Publicado el jueves 25 de julio en el semanario Voces
El proceso de reestructuración de la petrolera brasilera Petrobras que inició el gobierno de Jair Bolsonaro culminó con el retiro de la empresa del mercado Uruguayo. El 100% de las acciones de Petrobras, así como el 55% de Conecta (una distribuidora asociada con ANCAP), pasarán en estos días a manos del Estado, lo cual constituye en primer término un triunfo (aunque aún parcial) para sus trabajadores que lograron defender y mantener sus fuentes de trabajo. Es preciso destacar que el mérito de este triunfo le cabe a los trabajadores y trabajadoras del Gas que desarrollaron una lucha fenomenal en defensa de sus puestos de trabajo, rechazando los despidos. El sindicato del gas ocupó la planta y la gestionó desafiando así a la política de vaciamiento, lo que propició rápidamente la intervención de la justicia burguesa que en una supuesta defensa de la propiedad privada dictó el desalojo, el cuál fue comunicado con la policía. Pero los trabajadores persistieron, algunos dirigentes sindicales desarrollaron una huelga de hambre que duró más de una veintena de días y montaron un campamento en las inmediaciones de la Plaza Independencia. El conflicto fue apoyado por un contundente paro general de todo el movimiento obrero, con movilización a Torre Ejecutiva.
En sus inicios el gobierno había manifestado que nada podía hacer. La aguerrida lucha de los trabajadores del gas se presentaba como un problema frente al desarrollo de la campaña electoral, y sobre todo (y lo más riesgoso) como un ejemplo a seguir por otros gremios, y trabajadores frente a los miles de envíos al seguro de paro, despidos y cierres de empresas que estamos viviendo.
En este sentido, es necesario destacar la diferencia en lo que respecta a las medidas de lucha y la movilización que adoptaron los trabajadores del gas frente al ajuste, el vaciamiento y la amenaza de cierre; ocupación, control obrero y huelga. Este método fue el que impidió que la empresa siguiera el mismo derrotero que Fanapel, Fripur u otras empresas que han despedido a gran parte de su personal, y constituye un ejemplo para el conjunto del movimiento obrero frente a la etapa que se abre.
Por otro lado, también es importante problematizar la cuestión de la estatización en lo que refiere a la política del gobierno. Vázquez afirma que la medida acordada con Petrobras reafirma el acuerdo de inversiones y los buenos negocios con Brasil y confirma el excelente clima de inversiones que hay en el país.
Ahora bien, debemos preguntarnos entonces si ¿estamos acaso frente a un rescate del Estado uruguayo a la quiebra de una empresa extranjera? ¿El Estado uruguayo está siendo garante del negocio empresarial? No lo sabemos con certeza, pues desconocemos los libros contables de Petrobras, pero según pública O Globo las pérdidas de las empresas en Uruguay ascenderían a U$S 116 millones, y según declaraciones de Petrobras la misma sólo tenía capital para funcionar y proveer el servicio hasta el mes de agosto. Si esto fuera cierto, lo que estaría siendo Vázquez es salvándole las papas a Bolsonaro y los accionistas de Petrobras. Esta parece ser la orientación del gobierno, que remarca que solamente gestionaría la empresa de forma transitoria hasta que aparezca algún inversionista interesado, lo que ya indica que su perspectiva es de una reprivatización, lo que se opone al reclamo histórico de los trabajadores.
Por eso, antes de hacer loas al estatismo en abstracto siempre conviene analizar su orientación y contenido, pues desde la crisis del 2008 el propio imperialismo gobernado por Obama se transformó en estatista, pero lejos de ser progresivo fue un mecanismo para salvar a los bancos y al capital en crisis con los recursos del Estado. Toda la dinámica de la crisis desde ese entonces hasta el presente encuentra ese proceso, por eso los Estados están quebrados y sólo funcionan a partir del crédito, con deudas públicas que han crecido de forma exponencial en todos los países del mundo.
La estatización de Montevideo Gas y Conecta pone sobre la mesa la necesidad de una re planificación de la economía sobre nuevas bases, que tenga por horizonte la satisfacción de las necesidades populares, algo que sólo es posible de la mano de los trabajadores. La lucha del sindicato de Montevideo Gas muestra el camino para el conjunto del movimiento obrero.