El Primero de Mayo es una jornada de lucha de la clase obrera internacional. Es el día de la independencia de clase por definición, que nos recuerda el antagonismo irreconciliable de los trabajadores con la clase capitalista y su Estado, sus partidos y sus políticos burgueses. La obtención de más de 430.000 firmas por el plebiscito popular sobre la seguridad social plantea un escenario extraordinario en este sentido, porque es un parte aguas muy nítido entre quienes defienden las aspiraciones obreras y quienes le dan la espalda porque defienden los intereses del gran capital, que sólo puede sobrevivirse sobre la base del aumento de la explotación de los trabajadores.
La reforma jubilatoria del gobierno de Lacalle, inspirada por el Fondo Monetario Internacional, apuntó a rebajar las futuras jubilaciones y a obligar a trabajar más años, además de profundizar la privatización a través de las AFAP (ahora todos los trabajadores están obligados a aportar a las administradoras privadas). Se trata de un planteamiento que el FMI impulsa en todo el mundo. Se pretende justificar en el déficit del BPS y en cuestiones demográficas, para ocultar que el objetivo es aumentar la tasa de ganancia a través de un aumento de la explotación de la clase obrera. El aumento de la expectativa de vida es ínfimo si se compara con el crecimiento de la productividad del trabajo, lo que sucede es que esa mejora en la producción se la apropian los capitalistas, no los que realmente producen. Por otra parte, el BPS ha sido vaciado sistemáticamente por los capitalistas, que han rebajado el aporte patronal y votado exoneraciones a las grandes empresas. Luego de rebajar el aporte empresarial del 12% al 7,5% (con los votos de la derecha blanqui-colorada y del Frente Amplio), descargan sobre la clase obrera que crece el déficit de la seguridad social… ¡que ellos mismos provocaron! De esta forma presionan a los trabajadores a aceptar la obligación de trabajar más años para cobrar incluso una jubilación aún más miserable.
La aprobación de la ley jubilatoria del gobierno fue una derrota para la clase obrera, que se impuso por la parálisis de las direcciones sindicales mayoritarias y con la colaboración de la “oposición progresista”. La clase obrera fue llevada a un cuadro desmoralizador, a través de paros parciales y aislados, algunas marchas puntuales, pero sin un plan de lucha que preparara una huelga general de toda la clase obrera para enterrar la ley regresiva y antipopular. No cabe duda que si el plebiscito se hubiera lanzado luego de un proceso huelguístico que enterrara la ley del gobierno, con un ánimo combativo y la moral alta, la situación hubiera sido diferente. Este contexto en el que emerge el plebiscito, destaca aún más el esfuerzo y la decisión con que los militantes que encararon la campaña se lanzaron a lo que parecía casi imposible, que era juntar 276.000 firmas contra prácticamente todo el régimen político. El resultado fue superar en casi 160.000 adhesiones lo exigido para alcanzar el plebiscito, casi un 60% más de lo necesario.
Las encuestas demuestran que una gran parte de la población rechaza la ley jubilatoria de gobierno y apoya la papeleta del plebiscito -sobre todo en cuanto a aumentar las jubilaciones más bajas y revertir el aumento de la edad de retiro. La desesperación del gobierno y los partidos patronales es evidente, así como de los directivos de las AFAP y los bancos. Se ha descargado una gran campaña de intoxicación sobre la ciudadanía, buscando presentar a este plebiscito como una “confiscación” de los aportes de los trabajadores. Los confiscadores son justamente el gobierno y las AFAP. Las vías por las cuales se confiscan los derechos jubilatorios de los trabajadores son dos: el primero ha sido la modificación de las tasas de interés y las tablas de mortalidad a partir de las cuales se calcula la renta mensual que cobra un jubilado o pensionista a través de las AFAP (jubilación privada). Antes de alcanzar las condiciones para percibir esa renta previsional, los asalariados están forzados a hacer su aporte a las AFAP, que deducen más de un 20% de los mismos por concepto de comisiones y seguros. Además, nada garantiza que las colocaciones realizadas por las AFAP obtengan ganancias, de hecho en el año pasado han tenido pérdidas. O sea que la “cuenta” del trabajador se ha reducido, no incrementado. La otra vía para la confiscación del trabajador es a partir del sistema estatal, ya que se modificó a la baja la forma de cálculo (tasa de reemplazo y años de trabajo considerados para establecer el sueldo jubilatorio), además de aumentar la edad de retiro. El ladrón grita “¡Al ladrón! ¡Al ladrón!” para generar una distracción y escapar. El confiscador de los trabajadores, Rodolfo Saldain, aparece frecuentemente en los medios de comunicación acusando al plebiscito de confiscación y al mismo tiempo, sin temor a contradecirse, de que la papeleta “incorporaría en la Constitución las causales y la fórmula de cálculo” de las leyes de 1996 y 2008, es decir que se derogarían todas las modificaciones a la baja de ese cálculo (e impediría futuras rebajas). En otras palabras, la papeleta del movimiento obrero asegura una jubilación más alta que la ley del gobierno. Los confiscadores son Saldain y el gobierno reaccionario.
