La Revolución de Febrero fue un fruto maduro y una sorpresa. Un mes antes, en su exilio suizo, Lenin daba una conferencia sobre la revolución de 1905 ante los jovenes socialistas y decía: “Nosotros, los viejos, no veremos quizá las luchas decisivas de la revolución inminente. Pero creo poder expresar con mucha seguridad la esperanza que los jóvenes, que militan tan admirablemente en el movimiento socialista suizo y del mundo entero, tendrán la felicidad no solamente de combatir por la revolución proletaria de mañana, sino también de triunfar” (Carta de adiós a los obreros suizos, tomo 23).
Un mes después caía el zarismo, el régimen más odiado de Europa, al que Marx trataba como columna vertebral de la contrarrevolución, y se abría un período revolucionario mundial. El zarismo cayó en 5 días y la onda de choque de ese derrumbe nos sigue conmoviendo.
El estallido de la revolución
La revolución empieza el 23 de febrero (calendario juliano), Día Internacional de la Mujer (8 de marzo por el calendario gregoriano). Según relata Trotsky, ninguna organización la convoca pero un movimiento de huelga parte de las obreras textiles, que envían delegadas a los metalúrgicos. La medida se expande. Las colas de las mujeres en las panaderías le dan el empujón necesario para ganar toda la ciudad. La población se lanza a las calles contra el zarismo y su política. La huelga se confunde con un levantamiento de masas contra el régimen. Los regimientos acampados en la ciudad adhieren al levantamiento, en lugar de reprimirlo. Cinco días después el zarismo no existía más.
¿Quién dirigió la revolución de febrero? Después de relatar el curso del levantamiento, Trotsky concluye: “Es evidente que la revolución de febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias (…) esta espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del proletariado: las obreras del ramo textil”. Sobre la relación entre las masas y sus organizaciones agrega: “A principios de 1917, las organizaciones clandestinas no se habían rehecho aún del estado de abatimiento y de disgregación, mientras que en las masas el contagio patriótico había sido ya suplantado radicalmente por la indignación revolucionaria”.
Febrero fue sorpresivo y espontáneo y, por lo mismo, el resultado de un largo proceso histórico. En el primer texto exhaustivo que escribe Lenin sobre la revolución (Primera Carta desde Lejos, redactada el 7 de marzo) señala que la revolución fue posible gracias a tres condiciones: las batallas de clase que el proletariado ruso libró entre 1905 y 1907; la contrarrevolución de 1907-1914 que pudrió hasta la médula a la monarquía zarista y a las clases propietarias y un escenario en el que se aceleraron vigorosamente los acontecimientos, como la guerra imperialista mundial. “Era natural que la crisis revolucionaria estallara en primer lugar en la Rusia zarista, donde la desorganización era en extremo aterradora y el proletariado en extremo revolucionario (no en virtud de las cualidades especiales, sino debido a las tradiciones, aún vivas, de 1905)”.
Una revolución que prepara la revolución
Toda revolución es original y la originalidad de Febrero es que se ha creado una dualidad de poder. Será un episodio corto, porque han reaparecido los soviets ¿Qué es el soviet?: “El soviet de diputados obreros, organización de los obreros, embrión del gobierno obrero, representante de los intereses del conjunto de las masas pobres; es decir, de las nueve décimas de la población, lucha por la paz, el pan, la libertad”.
No obstante, en febrero, inicialmente, el llamado Comité Ejecutivo de los Soviets y el primer soviet de Petrogrado se arrogan la etiqueta soviética más por la herencia de 1905 que por ser una creación de las masas. El Comité Ejecutivo está destinado a coronar al gobierno provisorio y la primera asamblea del soviet es caótica y desordenada. Es el desarrollo inmediato posterior del movimiento de masas el que da lugar a la generalización de soviets de soldados y obreros y a su mutación acelerada en organismos de lucha.
La paradoja de febrero es que las masas derriban al zarismo y el poder termina en manos de la burguesía liberal. Un grupo de diputados de la Duma (el parlamento espúreo convocado por el zar) constituye un Comité gubernamental provisorio. El Comité Ejecutivo de los soviets le encarga la tarea de terminar con la guerra y asegurar las libertades democráticas, a la espera de la convocatoria de una futura Asamblea Constituyente. Pero los soviets no se disuelven; se extienden en días y semanas y el doble poder toma forma.
Los soviets son el motor de la revolución, a condición de dotarse de un programa que satisfaga las reivindicaciones populares y aspirar al poder. Hasta el otoño están dominados por los mencheviques y los socialistas revolucionarios. Se subordinan al poder burgués y no se movilizan por la paz y las reivindicaciones obreras. Los bolcheviques son inicialmente una minoría; crecen con su oposición a la política conciliadora de la mayoría y gracias a las movilizaciones por las reivindicaciones.
