Período de pases… ¿Fernando Pereira al Frente Amplio?

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En el Frente Amplio se está manejando el nombre de Fernando Pereira como posible presidente de consenso de esa fuerza política. Pereira es actualmente el presidente del PIT-CNT, en representación del ala más conservadora del aparato sindical, cercana al ala derecha del propio FA (vinculada al astorismo y a la derecha del PS). Aunque el cargo de presidente del FA no tiene directa relación con las candidaturas que la coalición de centro-izquierda postulará en 2024, de todas formas ambos temas están vinculados. La designación de Pereira podría contar con consenso y de esta forma evitar una elección interna que podría marcar la cancha de cara al 2024.

En las últimas elecciones internas del Frente Amplio en 2016, Javier Miranda resultó triunfador con un 32% de los votos. Miranda estaba vinculado al bloque dirigido por Danilo Astori, quien comandaba el ala derecha y el equipo económico de los gobiernos del FA. Alejandro Sánchez (MPP) había obtenido casi un 26%, en tanto Conde (ex PS, con apoyo del PCU) había logrado algo más del 20% y José Bayardi (Vertiente Artiguista) cerca del 6%. La elección del presidente había mostrado una elevada dispersión política, que se volvería a expresar tres años después cuando se produjo la interna para elegir la candidatura presidencial del Frente Amplio. En esa segunda interna, donde participan más electores, el bloque del astorismo y la derecha del PS logró imponer a Daniel Martínez como candidato con 42%, frente a un 25% de Carolina Cosse, un 23% de Oscar Andrade y un 9% de Mario Bergara (ex astorista). La interna volvió a mostrar una fuerte disgregación política, que se reiteró en las elecciones municipales de 2020, en las cuales Martínez volvió a intentar catapultarse y terminó último. Desde las elecciones de 2019, la derecha del Frente Amplio se ha ido debilitando y dividiendo, con lo cual no está bien parada frente a una nueva interna.

Hay que recordar una reciente crisis entre Miranda y el vicepresidente del FA, Rafael Michelini, cuando éste realizó declaraciones confrontativas con el gobierno en torno al referéndum (reclamando se extendiera el plazo para entregar las firmas), lo cual llevó a que el presidente del FA le pidiera la renuncia a su vice. Esta crisis mostró los resquebrajamientos en lo que antes era el “Frente Líber Seregni”, dirigido por Danilo Astori.

Tras la votación de la Ley de Urgente Consideración (LUC), donde el FA votó la mitad de los artículos, se abrió una disputa en la cual se fue imponiendo la posición del PCU y el PS (del cual ha emigrado la mayor parte del ala derecha vinculada a Martínez) que se inclinaba por impulsar la recolección de firmas contra parte de esa ley. Miranda, Bergara, la Vertiente Artiguista, el PDC, estaban en contra de impulsar el referéndum –al igual que buena parte de la burocracia sindical. En el FA, la posición del ala derecha fue derrotada finalmente por más del 80% del Plenario y a la vez se impuso el recorte de los artículos a impugnar –en oposición a Fucvam, FEUU y la tercera parte del PIT-CNT, que pretendían derogar toda la LUC. Fernando Pereira era uno de los dirigentes que estaba en contra de impulsar el referéndum, pero finalmente se sumó a la impugnación parcial de la LUC y encabezó esa campaña. La entrega de 800.000 firmas el 8 de Julio terminó fortaleciendo a los sectores que impulsaron la campaña, y debilitando a quienes como Bergara pero también como el intendente de Canelones Yamandú Orsi (MPP) tomaron distancia del referéndum.

En este contexto, una elección con múltiples candidatos como las que se produjeron en 2016 y 2019 probablemente tradujeran una caída abrupta del ala derecha, y un crecimiento de los sectores vinculados a Oscar Andrade y a Carolina Cosse (intendenta de Montevideo). Uno de los posibles candidatos a presidir el FA era el dirigente del PS Gonzalo Civila –que era apoyado tanto por el Partido Comunista como por Carolina Cosse, además del PS, por lo que contaba con fuertes chances de resultar triunfador. Una elección interna en al cual Civila resultara triunfador podía marcar la cancha de cara a 2024 –aunque aún resta saber si Cosse será precandidata y si Andrade se postulará nuevamente.

La candidatura de Pereira fue lanzada por José Mujica e inmediatamente fue apoyada por el PCU –aunque no por Andrade, que consideró que en todo caso había que “reservar el nombre” y postergar la definición para después del referéndum, argumentando que Pereira debía permanecer en el PIT-CNT al menos hasta pasada la votación sobre la LUC. Según El Observador, el apoyo del PCU a Pereira “tomó por sorpresa al Partido Socialista”, ya que poco antes habían apoyado a Gonzalo Civila. Es muy probable el consenso en torno a la figura de Fernando Pereira, ya que de esta forma evitan ir a una contienda interna, aunque aún no está todo dicho.

