Finalmente, la Cámara de Diputados rechazó la conformación de una comisión investigadora sobre la intervención de la empresa “Aire Fresco” (vinculada al MPP) en las exportaciones hacia Venezuela. Existen indicios –como mínimo– de que esta empresa utilizó su vinculación al gobierno de José Mujica para beneficiarse en la intermediación para comercializar productos uruguayos, dados sus contactos políticos con el gobierno bolivariano. Por otra parte, “Aire Fresco” aparece como aportista a la campaña electoral del MPP, lo cual también indica que o bien estaría devolviendo favores, o bien es directamente una caja para financiar a este grupo político.
La financiación de los partidos políticos por capitalistas, incluidas grandes empresas que contratan con el Estado, es algo que atraviesa a los partidos burgueses y pequeño burgueses. Así financian las campañas donde pagan cifras fabulosas por publicidad, y así se definen las elecciones. Para obtener los aportes de las empresas, estos partidos deben darles garantías de que defenderán sus intereses. El entrelazamiento con los grandes capitales fue notorio incluso bajo el “presidente más pobre del mundo”: Pepe Mujica fue financiado por el grupo Fernández –ex dueño de Fripur, quien tras la quiebra de la pesquera siguen entre las personas más ricas del país. El Frente Amplio también ha sido financiado por López Mena, por Abitab y Redpagos (redes de cobranza que monopolizan el manejo del efectivo, y se benefician cada vez más de las privatizaciones de la banca estatal), Eurnekian, y muchos otros empresarios. Los partidos Nacional y Colorado tienen sus propios (y muchas veces los mismos) aportistas, por cifras similares sino mayores, y no pueden hacer gárgaras con la cristalinidad o la transparencia. Están todos financiados por los grandes capitales.
La negativa a conformar una Investigadora se impuso con los votos del Frente Ampio y de la Unidad Popular –grupo escindido de la coalición de centro-izquierda, que se opuso con el argumento de la defensa de Venezuela. De esta manera, no tuvo consecuencias la ruptura del diputado Gonzalo Mujica con la bancada oficialista, un hecho de gran trascendencia porque expresa la descomposición política de la coalición de gobierno. En oportunidades anteriores, la bancada frenteamplista se había fracturado en algún tema en particular (sucedió con Semproni o Darío Pérez, entre otros) pero eso no se había traducido en una ruptura permanente. El diputado Mujica puede ser el primero en un proceso de desagregación del Frente Amplio.
Hace poco, el diputado Civila (PS “garganista) declaró que la pérdida de la mayoría parlamentaria sería “una traición”. Civila, quien actualmente preside la bancada del Frente Amplio, forma parte del agrupamiento de partidos y parlamentarios que hasta hace poco planteaban la necesidad de un “giro a la izquierda”, levantando un programa “neo keynesiano”: mayores inversiones públicas, aumento del gasto social, aumento salarial, utilización de las reservas internacionales para financiar inversión en infraestructura, aumento de impuestos a grandes capitales. Al considerar una “traición” la pérdida de mayoría, el legislador anuncia que se va a disciplinar al rumbo del gobierno y que prioriza la unidad frenteamplista por encima de cualquier programa. Algo que ya había demostrado cuando (junto a los restantes “diputados rebeldes”) dio el voto al aumento del impuesto a los sueldos y al recorte del gasto social –exactamente lo opuesto a lo que reclamaba poco antes.
La ruptura del diputado Mujica, ¿es un caso aislado o expresa una tendencia a la desagregación del Frente Amplio? Eso está por verse, pero ya plantea la necesidad al gobierno de abrir negociaciones más allá del FA. De hecho, en este caso (como en el impuesto a la Caja Militar) por ahora lo viene salvando el diputado de la Unidad Popular, y mañana puede depender de algún diputado blanco o colorado (así como el Intendente Daniel Martínez se vio forzado a acordar con Novick para viabilizar el “Fondo Capital”).
La Unidad Popular se negó a la investigadora argumentando que se trataba de una campaña contra la “revolución bolivariana”. A esta altura, continuar refiriéndose al régimen de Maduro como una “revolución” indica un alto grado de ceguera política. El chavismo se constituyó como un gobierno bonapartista de características plebiscitarias, que ganaba cuanta elección o plebiscito debía afrontar (de hecho, Chavez perdió un plebiscito constitucional e hizo cuestión de honor respetar su resultado). Aquel bonapartismo atraviesa su fase de descomposición, ha sido derrotado en las urnas y no es capaz de ir a una nueva confrontación plebiscitaria (referéndum revocatorio). Se constituye cada vez más en un bonapartismo de facto, acorralado por la crisis y por sus propios límites de clase. La corrupción de los altos funcionarios y de la llamada ‘boliburguesía’ que se ha enriquecido gracias a sus contactos con el gobierno (“capitalismo de amigos”), rompe los ojos.
Más allá de la investigadora sobre “Aire Fresco”, la UP está mostrando desde la posición parlamentaria conquistada todas las limitaciones de su planteamiento político, en tanto es incapaz de utilizarla como plataforma para construir una alternativa de izquierda –independiente de las distintas variantes capitalistas. UP oscila entre el seguidismo a blancos y colorados (como se expresó en las elecciones del BPS y en las denuncias en torno a ANCAP) y actuar como rueda de auxilio del Frente Amplio (tendencia que puede acentuarse en la medida que el FA ha perdido su diputado número 50). Carece de iniciativa política, porque carece de un programa auténticamente independiente de la burguesía, es decir, obrero y socialista (que coloque la perspectiva estratégica del gobierno de trabajadores). La tarea para la izquierda es constituirse en alternativa, no ser furgón de cola del oficialismo ni de la oposición de derecha en el parlamento.
Las derrotas de los gobiernos de centro-izquierda o policlasistas (Brasil, Argentina, Chile, Venezuela, Bolivia, etc.) colocan un debate cada vez más ineludible en la izquierda uruguaya. La visita de Dilma Rousseff pareció destinada a agitar el fantasma del regreso del “neoliberalismo” al continente. Como si no fuera el propio Frente Amplio el que lleva adelante el ajuste que exigen el Fondo Monetario y el gran capital, a través de más impuestos a los sueldos, privatizaciones (PPP), recorte del gasto social (educación, salud), y desindexación salarial. La ruptura de Gonzalo Mujica hizo sonar una alarma, y el resultado más probable es que los sectores que afirmaban librar una “disputa” en el seno del gobierno –contra el astorismo– van a arriar aún más sus banderas y a cerrar filas con sus “compañeros”. Este fue el camino que recorrió el lulismo en Brasil, y así condujo a una monumental desmoralización de su base militante, lo cual acaba de expresarse en la nula resistencia obrera al golpe de Estado y en un brutal retroceso electoral en las elecciones municipales.
Los triunfos de la derecha no equivalen a una nueva “ofensiva neoliberal”. Eso está por verse, primero tienen que derrotar al movimiento obrero en el cuadro de una crisis capitalista que ha puesto en jaque a todos los regímenes políticos. Los avances electorales de la derecha son un episodio de esa crisis. Los gobiernos como Macri o Temer tienen incluso menos recursos que los anteriores de cara a la miseria que deben descargar sobre el pueblo, para llevar adelante un rescate a la burguesía en crisis.
Abramos una deliberación en el movimiento obrero y la izquierda. Es allí donde necesitamos “aire fresco”, para superar de una vez la estrategia “poli-clasista” de alianza con la burguesía y levantar un programa independiente, de lucha por un gobierno de trabajadores y por la unidad socialista de América Latina.
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