Brasil discute un golpe de estado

La noticia de una nueva renuncia en el gabinete de Bolsonaro se difundió a velocidad digital, porque se trataba de un ministro de Salud que había asumido hace un par de semanas solamente. Encargado de ofrecer una alternativa a la política de su antecesor, un bolsonarista partidario del “distanciamiento social”, no pudo encontrar el punto medio entre eso y el piedra libre al virus que Bolsonaro sostiene virulentamente. Sustituye al dimitente su vice – un militar designado por el Messías para la eventualidad que acaba de consumarse. Así, el gabinete de Bolsonaro reúne más militares que la media de los gobiernos propiamente militares. Mientras tanto, el 99% de los 25 gobernadores de Brasil, si no más, defienden una política de encierro de los habitantes, aunque sólo en pocos casos apelando a la coacción estatal – o sea decretos. El número de infectadosovid-19 ha comenzado a crecer en forma geométrica, lo mismo que los fallecidos. La red O Globo, que tiene un alcance que supera a cualquier otra institución del país, ha convertido a sus noticieros en una plataforma metódica de agitación política contra el gobierno.

De cualquier modo, la noticia del día se encuentra opacada por otra de la jornada previa – un artículo firmado por el vicepresidente Hamilton Mourao, un general en situación de retiro, que apareció en O Estado de Sao Paulo – otra tribuna fuerte de la campaña contra Bolsonaro. En el texto designa a Bolsonaro “como uno de los actores que se han tornado incapaces de lo esencial para resolver cualquier problema: sentarse a una mesa, conversar y debatir”. Es claramente un palo también para el Congreso y el Poder Judicial, y la insinuación de que un golpe para poner fin a la presidencia de Bolsonaro pondría fin al poder legislativo y límites políticos al Tribunal Superior. Un futuro presidente gobernaría con los gobernadores y las legislaturas de cada estado, algo que Mourao sugiere cuando defiende la forma federativa del régimen político de Brasil, en otro trecho del artículo.

Todas estas precisiones, sin embargo, son todavía excesivas. La crisis política en Brasil ha adquirido proporciones enormes, esto en función de un impasse catastrófico. El descontrol de la pandemia no es la causa sino la consecuencia de una situación de conjunto. No es para nada claro que Mourao tenga el apoyo de las Fuerzas Armadas, que atraviesan un equilibrio inestable. La Marina y la Aeronáutica no se han comprometido con Bolsonaro como lo ha hecho el Ejército, en el cual hay que distinguir a los retirados en funciones de gobierno, y al mando y oficialidad activa. El ministro de Defensa acaba de desmentir a Bolsonaro, que ha pretendido negar lo que revela un video de una reunión de gabinete en donde reclama el control de las policías federal y de Río de Janeiro, con la intención proteger las actividades paramilitares de sus hijos. La controversia acerca de esa filmación tiene paralizada a la política nacional, con los principales órganos de prensa reclamando que se haga pública. La fragmentación del régimen político tiene lugar cuando el ejército ha puesto treinta mil tropas a lo largo del territorio para colaborar contra la pandemia, en lo que se reputa como una movilización mayor a la registrada cuando Brasil entró en la última guerra mundial. En la crisis se cruza el fuerte interés de un núcleo poderoso del Ejército a favor de una alianza político-militar con Trump, para dotar a las fuerzas armadas brasileñas de un poder de arbitraje decisivo en la política latinoamericana.

Las masas brasileñas están muy conmovidas por la pandemia, que está arrasando con sus condiciones de vida pésimas, y de rebote con la crisis política que le muestra que el elenco renovable que dirige Brasil desde siempre las está llevando a la muerte. Del lado de la llamada “macroeconomía”, el real no para de devaluarse, alentado por el propio gobierno, que está obligado a emitir dinero fácil para cubrir gastos que no tenía previstos o los gastos de los estados que subsidian el “distanciamiento social” en sus territorios.

El callejón sin salida en el que ha entrado Brasil asegura que habrá un intento de salida golpista, pero también que ella carece de los sustentos mínimos de éxito.

Cuando se levanta un poco apenas la mirada sobre la crisis capitalista internacional en su conjunto, se advierte que las contradicciones insuperables del capital y su choque violento con la naturaleza objetiva y subjetiva (la humanidad), conducen a crisis revolucionarias gigantescas.

+ posts

Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)

Share:

Author: Jorge Altamira

Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)