“Existe una cita secreta entre las generaciones
que fueron, y la nuestra.
Y como a cada generación que vivió antes que nosotros,
nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica
sobre la que el pasado exige derechos.
No se debe despachar esta exigencia a la ligera.”
Walter Benjamin
Hoy se cumple otro 20 de mayo, otro 20 de mayo sin verdad ni justicia, con impunidad, con complicidad estatal, con cárceles VIP, con madres que continúan buscando a sus hijos. Pero también vuelve a presentarse el reclamo de justicia, de juicio y castigo, de terminar con la impunidad, de recordar a los caídos, de aprender de ellos y de colocar nuestra lucha como una continuación de la suya. La cuestión es que no hay pandemia que mate la memoria histórica.
Memoria histórica
A menudo se presenta la memoria histórica de forma distorsionada, como una herramienta historiográfica, como una capacidad únicamente de los individuos, cuando en realidad es un elemento inseparable de la conciencia histórica, de la conciencia colectiva de los pueblos. Es también una de las armas revolucionarias mas importantes, en todas las revoluciones los oprimidos han empuñado el recuerdo de los muertos como un potente juicio histórico a los torturadores del pueblo, tan poderoso e imprescindible como la rabia por el presente, y la comprensión de la necesidad de conquistar el futuro.
Recordar a los héroes de nuestro pueblo y de nuestra clase no es un ejercicio pasivo. Recordarlos es recordar que ellos fueron capaces de luchar por lo suyo y lo nuestro, que fueron capaces de entregar su vida por la de todos, que su integridad fue tan poderosa que hizo temblar a todo un régimen político, integrado por cobardes, explotadores, asesinos, y que en la lucha contra ellos el pueblo logró incluso hacer aparecer la posibilidad de la victoria. Lo revolucionario de este recuerdo es que ellos son nosotros, y que por lo tanto la lucha, la solidaridad, y el poder para hacer peligrar la dominación de los opresores, también es algo que forma parte de nosotros. La memoria histórica es por lo tanto la comprensión real de cuanto de todo esto habita en nosotros.
La memoria histórica es un arma revolucionaria porque una vez que honramos y homenajeamos a nuestros mártires, una vez que los lloramos y los sentimos, llega la comprensión y la voluntad de redimirlos. Los asesinados por la dictadura eran luchadores, eran revolucionarios. Por lo tanto recordarlos de forma revolucionaria, es aprender de ellos, de sus conocimientos en la lucha contra el Estado, sus métodos, sus ideas mas movilizadoras, y utilizar estas como un arma para derrotar a los responsables de su asesinato. Por lo tanto reivindicar la lucha de nuestros mártires, es recordar la huelga general del 73 y las huelgas que la precedieron, las ocupaciones de fabricas, liceos y barrios, la movilización callejera estudiantil, los debates políticos, el Congreso del Pueblo (como ejemplo de un pueblo consciente con capacidad de deliberar su orientación colectiva, su programa), el arte revolucionario y la resistencia clandestina. Todo esto forma parte de nosotros, y tarde o temprano sabremos revivirlo para derrotar a nuestros enemigos.
Impunidad
Quienes tienen el poder saben lo poderosa que es el arma de la memoria histórica, los miembros mas conscientes de la clase dominante han aprendido (con todos los privilegios de su clase) las lecciones de sus antepasados opresores, y han comprendido lo central que es para la conservación de su poder negarle al pueblo la memoria histórica. La impunidad de los genocidas es una herida histórica a la conciencia del pueblo, la clase dominante no logró imponer que olvidemos a nuestros muertos, pero logró privarnos del poder de hacer justicia, y peor aún, logro que normalicemos y aprendamos a vivir con esto.
De esta forma se fue deformando nuestra relación con el pasado, y ahora cada vez que nos humillan nos auto percibimos como débiles, como desarmados, a pesar de que seguimos siendo la mayoría y de que la sociedad sigue dependiendo del trabajo de nuestras manos. En esta operación han participado todos los partidos políticos del régimen capitalista. Incluso el Frente Amplio, por cuya bandera innumerables luchadores dieron la vida, lo cual es sin duda uno de los principales factores en la desmovilización y el desanimo del pueblo. Ellos defienden la impunidad porque conocen mas que nadie, mas que nosotros, el compromiso férreo que tienen con la clase dominante y con la explotación capitalista. Saben que si accediésemos a nuestro derecho al poder de hacer justicia, podríamos no querer detenernos, y juzgar no solo las injusticias del pasado, sino las del presente, de las cuales ellos son defensores, y por lo tanto no se salvarían.
Vivimos sin duda un capitulo muy gris de nuestra historia, y hasta macabro, si pensamos solo unos segundos en la inhumanidad de todo lo que hemos normalizado, asusta pensar en que esa capacidad habita también en nosotros. Pero hay algo esperanzador: a pesar de todas las derrotas, el pueblo no olvida. La memoria histórica resiste y exige. Cada 20 de mayo las calles se llenan con decenas de miles de personas, e incluso este año, bajo una inédita pandemia, el pueblo vuelve a comprometerse con mantener vivo el recuerdo. En mi opinión esto tiene un significado: el pueblo todavía no esta preparado para levantarse y arrancar por la fuerza el poder de hacer justicia, pero año a año todo lo humano y revolucionario que existe y late en el lo hace gritar a toda la sociedad que esa tarea sigue vigente, y que mas tarde o mas temprano la va a cumplir. Y el día en que eso pase no habrá cárcel VIP, ni aparato represivo, ni parlamento corrupto, que le niegue su derecho a la justicia.
Hasta la victoria
La historia es una acreedora mas estricta que cualquier organismo financiero. A pesar de las derrotas, a pesar de que como dijo Walter Benjamin, si el enemigo vence ni los muertos estarán a salvo, la historia volverá para recordarnos la deuda que tenemos con ella, con nosotros. Nuestras tareas pendiente como humanidad. Organicémonos para luchar contra la impunidad, utilicemos la memoria histórica como arma revolucionaria, para imponer la apertura de los archivos, hasta encontrar a cada desaparecido, hasta hacer cenizas la Ley de Impunidad. Tomemos las calles hasta que sea juzgado cada asesino, cada torturador, y cada cómplice. Hasta que hayan desaparecido todas las injusticias que nos oprimen.