La consumación del golpe militar no ha desarmado la crisis política en Bolivia. Aún antes de que Evo Morales presentara la renuncia que le exigió el alto mando militar, un número importante de funcionarios de gobierno habían presentado la suya, bajo la presión de ataques armados, incluido el incendio de varias viviendas. La línea sucesoria de la presidencia quedó desmantelada luego de las renuncias del vicepresidente y los presidentes del Senado y Diputados. Podría darse el caso de que asuma un legislador opositor, que estaría obligado a tomar medidas de gobierno y a convocar a elecciones, enfrentado a una Asamblea Nacional de mayoría indigenista. Existe por lo tanto la posibilidad de que se forme un ya anunciado “gobierno cívico-militar”, lo cual podría llevar a la disolución del parlamento. El golpe de estado cobraría entonces su forma más definida. No hace falta decir que unas elecciones convocadas como consecuencia de un golpe militar arrancarían de una ‘irregularidad’ de origen que supera la que se ha venido denunciando. Evo Morales había ofrecido convocar a otras elecciones y a cambiar al Tribunal Electoral, en una concesión que va más allá de llamar a una segunda vuelta entre Evo y Carlos Mesa. También había ofrecido habilitar la participación de “otros actores”.
El golpe de estado se ha abierto paso sin la menor resistencia de parte del gobierno indigenista, a pesar de que acababa de obtener una victoria electoral que nadie cuestionó. El ‘fraude’ que denuncia la oposición se refiere a otra cosa: a la diferencia de votos entre los primeros dos candidatos, que podría haber sido menor a los diez puntos que se requieren para evitar una segunda vuelta. Morales ha recurrido al viejo pretexto de evitar “el derramamiento de sangre” para capitular ante el golpe, ignorando lo que muestra la experiencia histórica de América Latina – que los mayores “derramamientos de sangre” son la consecuencia de la victoria de los golpes reaccionarios. La burocracia de la Central Obrera Boliviana, ligada al MAS, adoptó el mismo criterio para bloquear una movilización anti-golpista que, bien entendida, debía ir acompañada de la formación de milicias obreras. Esta línea derrotista está lejos de ser unánime, pues numerosas comunidades campesinas y las juntas vecinales de El Alto están llamando a combatir el golpe. Aquí se están formando “comités de autodefensa” y la organización de una “policía sindical” contra el aparato policial.
Desde un primer momento hemos escrito que estaba en marcha un golpe de inspiración bolsonarista (ver aquí). Las pruebas acaban de ser aportadas por El Periódico, que ha reproducido audios de las reuniones del fascista cruceño Camacho (citado abundantemente en los Panamá Papers) con el canciller brasileño Araujo en mayo pasado. Las conversaciones muestran que Bolsonaro tenía caracterizado que las elecciones del 20 de octubre abrirían una crisis política que debía ser utilizada para derrocar al gobierno indigenista. No es necesario ser muy avispado para advertir que un golpe de estado, en las actuales circunstancias políticas, sólo podía tener un carácter internacional. Desde el derrocamiento de Zelaya en Honduras, se han producido varios golpes de características similares – contra el paraguayo Lugo y la brasileña Rousseff. Nuevas investigaciones mostrarán, con toda seguridad, cómo el aparato militar brasileño ‘trabajó’ a la policía y al ejército bolivianos para consumar el golpe. En el gabinete de Bolsonaro se encuentra el ex jefe del ejército lationamericano (Minustah), formado a pedido del expresidente Clinton para ocupar Haití, Augusto Heleno. Este personaje tuvo harto tiempo para ‘trabajar’ a los mandos militares de otros países (sólo Cuba y Venezuela rechazaron participar de la ocupación de Haití).
La recusa de Macri a condenar el golpe justifica a quienes lo calificaban como una “basura” similar a la “dictadura”. El trío que forma con Bolsonaro y Trump ha tenido una intervención pública en el golpe, como lo evidencia el involucramiento de los senadores norteamericanos Rubio y Menéndez en el golpe boliviano (Forum, San Pablo). Alberto Fernández ha pedido un repudio de la cancillería macrista al golpe en el que Macri ha tenido una intervención directa. La ignorancia de este complot por parte de los candidatos a Exteriores del kirchnerismo, no sólo demuestran que están en el limbo sino que van a remolque de la política trumpista de la derecha continental.
