La alianza con la burguesía es un camino sin salida
Hace cuatro años irrumpió un movimiento “autoconvocado” que pasaría a conocerse como “Un sólo Uruguay”, compuesto principalmente por sectores de la pequeña burguesía (especialmente rural, pero también comercial) que protestaban contra el gobierno de Tabaré Vázquez y el Frente Amplio, haciendo eje en el “alto costo del Estado”. En un importante acto realizado en la ciudad de Durazno, USU reclamaba contra el “atraso cambiario” (pedía devaluación monetaria) y el excesivo peso de los impuestos sobre estos sectores. La movida de USU contó con el apoyo de la Federación Rural, la Asociación Rural, la Cámara de Industrias del Uruguay, y otras organizaciones empresariales. El discurso en ese acto se centró en reivindicaciones que podríamos llamar “neoliberales”. La convocatoria de Durazno marcó un punto de inflexión en la situación política, más como un síntoma que como un factor político independiente.
Algo parecido había sucedido a comienzos de siglo con la declinación de los partidos tradicionales y la proximidad del gobierno del Frente Amplio. En 2002 se produjo una confluencia de fracciones burguesas e incluso oligárquicas con la cúpula de la central sindical PIT-CNT y con la oposición de centroizquierda al gobierno blanqui-colorado, en una gran marcha por el centro de Montevideo, bajo el nombre de “Concertación para el crecimiento” y con la consigna “Rentabilidad o Muerte” que modificaba la leyenda escrita en la bandera de los 33 orientales (Libertad o Muerte) en un sentido netamente capitalista. La “rentabilidad” de los sectores burgueses “nacionales” sólo puede obtenerse de dos fuentes: o de la disputa de la renta nacional con el capital financiero o de un aumento de la plusvalía (a través de rebaja salarial y quita de conquistas a los trabajadores). Aquella “concertación” de la burocracia sindical con la burguesía ruralista y otros sectores empresariales claramente no planteaba un programa antiimperialista, sino que levantaba un planteo de colaboración de clases en el marco de un inminente gobierno de centroizquierda que ascendía con el apoyo de una importante fracción capitalista. En la “Concertación para el Crecimiento” participaba con rol protagónico la Federación Rural encabezada en ese entonces por el empresario Gonzalo Gaggero (luego jerarca en el gobierno del FA) y el oligarca Hugo Manini Ríos, entonces presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz, quien había sido dirigente de la fascista “Juventud Uruguaya de Pie” (JUP) en los ‘70, y era hermano del actual senador de Cabildo Abierto. Hubo sectores sindicales, así como la FUCVAM (Federación de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua) y la UTD (organización de desocupados que dirigía el PT), que repudiaron ese acto político de conciliación de clases, y que contravenía incluso las resoluciones del VII° Congreso del PIT-CNT realizado anteriormente. Era claro que la burocracia sindical frenteamplista se “preparaba” no para luchar sino para gobernar de la mano de los grandes empresarios.
Si gran parte de empresarios que tenían alto endeudamiento con el Estado se aliaban en 2002 con el Frente Amplio, buscando una salida a sus negocios de la mano de la centroizquierda, en 2018 se producía un fenómeno similar pero opuesto. La oligarquía terrateniente e incluso la pequeña burguesía rural habían tenido un período de florecimiento económico durante los dos primeros gobiernos del FA, con un boom de precios de las materias primas y altas exportaciones por las cuales no sufrían “retenciones” impositivas. Este ciclo favorable se terminó con el estallido de la crisis financiera internacional en 2008 y una tendencia a la recesión mundial, que en Uruguay se comenzó a sentir particularmente a partir de 2014. Fue en ese contexto internacional que comenzó a generarse una “fronda” empresarial de malestar y luego de protesta ante el Frente Amplio. El movimiento USU reflejó esa situación, mostrando la veleidad política de la pequeña burguesía, que señalaba que los mega emprendimientos como UPM recibían exoneraciones impositivas y subsidios directos de todo tipo (incluso se les construyó un tren por parte del Estado para transportar la celulosa) mientras que los pequeños y medianos empresarios del campo y la ciudad debían soportar una carga de impuestos que afirmaban les impedía competir. USU no planteaba acabar con los beneficios al gran capital, levantaba en cambio un planteo anti-estatista y hasta cierto punto “libertario” (a lo Milei, no anarquista). El reclamo de una gran devaluación implicaba obviamente un ataque a los salarios y jubilaciones, que se verían licuados por el alza del costo de vida. Aunque USU no levantaba el eslogan “rentabilidad o muerte”, sus reclamos podían perfectamente resumirse en esa frase. El auge de USU coincidió con el divorcio de buena parte del electorado (sobre todo el interior del país) con el FA y en particular el MPP de Mujica, y también con el ascenso de Cabildo Abierto del General Manini Ríos.
