Publicado en el semanario Voces el 27/6
Es notorio, y ya evidente que el tema de la cuestión ambiental, (así como la de una gran cantidad de problemas claves para la población explotada del país), está fuera de la agenda de discusión en la presente campaña electoral. No es una casualidad, ni se trata de un descuido u olvido de los principales candidatos del FA o de la derecha blanqui-colorada. Por el contrario, es una omisión consciente. Se busca escamotear las responsabilidades políticas y sociales de la evidente contaminación del país en los últimos años, algo que ha quedado de manifiesto con la emergencia de las cianobacterias en todos los cursos de agua durante el verano pasado. Por eso, tampoco se menciona el envenenamiento alimenticio sistemático a la que la población está siendo sometida, producto del glifosato y de los agrotóxicos, o incluso el envenenamiento directo por fumigación en el ámbito rural tanto en escuelas como a trabajadores del campo, todo a causa del enorme boom del agronegocio.
Menos aún, se menciona el tema de la instalación de UPM2 que aumenta el saqueo de tipo colonial, y la contaminación de nuestros ríos, en especial con fosforo, además de profundizar la deforestación que perjudica los suelos y favorece las inundaciones.
De estos temas no se habla porque la contaminación ambiental de enormes magnitudes se encuentra generada por las grandes empresas y grandes capitales, a los que todos los partidos del régimen buscaron y buscan favorecer. Se trata de industrias y agroindustrias que se guían por la búsqueda de ganancias, para las cuales los recursos naturales y el trabajo humano no son más que costos, es decir algo inerte, un simple número.
Para realizar sus negocios, estos grandes capitales también intervienen en la política, a partir del financiamiento a los partidos, e incluso a partidos que compiten entre sí, de esta forma obtienen los contactos y los favores del aparato estatal para dar vía libre a su explotación. Tal fue el caso, de la minera Do Vale en Brasil, responsable de tres catástrofes ambientales que terminó con la vida de cientos de trabajadores y destruyó un pueblo entero.
Por eso la defensa de la vida, de la salud y del ambiente sólo puede realizarse en contraposición a la ganancia del gran capital, a aquellos que la violentan sistemáticamente en todos sus términos, y a quienes son sus administradores en el Estado.
El manto de silencio sobre este importante tema se debe a que el problema de la contaminación ambiental, y el cuadro general de calentamiento global pone en jaque al capitalismo, porque es la evidencia más profunda de que vivimos en un régimen social agotado y profundamente destructivo, que no tiene ni el más mínimo respeto por la vida.
En lo inmediato es necesario prohibir los agrotóxicos, rechazar la instalación de UPM2, anular la ley de riego y realizar una limpieza profunda de nuestras aguas, con el control riguroso de los desechos industriales. Es urgente una campaña por la nacionalización de los recursos naturales y de las industrias contaminantes y su colocación bajo control de las organizaciones ambientalistas y de trabajadores.
Pero el problema de fondo, para proteger el medio ambiente, es avanzar en una reorganización económica y social sobre nuevas bases, terminar con la explotación y abrir paso a una sociedad que produzca en función de las necesidades sociales, proteja y conviva con la naturaleza. Esta es la agenda de conjunto que debemos imponer las organizaciones ambientales, de trabajadores y la verdadera izquierda, la izquierda socialista. Esta es la campaña que el Partido de los Trabajadores ha venido defendiendo en estas elecciones.