantes” y “colectivos en condiciones de vulnerabilidad”. Para financiar esta y otras medidas plantearon que “el gobierno puede utilizar una parte pequeña de las reservas para cubrir esto en un momento de crisis”, estimando el gasto en 500 millones de dólares. El 25 de marzo efectivamente hubo un importante caceroleo en muchos barrios populares, que competía con el aplauso a los médicos y trabajadores de la salud.

Desde la cúpula del Frente Amplio salieron varios dirigentes a apoyar el gobierno y cuestionar más o menos directamente estos reclamos. “Astori apoyó las medidas del gobierno por el coronavirus y pidió un acuerdo nacional” (Subrayado, 30/3), apoyando el recorte de salarios públicos por dos meses, y afirmando que las reservas son “intocables” -al tiempo que señaló que en el BCU existían más de 15.000 millones de dólares: “El hecho de que sean intocables es uno de los mayores capitales que tiene el país, mayor que la reserva propiamente dicha”.

Mientras la estructura del Frente Amplio parecía tomar algunos de los planteos de la intersocial como la “renta básica” de emergencia o la prohibición de los despidos, los principales dirigentes de la coalición siguieron tomando distancia. Esta vez le tocó el turno a José Mujica, que declaró que “no era factible” la propuesta de “prohibir los despidos” por 180 días -en realidad el proyecto del FA no planteaba eso sino sólo duplicar la indemnización en caso de despido.

 

La “oposición constructiva”

El Frente Amplio le ha asegurado la paz social y política al gobierno, como quedó claro no sólo en las movidas de Tabaré Vázquez, sino sobre todo en el accionar de la bancada “opositora” que está dando su voto a más del 50% de la LUC. Hay quienes impulsan una colaboración incluso más estrecha con el gobierno. El emepepista Yamandú Orsi, probable precandidato para unas futuras elecciones del FA, viene planteando que “No es bueno que sigamos en la estrategia de oposición cerrada” (La Diaria, 25/3), y plantea al gobierno una mesa de negociación ante una posible crisis política: “En virtud de que está un poco en duda la unidad de acción de la coalición, ¿qué sentido tiene dejar afuera a FA cuando tuvo la votación que tuvo?”. El intendente de Canelones plantea un escenario de unidad nacional y “terminar con la lógica de las dos mitades” justamente cuando Lacalle Pou y su coalición reaccionaria vienen atacando los derechos de los trabajadores y fortaleciendo la represión. “Tenemos que hacernos cargo todos no sólo del tema sanitario sino de lo que viene después, porque esto es el comienzo de una crisis, cuyo perfil hoy es el de la salud. ¿Alguien puede pensar en que sólo un sector va a poder resolverlo? Lo que se necesita es un esfuerzo patriótico, y eso parte de decisiones políticas contundentes.”

Orsi es el candidato de Mujica para las elecciones de 2024, y es claro que dentro del MPP esta posición no es unánime. De hecho, el que había actuado como vocero del FA para difundir entre otras cosas la “prohibición de despidos” fue el Pacha Sánchez; el cuestionamiento de Mujica a este planteo es también un tiro por elevación a la interna del MPP, contra Sánchez y a favor de Orsi.

Esta orientación de “unión patriótica” se choca frontalmente con la creciente polarización social, acentuando la ausencia de una representación política y un canal para la movilización popular. La burocracia del PIT-CNT apunta en el mismo sentido que Orsi, sobre todo el presidente Fernando Pereira cuando acepta postergar la cuestión salarial, en nombre de la creación de empleos.

Sin embargo, la burocracia sindical necesita al menos saludar a la bandera, presentarse como opositora a los extremos de la LUC (como la mayor limitación al derecho de huelga), y por ello se mantiene dentro de la “Intersocial” y ha debido convocar primero a una movilización el Primero de Mayo y luego al paro parcial de 4/6. El 1° de mayo, las caravanas en todo el país movilizaron probablemente a más de 100.000 personas, si se tiene en cuenta a los que salieron a las veredas a apoyar el paso de los vehículos. La marcha del 4/6, en el contexto de la pandemia, fue importante. Estas acciones, como el caceroleo de fin de marzo, muestran que existe en la base del movimiento popular una fuerte polarización con el gobierno de derecha, que se contrapone a la estrategia de unidad nacional. Entre ambas movilizaciones, el 14 de mayo hubo una concentración importante que no fue convocada por ninguna organización de masas, y que muestra justamente la necesidad de un canal para la acción popular.

