Los trabajadores necesitamos una alternativa propia
Se acerca el inicio del año electoral, y comienzan a colocarse en debate los realineamientos políticos. La posibilidad de que se efectúe un gran frente de los partidos patronales opositores para ganarle al FA en primera vuelta, aparece por ahora lejos de concretarse, pero el hecho de que el tema se haya colocado en la discusión política nacional, manifiesta que diversos sectores de la burguesía buscan que se concrete un viraje de este tipo, y apuntan a desarrollar un escenario de polarización. El riesgo de que triunfe la derecha, también es utilizado por el FA como un chantaje a los trabajadores, que se ven embretados entre dos variantes capitalistas. El desarrollo de la crisis política de Brasil, y el ascenso del ultraderechista Jair Bolsonaro operan de un lado, envalentonando a los sectores patronales y a la derecha uruguaya, y del otro como un mecanismo de prevención presionando por la opción del ‘mal menor’.
Sin embargo, el FA como expresión política de izquierda ya no genera ningún tipo de expectativa de cambio para los oprimidos, por el contrario ha generado a partir de su política de subordinación al gran capital y de represión de la protesta social (a través de diversos decretos reaccionarios) una profunda desmoralización y descontento. El FA ya no tiene más nada que ofrecer a los trabajadores, pues los mecanismos materiales que sustentaban su política de colaboración de clases han pasado a mejor vida. Los consejos de salarios ya no funcionan como un mecanismo de regulación laboral, para ponerle un techo al aumento salarial, sino que en el cuadro actual funcionan para establecer las pautas de rebaja salarial mediante la desindexación, y por eso gran parte de los consejos están trancados sin acuerdo de los sindicatos. Pulula el trabajo precario y la flexibilización laboral, más de la mitad de los trabajadores no llega a percibir un salario mayor a $20 mil y la desocupación alcanza a 153 mil personas. Las tercerizaciones y las privatizaciones parciales se han extendido en todos los organismos del Estado, incluida la educación pública, que no cuenta con los recursos necesarios para funcionar en condiciones, condenando a los docentes al multiempleo. En tres décadas de gobierno del FA, la crisis social que queda en evidencia en los barrios ‘periféricos’ de Montevideo ha sido ‘paliada’ mediante una combinación de asistencialismo y represión, con una fuerte política de militarización a partir del reforzamiento de los aparatos represivos (policía, guardia republicana, y los grupos de choque –GRT, etc). En definitiva, ha sido el propio FA quien ha pavimentado el ascenso de la derecha, e incluso del militarismo, con la política del punto final, y de mantención de la impunidad.
El G20 que tuvo lugar en Argentina, dejó en evidencia una vez más la decadencia de esta ‘izquierda’ y su subordinación al imperialismo, al permitir el ingreso de inteligencia estadounidense para el espionaje y la represión. El mensaje que el FA transmitió al gobierno de Trump es que está dispuesto a alinearse sin cuestionamientos a su política. Algo similar sucedió frente a las elecciones brasileras y el triunfo de Jair Bolsonaro, donde Vázquez prácticamente se autoinvitó a la asunción del futuro presidente brasileño. Lejos de presentarse como una fuerza política capaz de enfrentar a la reacción y a los sectores conservadores, el FA se presenta en un cuadro que tiende a la polarización y al aumento de la violencia, como un partido de conciliación, y al mismo tiempo se candidatea frente al capital financiero para pilotear la crisis en curso, esto es desarrollar un ataque mayor a la clase trabajadora y sus conquistas. El consenso establecido con la oposición sobre la reforma jubilatoria (que también ha llevado adelante Macri, y que Bolsonaro tiene en agenda) deja en evidencia que ese será el camino a llevar adelante. Para los trabajadores uruguayos, latinoamericanos y del mundo entero, la única perspectiva de futuro en este cuadro convulsivo pasa por la constitución de una alternativa política propia y el reforzamiento de las organizaciones obreras bajo una perspectiva de independencia de clase, para hacer frente al fascismo, a las guerras de rapiña, para defender las condiciones de vida y las conquistas históricas debemos poner en pie un polo obrero y socialista.