En las últimas elecciones sindicales ha estado en debate la cuestión de la “independencia” de los sindicatos, mostrando una gran confusión en algunos sectores y también una tergiversación del concepto por los sectores oficialistas.
El caso más notorio fue el de bancarios, donde la “Coordinación para el Cambio” que integra el PT obtuvo la presidencia de la Banca Oficial. La lista combativa denunció sistemáticamente la subordinación al gobierno de la dirección oficialista. La respuesta de las listas 98 y 17 fue cuestionar a la lista clasista porque estaba encabezada por dos militantes del PT. Llegaron a atacar públicamente al PT por realizar pintadas con la consigna de la “independencia política de los sindicatos”, señalando una supuesta contradicción dado que el mural era realizado “por un partido”.
Obviamente, cuando el PT y los sectores combativos denuncian a los dirigentes frenteamplista es por su subordinación al gobierno, y no porque sean genéricamente “militantes políticos”. Sin embargo, entre los sectores combativos también existen confusiones.
En ADES, la agrupación 1° de Mayo tenía una consigna que señalaba su independencia de clase: “de un sólo lado, del lado de los trabajadores”, lo que obviamente apuntaba a los que pretenden estar “de los dos lados del mostrador” (como si se pudiera estar del lado de los docentes y del lado del gobierno). Otra lista combativa (Comuna pedagógica) hizo una campaña donde cuestionaba a la lista oficialista pero también se distanciaba de la 1° de Mayo, con una consigna contra “los partidos” en general (“independencia respecto a lo político-partidario”).
La independencia de clase se contrapone a la subordinación al Estado, al gobierno, a los partidos patronales, no a los partidos “en general”. Se trata de que los trabajadores adquieran conciencia de clase, es decir, de su contraposición con el Estado capitalista y todos los partidos que lo integran y sostienen, y eso sólo se puede consagrar plenamente con la fusión entre el movimiento obrero y la izquierda revolucionaria, socialista.
Los sindicatos en Uruguay nacieron con carácter anarquista y socialista, es decir, con independencia de clase frente al Estado, lo que se mantuvo incluso (pese a vacilaciones de algunos sectores anarquistas) frente al supuesto “obrerismo” de Batlle y Ordoñez. A nadie le parecía contradictorio con la independencia de clase el que sus militantes y dirigentes fueran anarquistas, socialistas o comunistas, más bien era la condición de dicha independencia frente a la burguesía. Hablar de un sindicato “independiente de todos los partidos”, poniendo un signo de igual entre los partidos que defienden el capitalismo y los que lo combaten, es un retroceso gigantesco. Porque se reduce la “independencia” (política, de clase) a la mera “autonomía” formal respecto a los partidos, cosa que nadie cuestiona. Los sindicatos uruguayos son formalmente autónomos respecto del Frente Amplio, no están subordinados “orgánicamente”, pero sí políticamente. Y el Frente Amplio es el articulador precisamente de esta subordinación, a través de un “frente popular”, es decir, un régimen de colaboración de clases. Esta “colaboración” no es (nunca lo fue) un “empate” entre las clases, sino la subordinación de la clase obrera a los intereses capitalistas. Por ello, el seguidismo al gobierno y al FA es la negación de la independencia de clase.
El tema da para mucho más. La acción sindical es fundamentalmente la lucha por reformas, por obtener y defender conquistas parciales, en el marco capitalista. Si se la desvincula de los intereses históricos de la clase obrera (es decir, la superación del capitalismo y del trabajo asalariado) es una acción reformista, por más “combativa” que pueda ser tal o cual acción sindical. De la experiencia de lucha reivindicativa el movimiento obrero debe sacar todas las conclusiones, porque esa experiencia desenmascara al Estado burgués como el representante del conjunto de la clase explotadora -y no como un “árbitro”. Por ello, la lucha obrera -en principio sindical- tiende a adoptar rápidamente un carácter político. La obtención de una ley de 8 horas, o cualquier legislación social, ya implica una acción política, pero todavía en el marco capitalista, todavía es una reforma. Obviamente los revolucionarios no renunciamos a luchar por reformas. (El PT ha llegado a organizar a los desocupados en los barrios, en la experiencia de la UTD, arrancando una conquista tan básica como el alimento para las ollas populares. No se puede reivindicar algo más básico.) Sin embargo, colocamos esta lucha en la perspectiva del poder para la clase obrera, el gobierno de trabajadores. Esto es: la revolución que expropie al capital y reorganice a la sociedad sobre nuevas bases, socialistas. Para llevar adelante esta lucha emancipatoria, la clase obrera debe poner en pie su propio partido. La plena independencia de clase radica en la fusión del movimiento obrero con la izquierda revolucionaria y socialista.
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