 

La izquierda

A la izquierda del FA, y en las “oposiciones” dentro del PIT-CNT (En Lucha, Grupo de los 8), existe un impasse similar o incluso mayor. Por un lado, se hundió la fantasía de constituir una alternativa electoral al Frente Amplio, que guiaba el accionar de la UP -que subordinaba todo a una larguísima campaña electoral, que duró casi 5 años. La UP no sólo no logró instalar a Rubio en el parlamento, sino que perdió su única banca de diputados. La capitalización del descontento en el FA fue de parte de Manini Ríos, lo que muy probablemente haya asustado a los críticos por izquierda que terminaron votando -con la nariz tapada- a Daniel Martínez, buena parte de ellos incluso en primera vuelta. La UP es tributaria de la estrategia de “acumulación de fuerzas” que levantó históricamente el FA y el estalinismo en particular, según la cual hay que hacer alianzas cada vez más amplias con sectores patronales, y en función de esa estrategia hay que evitar “espantar” a las capas medias y la burguesía progre. En este esquema gradualista y de supuesta acumulación progresiva de fuerzas, la clase obrera y los socialistas no deben levantar su programa revolucionario, sino abrazar al programa de la pequeña burguesía (o incluso de sectores capitalistas “nacionales”). El candidato de UP Gonzalo Abella ha proclamado muchas veces que dentro de la UP también están representados los “saravistas” y los “batllistas” (cosa extraña, porque fueron polos opuestos en una guerra civil), es decir, planteamientos contrarios a la revolución socialista de la clase obrera. Es como un deja vú de lo que fue la fundación del Frente Amplio, sólo que sin Michelini, Roballo, Rodríguez Camusso ni Terra. Si aquellos líderes colorados, blancos y democristianos representaban sólo a la “sombra” de la burguesía (que se alineaba masivamente con blancos y colorados), ahora la UP intenta convocar a los “espectros” de aquellos antiguos movimientos populares, hace rato caducos y finiquitados.

 

Conclusiones

El comportamiento de los principales dirigentes del FA en el sentido de la “unidad nacional”, obedece a una exigencia del capital financiero y la gran burguesía. Esos dirigentes no quieren polarizar ni exacerbar las tendencias a la acción de masas, por el contrario se postulan como alternativa burguesa ante una crisis de la coalición derechista. Orsi incluso se ofrece como rueda de auxilio, en caso de una crisis con Cabildo Abierto u otro socio de la coalición. No hay aquí una actitud “anti fascista” del intendente canario: no olvidemos que él mismo había catalogado a Manini Ríos como “artiguista” y “nacionalista”, y no había descartado llegar a acuerdos con Cabildo Abierto si ganaba Martínez.

Andrade y la cúpula del PIT-CNT se presentan como una oposición al gobierno, pero han manejado con cuentagotas la movilización contra la derecha gobernante. Muchas de las iniciativas han partido de otras organizaciones (FUCVAM, Coordinación contra la LUC) como en el caso del caceroleo o de la manifestación del 14 de mayo. La burocracia teme perder la iniciativa y el control del movimiento de masas, por lo que cumple su rol de amortiguación pero convocando a acciones episódicas. Hay que notar que en Chile o EE.UU. la movilización no surge de las burocracias sindicales, del mismo modo que muchos movimientos de protesta en el planeta surgieron completamente al margen de la misma (“indignados” en España, “chalecos amarillos” en Francia), lo que revela el carácter fuertemente conservador de las cúpulas sindicales así como la desesperación de las masas que encuentran otros canales para sus luchas. Muchas veces esos estallidos de furia popular han comenzado con acciones incluso minoritarias que han canalizado un torrente de rebeldía que supera diques de contención aparentemente sólidos. Esto no implica creer que cualquier acción minoritaria es capaz de generar ese torrente. La tesis de la excitación de las masas por una minoría, como requisito para una revolución, ha sido contradecida por la historia. Lo que es importante recordar es que estamos ante una situación de carácter muchas veces volatil y muy dinámica, de grandes transiciones políticas y también de transiciones en el estado de ánimo y de conciencia popular.

En la burocracia sindical y en parte del Frente Amplio se maneja la posibilidad de un referéndum contra la LUC (o contra el 49% de la LUC que no votó el FA), lo cual es una forma de patear la pelota para adelante y justificar que no se movilizará al pueblo para derrotar al gobierno en las calles. Un referéndum puede ser un mecanismo de control social, en tanto canalizaría a los trabajadores a través de una juntada de firmas muy larga, mientras se siembra la idea de que las huelgas y las luchas no pueden cambiar la situación: el Frente Amplio ya había recorrido ampliamente este camino antes de ser gobierno. Sin embargo, es posible que buena parte de los dirigentes descarten el referéndum porque volvería a “dividir al país entre las dos mitades”. Puede existir allí un nuevo terreno de disputa en la cúpula sindical y el aparato del FA.

Las oposiciones sindicales en general no sacan los pies del plato: se limitan a votar en disconformidad en la Mesa Representativa (en el mejor de los casos). No generan actos, ni movilizaciones, ni agitan hacia la base del movimiento obrero. No digamos ya que realicen una coordinación de lucha, como lo hacían los sindicatos combativos en el pasado, que no se limitaban a un discurso de protesta en un plenario o un congreso.

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Author: Rafael Fernández