Políticas

Una nueva etapa

*Publicado hoy en el semanario Voces

 
 
El presidente electo Lacalle Pou, que cuando esta columna vea la luz estará a pocos días de asumir efectivamente el mando del país, ha decidido no incluir entre los invitados a dicho acto a los presidentes de Venezuela, Nicaragua y Cuba. De esta forma le ha dado al acto protocolar un concentrado contenido y sentido político. La fundamentación, según el propio Lacalle, palabras más palabras menos, es que no quiere “dictadores” en un acto donde se celebra la democracia. La dicotomía “¿Ideología o diplomacia?” que parece una formulación clara es en realidad muy confusa, pues el propio presidente aclara que el desaire a Maduro y compañía no afectara “el comercio” con el país caribeño. El chavismo gobierna hace veinte años, antes que el FA subiera al gobierno en Uruguay, ¿Hay noticias de la ruptura de relaciones de Jorge Batlle con Hugo Chávez?
Otro que se suma al coro es el colorado Sanguinetti quien escribe en la Nación de Argentina que “Uruguay dejará de ser cómplice de la dictadura venezolana”. El corresponsal se desborda. Sostener que Vázquez fue un secuaz de Maduro supera la línea de la grosería. Todo este fanatismo por la democracia se fue al diablo cuando se confirmó entre las invitadas a la dictadorzuela que funge como presidenta de Bolivia, Jeanine Añez. Decir más es derroche.
 
El régimen venezolano ha pasado de uno plebiscitario a un estado policial, no obstante, Maduro ha esquivado durante más de un año el enfrentamiento con Guaido, autodesignado presidente. A esto hay que sumar que el oficialismo promueve, abre y reabre una y otra vez negociaciones con esa oposición. Los rótulos dictadura/democracia escamotean la dinámica y encasillan un proceso que es de todo menos lineal. El chileno Piñera lleva asesinados 40 manifestantes de octubre para acá. El demócrata cuquito esta dispuesto a tolerar la presencia de un presidente que tiene 6% de aprobación en su país y las calles, plazas, escuelas y estadios de fútbol prendidos fuego para mantener en pie la arquitectura heredada nada menos que de Pinochet. Lacalle ha decidido expedir las invitaciones por razones eminentemente políticas e ideológicas.
 
La subtrama en la novela de la asunción es la reunión entre Alberto Fernández y Messias Bolsonaro (otro adicto a la democracia). Los diarios argentinos especularon profusamente con el primer encuentro entre los mandatarios que coincidirían en Montevideo. Así se lo manifestó Bolsonaro al canciller argentino de visita en Brasil la semana pasada, pero excusas por medio, el argentino lo gambeteo. El hecho no es menor, pues Alberto Fernández es otro que ha asumido con el discurso de que su “política exterior” no sería “ideológica”. Así se ha abstenido de condenar el golpe en el altiplano a la vez que acoge a Evo Morales y le brinda amplia movilidad en su territorio. Este comportamiento ambivalente revela que Fernández está siendo estrujado por los intereses contradictorios de las fracciones que conforman su gobierno. Bolsonaro, mientras tanto, ha sido el principal operador detrás del derrocamiento de Morales. Sea como fuere, Lacalle se esmera por mostrarse activo en toda esta rosca internacional de desenlace incierto.
 
Como una pieza musical que se escucha reiteradamente acaba por sonar bien, hay un creciente interés por mostrar a Venezuela y su crisis como producto de una pretendida revolución y los resultados que está trae inevitablemente. Es una vasta operación política para deslegitimar por asociación los levantamientos que se desarrollan o que planean sobre américa latina toda. El gobierno multicolor se cura en salud y al mismo tiempo se ve obligado a meterse de lleno en la crisis que atraviesa todo el continente, con bolivarianos (en sus variantes militar-petrolera y capitalista andina) agotados y con los neoliberales derrotados (Macri, Uribe) o en jacke (Piñera).
 
Las masas de alguna forma u otra discuten el porvenir del sistema capitalista. Los levantamientos populares han sido objeto de análisis de los principales medios internacionales. De Francia a Chile y de Irán/Irak a Hong Kong, con los medios que tienen a mano y aun con consignas elementales y confusas las masas toman las calles. Se abre una nueva etapa.
Camilo Marquez

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