El año pasado se constituyó, con bombos y platillos, una denominada “Confederación Sindical y Gremial del Uruguay” (CSGU) a partir de pequeños sindicatos y de la Coordinadora de Jubilados de Héctor Morales. Los “confederados” sumaban entre 500 y 1000 afiliados, según sus propios voceros. La ruptura fue defendida por sectores de la UP como expresión de un oposición “clasista” al PIT-CNT.
Cuándo hablamos de un movimiento sindical “clasista”, nos referimos a corrientes o sindicatos que se proclaman independientes del Estado capitalista y de los partidos de la burguesía. Los sindicatos uruguayos fueron, tempranamente, “clasistas”. Organizados por los anarquistas y los primeros socialistas, luego por los comunistas y otras corrientes de izquierda (anarco-sindicalistas, sindicalistas revolucionarios, trotskistas, etc.), siempre se proclamaron opuestos al Estado burgués y a sus partidos, incluido el primer batllismo. Los obreros muchas veces votaban a los partidos tradicionales de la buguesía y de los terratenientes, pero se organizaban en los sindicatos clasistas, de izquierda.
Esto distinguió al movimiento obrero uruguayo de otras experiencias en América Latina, especialmente respecto al sindicalismo argentino que, si bien nació como “clasista” fue luego cooptado por el peronismo, que recicló a buena parte de las direcciones sindicales y las integró a su movimiento burgués nacionalista.
El estalinismo, defensor de la política de “frentes populares” (o “frente democrático de liberación nacional”, en la denominación que toma otras veces), conduce a la liquidación de esa independencia de clase. Mientras que en el movimiento nacionalista los obreros siguen al caudillo en forma directa (no han conquistado aún su independencia política), en los frentes de colaboración de clases es la izquierda reformista la que a través de sus partidos subordina al movimiento obrero al Estado burgués. Esto explica que, aún en “Frentes Populares” casi íntegramente compuestos por los partidos “obreros” (PC, PS), su programa no postule la lucha por un gobierno de trabajadores, sino la “profundización democrática” y reformas en el marco del Estado capitalista.
La burocracia sindical no nació en 2005, como parece que algunos piensan (que contribuyeron a llevar al FA al gobierno, y no rompieron con él hasta varios años después). El acceso del Frente Amplio al gobierno reforzó la subordinación del movimiento obrero al Estado, y fortaleció a las direcciones burocráticas. Pero no hubo un cambio de calidad, apenas de cantidad. Los sindicatos de masas y el PIT-CNT siguen siendo el canal por el que intervienen los trabajadores cuando luchan, como se expresó en grandes huelgas (como las de Adeom, metalúrgicos, la educación, entre otras). La mayoría de su dirección, constituida por distintas tendencias que compiten entre sí, está unificada en lo fundamental: las luchas no deben poner en riesgo al “gobierno de izquierda”, argumentando que la “independencia” no significa “indiferencia” política. Con este mismo discurso, convocaron a paros abiertamente oficialistas para “cerrar el paso a la derecha” de Lacalle, lo que constituía un llamado indisimulado a votar al Frente Amplio que, a través de la “nueva derecha” que se disfraza de “progresismo”, aplica la política del FMI y el gran capital.
La formación de “sellos” sin inserción en la clase obrera no abre ninguna salida a esta situación. El camino lo mostraron los trabajadores de la Educación con sus fabulosas asambleas, masivas y combativas, que enfrentaron al gobierno y a la burocracia sindical, y fueron transitoriamente derrotados. El congreso del Fenapes mostró, luego incluso de esta derrota parcial, la debilidad en que quedó la burocracia sindical, y el avance de los sectores clasistas.
Hasta ahora, se podía pensar que la discusión sobre la CSGU era una cuestión meramente “táctica”, entre dos caminos diferentes para defender el “clasismo”, unos peleando dentro del PIT-CNT para recuperar los sindicatos de masas y desalojar a las direcciones sometidas al gobierno, y otros proclamando un camino alternativo por fuera de dichos sindicatos. El acuerdo realizado por la CSGU –con el aval de la Unidad Popular– con el Partido Nacional y el Partido Colorado, muestra que no se trataba de caminos alternativos hacia el mismo fin. La CSGU ha demostrado que es otra variante de subordinación del movimiento obrero a la burguesía.
El acuerdo implica el lanzamiento de dos listas, la 2 en el orden de los pasivos y la 16 en el orden de los activos. Ambas listas son encabezadas por el Partido Nacional (Carlos Sarthou en la 2, Luis Lisboa en la 16). Lisboa no representa a nadie salvo al PN. Es secretario del diputado herrerista Gerardo Amarilla, no es impulsado por ninguna organización sindical, y afirma que la lista 16 está compuesta en partes iguales por candidatos que están en el PIT-CNT, en la CSGU y… en ninguna organización sindical, es decir, trabajadores que no integran ningún sindicato. ¿A quién representan estos no-sindicalizados? ¿Quién los designó como “representantes”?
Se pretende presentar este acuerdo como algo “gremial”. Falso. Es la subordinación abierta de la CSGU al Partido Nacional, arrimando votos a sus candidatos. La condición para el acuerdo es, en caso de ganar, rotar en el cargo: dos años para el blanco Sarthou, un año para el colorado D’Imperio, y dos años para Morales de la CSGU. ¿Se puede hacer cualquier acuerdo, en función de “crecer” y conseguir un cargo? ¿Incluso una alianza con los partidos que impusieron la reforma de la seguridad social al servicio de los banqueros en los ’90, y que aún hoy defienden las Afaps?
Algunos dicen: pero en los sindicatos hay trabajadores de todos los partidos, también hay obreros blancos y colorados. Por supuesto. Incluso en algunos casos llegan a la dirección del sindicato. Pero la izquierda que se proclama clasista no los lleva a la dirección, libra un combate para que esos trabajadores (usualmente más conservadores) avancen en conciencia de clase y rompan con los partidos que representan a sus explotadores. Si la izquierda hubiera actuado a la manera de la CSGU y la UP, nunca hubiera habido sindicatos independientes del gobierno. Porque el “Pepe” Batlle estaba a la izquierda del FA actual… ¡no hablemos del Cuquito Lacalle Pou!
Los acuerdos de la CSGU con la derecha de la “Concertación” blanqui-colorada son un crimen político. Por esta vía, la CSGU ha firmado su acta de defunción. Podrá pelear por cargos en alguna instancia estatal, pero no puede proclamarse como alternativa clasista frente al PIT-CNT.
Los dirigentes de la UP dirán: pero la dirigencia del PIT-CNT plantea derogar a las Afaps “sólo de palabra”, en la práctica no impulsa la movilización para exigir a “su gobierno” que las derogue. Totalmente cierto. Morales podría haber impulsado una lista independiente con ese discurso. Lo que es imperdonable es que haya hecho una alianza con los representantes de la derecha que impuso las Afaps.