Sin tantos vínculos diplomáticos, nuestra Tendencia advirtió en la Conferencia Latinoamericana que convocó el Partido Obrero el año pasado lo siguiente:
“Bajo la rúbrica del acuerdo comercial del gas, Bolsonaro despliega un apoyo abierto a una victoria de la derecha en Bolivia, que vota el año que viene; a la derecha en Argentina; y propicia incluso un boicot completo a Venezuela. La lucha contra el fascismo asume, en estas condiciones, un alcance internacional. Bolsonaro retoma una política que sirvió al golpe contra Lugo, en beneficio del capital brasileño en Paraguay. El indigenismo boliviano asiste con impotencia a esta ofensiva, incapaz de movilizar al pueblo en forma revolucionaria y dependiente del gran capital petrolero instalado en Bolivia”.
Pavada de caracterización.
Con estos antecedentes, el pasado 5 de noviembre señalamos:
“Sin dar ningún apoyo a la pureza de la elección comandada por Evo Morales, es necesario establecer una clara línea de lucha contra el golpe brasileño-cruceño-trumpista. Las centrales obreras e indígenas oficiales apoyan incondicionalmente al gobierno, pero otras, en Potosí, por ejemplo, y varios otras, levantan la bandera de la ‘democracia’. Es decir que la dirección política de la crisis se encuentra monopolizada por ambos bandos capitalistas de la crisis (la burguesía indigenista, de un lado, y la oligarquía de oriente, del otro). La derrota del golpe, por medio de una acción de masas, que repita en mucha mayor escala la marcha indígena del altiplano a oriente en 2007, es una prioridad. Sobre la base de una derrota completa del golpe de Bolsonaro y la oligarquía cruceña, deberá plantearse la convocatoria de una Constituyente Soberana”.
La mención a la marcha indígena sobre Santa Cruz, para combatir un intento golpista anterior de la oligarquía cruceña, no puede ser más oportuna, porque muestra que el mismo gobierno que ahora capitula supo enfrentar un intento similar, con independencia de que luego consiguiera un compromiso de esa oligarquía, que duró una década.
De acuerdo a lo que se conoce hasta ahora, el desenlace del golpe de estado continúa incierto. Los yanquis y la derecha necesitan revestirlo de un propósito ‘democrático’, por medio de elecciones a plazo corto. La irrupción del fascista Camacho cambia, sin embargo, los parámetros de las elecciones recientes, cuando Mesa monopolizaba las expectativas opositoras. No es lo mismo la pequeña burguesía de La Paz y Cochabamba o los cooperativistas de Potosí, que apoyaron a Mesa que la oligarquía agrario-financiera de la Media Luna boliviana – El Beni, Santa Cruz, que ha lanzado al ruedo a Camacho. Por otro lado, como ya fue dicho, se encuentra el problema de la naturaleza que se imprima al gobierno provisional. En este contexto se presenta lo más importante: cómo hacer frente a la persecución contra los líderes y militantes del MAS, y la política y la perspectiva del reagrupamiento de las fuerzas antigolpistas, que ya se ha iniciado.
La lucha contra el golpe significa la lucha por el derrocamiento del gobierno que instalen los golpistas. Esto, y no las expectativas en las nuevas elecciones que se supone convocarán los golpistas, debe ser una prioridad. Esas nuevas elecciones ya son fraudulentas – política y jurídicamente. Es, sin embargo, lo que estarían dispuestos a admitir quienes se dicen preocupados por el “derramamiento de sangre”. La tarea debería ser el frente único de las organizaciones obreras y campesinas contra el golpe, denunciando el colaboracionismo con los militares de parte de las burocracias que pretenden conservar, bajo nuevas formas, la cooptación del Estado promovida por el gobierno del MAS.
Abajo el golpe, abajo el gobierno golpista, desarme del militarismo golpista, armamento de los trabajadores.
11 de noviembre 2019
Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)