El rol que están llamados a jugar los soviets requiere de “más partido revolucionario” y no de una apología a la organización de masas. En el soviet se enfrentan todas las tendencias del movimiento obrero. La experiencia de Febrero y los meses iniciales muestran que los soviets pueden ser parte de la subordinación al poder burgés. La experiencia de lucha de las masas expresada en programa político gracias a la intervención del partido, puede cambiar el rol de los soviets y hacerles jugar efectivamente su papel de organismos de doble poder.
Las primeras semanas y meses posteriores a Febrero están marcados por la necesidad de que el partido se delimite y diferencia de las tendencias conciliadoras y de apoyo y adaptación al gobierno burgués; una caracterización del carácter de clase de este gobierno es una viga maestra.
El desarrollo del partido bolchevique
Petrogrado era el centro político, militar y social de Rusia. En 1917 registraba 390.000 obreros de fábrica, con una gran concentración, y un tercio de mujeres. La guarnición reunía de 200 a 300.000 soldados (con una abrumadora mayoría de campesinos) y la de Kronstadt 30.000 marinos y soldados. Esta masa fue el terreno fértil del trabajo militante de los bolcheviques y de extensión de los soviets.
Petrogrado era a su vez el cuartel general nacional del partido. En provincias, muchos comités eran unitarios entre bolcheviques y mencheviques; en la capital, el panorama es distinto. En vísperas de 1914, los bolcheviques (que se habían constituido en partido independiente en 1912) habían conseguido superar a los mencheviques gracias a su energía, pero retrocedieron después por la partida de obreros calificados al frente y por la represión. Luego de febrero, el partido hizo un esfuerzo por ampliar su inserción entre los obreros y los soldados con los comités de barrio, los soviets de distrito, el movimiento sindical, los comités de fábrica y otras organizaciones de masas sin partido. En febrero, los bolcheviques en Petrogrado eran aproximadamente 2.000; en abril eran 16.000 y a fines de junio habían llegado a 32.000.
Lenin vuelve rápidamente a Petrogrado y llega el 2 de abril. Quiere evitar el error de 1905 de llegar tarde, para lo cual tiene que negociar con el Estado Mayor alemán, con el riesgo de la calumnia (que se desatará en julio) y se encuentra con una situación que no había previsto: sus planteos son minoritarios en la dirección de los organismos del partido y la influencia del partido en el movimiento obrero no es suficiente.
Llega el 3 de abril a Rusia y es recibido a los sones de La Marsellesa por Tchkéidze, el presidente del Soviet con un discurso soporífico. Lenin contesta con una arenga y un “¡Viva la revolución socialista mundial!”.
No se canta la Internacional. A la noche, se reúne con la delegación bolchevique en el Soviet, reitera su programa de enfrentamiento con el gobierno, por una nueva mayoría en los soviets y por un gobierno obrero; es fríamente recibido. Propone que el partido cambie de nombre y pase a llamarse Partido Comunista. No tiene ningún apoyo.
La batalla escrita comienza con las Cartas desde Lejos, enviadas desde Zurich, y que se sitúan claramente en el cuadro de la revolución permanente. Los redactores en jefe de la Pravda, el órgano bolchevique en Petrogrado, son Stalin y Kamenev y las proposiciones de las Cartas desde lejos les resultan inaceptables. Censuran los textos de Lenin. Publican la primera carta recortada y mandan a los archivos las otras tres, que terminarán siendo publicadas sólo en 1924. La quinta queda inconclusa. Se pronuncian el 1° de abril por la fusión con los mencheviques y apoyan al Gobierno Provisional ; según la dirección bolchevique la función del Soviet es controlar al gobierno y no preparar su caída.
El 7 de abril Lenin publica en Pravda Las Tesis de Abril. Prepara al partido para un viraje profundo, que va a cambiar el curso de la revolución.
El itinerario de Trotsky es diferente. En febrero se encuentra en Nueva York, una nueva etapa de su exilio. Desarrolla allí, junto a los jóvenes socialistas, una campaña contra la entrada de Estados Unidos en la guerra. Publica en Novy Mir (periódico editado por Bujarin y Kollontai) sus reacciones ante la revolución: se trata del primer acto de la revolución europea y alemana: “la lucha de la socialdemocracia rusa por la paz está dirigida contra la burguesía liberal y su poder”.
Retoma el programa de la revolución permanente. Confluye con las Tesis de Abril.