En un año electoral, el acto del PIT-CNT se ha tendido a insertar en las campañas frenteamplistas, pero este año se da un escenario político muy especial, porque el plebiscito que acaba de conquistarse establece otra divisoria de aguas, que desnuda que el Frente Amplio es una fuerza que organiza la conciliación de clases o, si somos más precisos, la subordinación de la clase obrera a una dirección burguesa y a los intereses del capital. El eje de este Primero de Mayo, “Por el triunfo popular” refiere a la votación del plebiscito, lo que significa un choque con todos los candidatos y partidos del régimen político.
Orsi y Bergara, ahora unidos en un frente político en la interna del FA, han atacado al plebiscito una y otra vez. Bergara incluso ha llegado a afirmar que las AFAP nada menos que protegen los ahorros de los trabajadores (ver nota). Mejor defensor de la estafa jubilatoria que el propio Saldain.
La interna sindical
La aprobación del plebiscito en el PIT-CNT enfrentó muchos obstáculos y maniobras, y logró imponerse por la persistencia de sectores clasistas, que se negaron a subordinar la campaña del movimiento obrero a los intereses electorales del FA. Han salido muy golpeados los sectores sindicales que integran las corrientes “Articulación” (como la actual Secretaria General del PIT-CNT Elbia Pereyra, y la dirección del sindicato bancario AEBU), así como “En Lucha” (integrada por COFE, la FOEB y ADEOM, entre otros). La burocracia sindical atravesó una crisis de la cual aún no se ha recuperado. Debe tenerse en cuenta que la mayoría del PIT-CNT estaba sostenida por esas dos corrientes más el Partido Comunista, que ahora quedó a su pesar distanciado de sus antiguos socios. No es casual que se haya postergado el Congreso de la central sindical, que debía realizarse este año según el Estatuto, y se ha postergado en nombre de que hay muchas tareas (razón de más para debatir las campañas y planes de movilización). Por otra parte, la “Coordinación de Sindicatos” que incluye a los principales sindicatos que apoyaron el plebiscito inicialmente está, contradictoriamente, atravesando una crisis por diferencias internas que se arrastran desde hace tiempo y que amenazan con llevar a una fractura a esta coordinación. Un documento presentado al debate desde dos sindicatos (SINTEP y AUTE) que integran el Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT plantea consolidar una alianza con el PCU para establecer una nueva mayoría (en oposición a las otras dos corrientes), lo cual genera resistencias en otros sectores. En la práctica, la aprobación de la papeleta y la campaña por las firmas expresó un acuerdo coyuntural y episódico entre estas corrientes, el planteo es hacerlo permanente, lo cual en última instancia inscribiría a la CdS en la orientación de ayudar a ganar al Frente Amplio y con la ilusión presionarlo para generar un “giro a la izquierda”, despertando ilusiones en que el FA es pasible de ser modificado y hasta rescatado para una acción transformadora en favor de la clase obrera. De allí a considerar que integra el “bloque social y político de los cambios” (posición del PCU) hay un paso muy pequeño.
Está en los hechos abierto un debate, aunque aún sea confuso en términos políticos. Es necesario caracterizar con claridad que el Frente Amplio no es expresión del “movimiento popular” (ni mucho menos del movimiento obrero) sino que defiende un programa de carácter capitalista y de sometimiento al FMI. Luchar por la independencia de clase requiere romper toda alianza y subordinación a los sectores burgueses. La ilusión de un “giro a la izquierda” bajo un gobierno del FA conduce a una nueva frustración. Como toda la experiencia latinoamericana lo demuestra, las versiones 2.0 del “progresismo” están infinitamente más a la derecha que las anteriores, y sus inevitables fracasos conducen a nuevas y empeoradas versiones derechistas (como la de Milei) si la izquierda y el movimiento obrero se subordinan a estos gobiernos y fuerzas políticas. Precisamente ante esta situación nueva ya el año pasado el Partido de los Trabajadores había planteado la necesidad de convocar un Encuentro de Trabajadores y de la Izquierda Clasista, un planteo que creemos totalmente vigente para debatir la campaña por el plebiscito así como la caracterización de un muy probable nuevo gobierno (capitalista) de centro-izquierda. También es necesario debatir la caracterización de la situación mundial, signada por la bancarrota capitalista, la guerra imperialista y el genocidio contra el pueblo palestino.
En un nuevo Primero de Mayo, llamamos a una movilización internacional de la clase obrera contra la guerra y los gobiernos que la impulsan, por la derrota del sionismo y el imperialismo y la defensa incondicional de la rebelión del pueblo palestino. Por gobiernos de trabajadores y la unidad socialista de América Latina.