Durante los primeros ocho meses del año 68 se desarrolló en Checoslovaquia un proceso de debates, cuestionamientos y rebeliones que conmovió por completo la estructura del régimen soviético. No fue un hecho aislado, sino que se ubicó luego de levantamientos en otros países del bloque “socialista” como en la Alemania Oriental en 1953, Hungría y Polonia en 1956. De este modo, la crisis no solo era un fenómeno capitalista, también tenía su expresión detrás de la “cortina de hierro”. La censura y la represión de la burocracia estalinista, sumado a la carestía sufrida por la clase obrera despertaron levantamientos obreros que apuntaban a la liberalización o “democratización” política. La insurrección, que se inició en enero desde la juventud estudiantil y rápidamente se propagó a sectores artistas y obreros, enfrentó la censura de sus publicaciones y también los “palos” en las calles. Un manifiesto publicado por los artistas en el mes de junio proclamaba: “Entre nosotros hay numerosos marxistas, comunistas, y la gran mayoría de nosotros desaprueba el sistema económico y social de las naciones capitalistas, es resueltamente favorable al socialismo. Pero estamos por un socialismo auténtico, por el “reino de la libertad” proclamado por Marx y no por el régimen del terror… [Pedimos] que se restaure la libertad total de palabra y de expresión, de pensamiento y de creación… la supresión de la censura política”. Semejante posición política se hacía eco entre las masas y profundizaba la crisis en la cúpula dirigente del Partido y el Estado. El “Pacto de Varsovia”, que reunió a los principales dirigentes de Alemania Oriental, Hungría, Polonia, Bulgaria y la URSS, ya presionaba desde marzo para que los checoslovacos terminen con las movilizaciones y publicaciones críticas, consideradas elementos “antirrevolucionarios”, del “imperialismo” y que “ponían en peligro al socialismo en Checoslovaquia” profesando la restauración capitalista.
Con la profundización de la crisis y las manifestaciones, ya en julio, la preocupación externa con respecto a Checoslovaquia se volvió un tema de urgencia. El progreso de los “renovadores” dentro del Partido Comunista de Checoslovaquia (PCCH), que proponían medidas liberalizadoras en el plano político y en el económico, apuntaba a desplazar definitivamente a los “viejos conservadores” de la dirección partidaria en el Congreso citado para el mes de setiembre.
La reclamada invasión, y la posición del PCU.
Paralelamente a las reuniones realizadas durante julio y agosto entre los principales dirigentes del PCCH con los 5 países del Pacto de Varsovia e incluso las bilaterales con la URSS, se iba preparando la invasión soviética. Los publicitados “acuerdos alcanzados” entre los Estados no terminaban con la desconfianza popular; es que todo indicaba lo contrario. El PCU reprodujo la carta de “los 5” al PCCH (El Popular, 25/7/68), donde se argumentaba el movimiento “corriente” de fuerzas militares hacia la frontera Checa y –con un mes de anticipación- ponía sobre el orden del día la necesidad de una “ofensiva audaz contra las fuerzas antisocialistas”.
A lo largo de agosto, las propagandas de la URSS y, en la misma línea, del PCU continuaron reclamando la urgencia de la invasión y la preocupación ante la generalizada rebelión que se vivía en Checoslovaquia. Lo que frenaba hasta entonces la invasión, era la desatada protesta popular en las calles. Se temía que pudiese tener un efecto “boomerang”; por lo que prefirieron apostar a la solución pacífica, que consistía, básicamente, en controlar el descontento popular con algunas medidas liberalizadoras y con la consolidación de una mayoría “renovadora” dentro del Partido. La inoperancia de este sector para conducir el descontento popular concluyó en lo que fue la invasión del 20 de agosto, orquestada y exigida desde semanas atrás, que contó con 5.000 tanques y 200.000 soldados y fue resistida heroicamente por el pueblo checo.
La acción potencialmente revolucionaria que se desarrolló en Checoslovaquia, se dio en el mismo año 68 donde se manifestaron grandes huelgas, movilizaciones y acciones revolucionarias en el resto de Europa y el mundo. Se desenvolvió, en estas condiciones, un fenómeno revolucionario original, a saber, la posibilidad de la conjunción de la lucha de las clases obreras del oeste y este de Europa – de la revolución social y de la revolución política. La invasión de la URSS a Checoslovaquia liquidó la revuelta de Praga y el futuro checo. El camino hacia la restauración capitalista iniciado por la burocracia estalinista era un hecho que se concretaría un par de décadas más tarde.