USU expresaba también cierto malestar de fracciones pequeño burguesas con las grandes cámaras empresariales, que en los hechos utilizaron la movilización de los “autoconvocados” en su propio beneficio. Un elemento interesante es que en las elecciones del representante patronal en el Banco de Previsión Social (BPS) la lista de USU le ganó por paliza a la lista encabezada por los grandes empresarios (que además contaba con el apoyo del propio Frente Amplio), lo que ratificaba cierta tendencia al divorcio de pequeños empresarios con las cámaras patronales, aunque con un discurso derechista y fuertemente anti-sindical. El representante empresarial en el BPS pertenece a USU, no a las organizaciones empresariales tradicionales de la industria, el comercio y el agro.
Seis años después de su fundación, USU vuelve a realizar un acto, esta vez en Mal Abrigo (San José) y bastante más minoritario que su movilización fundacional. Pese a que había apenas un centenar de participantes, se hicieron presentes de todas formas dirigentes del Partido Nacional y de Cabildo Abierto. El dirigente Norberto Pereyra reconoció que desde 2018 vienen “perdiendo gente” (la diaria, 23/1/24). Los discursos en el acto repitieron gran parte del discurso habitual de la derecha. El periodista agropecuario Francisco Denis volvió a reclamar la “reestructura del Estado”, manifestó el apoyo a la reforma anti-educativa de Lacalle pidiendo que sea más profunda y tenga continuidad, atacó a la Fiscalía “totalmente ideologizada”, reclamó la reducción de la plantilla estatal, etc. Denis señaló la decepción del sector con la política de la coalición derechista, en particular en la “reforma del Estado”, cuestionando también a las intendencias blancas del interior por no reducir la plantilla. Para el orador “el déficit fiscal crónico” y “el atraso cambiario” son “el padre de todos los males”. También habló el abogado Fernando Doti, ex presidente de la Asociación de Liberales, con un discurso que la diaria catalogó como muy similar al de Javier Milei. “Si realmente nos preocupan los pobres, démosle libertad económica a la gente, que no tenga que depender de un político, de un plan para poder subsistir, y sí que pueda valerse por sí misma”, discurseó.
Por otra parte, algunos de los ex referentes de USU decidieron constituir un partido político ante la Corte Electoral, denominado “Por los Cambios Necesarios”. Norberto Pereyra afirmó que USU sigue siendo una organización “apolítica”, aunque “Felicitamos a esas iniciativas de la gente que se fue [de USU] y que se mete de lleno en el sistema [político]” (la diaria, 23/1). Parece claro que la languidez de USU marca la escasa viabilidad de esta nueva formación electoral, que además tiene una gran competencia “neoliberal” o hasta “libertaria” en los partidos existentes (PN, PC, CA) y además también en nuevas organizaciones similares que se han constituido en los últimos meses, buscando subirse al carro del éxito reciente de Milei en Argentina.
La constitución de diversos partidos (como el del diputado Lust que se escindió de Cabildo Abierto, o el “Libertario”, el de los “Cambios Necesarios” y otros) muestra un cierto malestar con la coalición derechista, pero todos ellos carecen de capacidad de producir un reagrupamiento y mucho menos un giro político como en que se produjo en Argentina, por la desesperación popular y la descomposición del peronismo. De todas formas, los nuevos partidos son una expresión menor de la declinación de la derecha y de la tendencia a la disgregación de los partidos.
Los militantes de izquierda y los luchadores obreros deben tener mucho cuidado ante estos movimientos de carácter burgués o pequeño-burgués y verificar qué intereses expresa su plataforma. Tanto la vieja “Concertación para el Crecimiento” como el actual “Un sólo Uruguay” levantaron un planteo programático que atacaba a los asalariados. La presencia de pequeños productores rurales o comerciantes no puede justificar una confianza o expectativa en un desenvolvimiento progresivo de esos movimientos, que en definitiva son explotados políticamente por las grandes cámaras empresariales, que no por casualidad estaban presentes en Durazno en la fundación de USU.
La clase obrera debe ponerse al frente de todos los explotados, con total independencia de las distintas variantes burguesas. En oposición a los frentes con la burguesía, es necesario levantar un Frente de Trabajadores que luche por todas las reivindicaciones obreras y populares en la perspectiva de un gobierno de trabajadores y la unidad socialista de América Latina.