 

¿Un presidente “obrero”?

La elección de un dirigente del PIT-CNT como presidente del Frente Amplio no cambia su carácter. El FA constituye un frente de colaboración de clases, en el cual la clase obrera está subordinada a un programa y una dirección capitalista a través de la mediación de la burocracia sindical y sus partidos. Esto era verdad cuando el FA del 71 llevaba como candidato a un general del ejército recién pasado a retiro, y lo es aún hoy incluso si llegara a contar con un candidato obrero a la presidencia (Andrade).

El Frente Amplio se constituyó en 1971 sobre la base de un programa antiimperialista limitado (ruptura con los “pactos” con el FMI pero sin salirse del FMI, renegociación de la deuda externa pero no su desconocimiento, reforma agraria pero no expropiar al latifundio, nacionalización de la banca pero no sin indemnización), a partir del esquema de alianzas con la burguesía “progresista” o “democrática” que levantaba el estalinismo (y al cual se subordinaba la mayor parte de la izquierda). En función de esa concepción “etapista”, la clase obrera no debía luchar por su propio poder ni por la expropiación del capital, sino que debía aliarse con sectores de la burguesía media para llevar adelante un “frente democrático de liberación nacional”. Esta estrategia llegó a subordinar a la clase obrera incluso a una fracción militar supuestamente “nacionalista” (“peruanismo”) en febrero-junio de 1973 y durante el golpe de Estado que abrió paso a la dictadura militar, y llevó al empantanamiento y derrota de la mayor huelga general de la historia de nuestro país.

La persistencia de un “frente popular” durante tantos años es un fenómeno atípico. Usualmente, los sectores burgueses o pequeño-burgueses “democráticos” se aliaban a los partidos con base en el movimiento obrero (comunistas, socialistas) ante situaciones de emergencia, como una tentativa de contener o amortiguar la lucha de clases que planteaba el dilema revolución/contrarrevolución. Hay que decir que cuando los frentes populares logran estrangular la insurgencia obrera, suelen abrir paso a la barbarie de la reacción, en otras palabras, si tienen éxito en contener la revolución no son en cambio una herramienta para contener la contrarrevolución de las clases dominantes. En 1968, ante el avance de la represión derechista y la radicalización del movimiento obrero y el estudiantado, sectores minoritarios de los partidos tradicionales y la Democracia Cristiana apelaron a conformar un “frente amplio” –incluyendo en su seno al PCU y el PS– con el objetivo de encauzar las protestas al plano electoral y parlamentario. Rodríguez Camusso (que se escindía del Partido Nacional) presentaba a este nuevo frente como “el único esfuerzo verdadero para evitar en Uruguay una revolución violenta”. Lo usual es que una vez pasada esa coyuntura excepcional, los partidos pequeño-burgueses rompan el frente popular.

De hecho, el Frente Amplio ha atravesado diversas crisis en ese sentido. Ya en 1984, Juan Pablo Terra (fundador y dirigente de la Democracia Cristiana, y una de las principales figuras que convocó en 1968 a constituir el FA) planteaba su oposición a re-constituir el Frente Amplio. Quedó en minoría dentro del PDC y no integró las listas en esa elección. Luego en 1989 se produjo la ruptura del PGP (lista 99) y el PDC con el FA, para conformar el “Nuevo Espacio”, entendiendo agotada la experiencia del “frente popular”. La caída del muro de Berlín, el proceso de restauración capitalista en China y en la ex URSS, y un cuadro político menos radicalizado que en los ’60 parecía darles razón, sin embargo estas fracciones pequeño-burguesas fracasaron electoralmente. Esta fractura –en un cuadro de desgaste del Partido Colorado, que perdió algunos votos hacia el NE– terminó favoreciendo a Lacalle (PN) en lo nacional y al propio FA en Montevideo (conquistó por primera vez la Intendencia capitalina gracias al retroceso colorado). Sin embargo, el FA ha persistido y algunas de esas escisiones (Rafael Michelini, el PDC) volvieron a integrarse a esta coalición años después.

El proceso de derechización de toda la izquierda a nivel mundial –reciclándose la mayor parte de los partidos comunistas tras el hundimiento de la burocracia rusa en una variante de “socialdemocracia” abiertamente proimperialista– provocó mutaciones también en el Frente Amplio que llegó en 2005 al gobierno de la mano de Tabaré Vázquez. De aquel programa de transformaciones nacionalistas del origen quedaba poco o nada. Contando con mayoría absoluta en el parlamento, gobiernos aliados en la región, y una coyuntura económica internacional de cierta reactivación a partir de 2003, el FA en el gobierno llevó adelante una contra-reforma agraria (mayor concentración de la tierra, extranjerización en manos de multinacionales), aumentó la deuda externa, defendió las administradoras de pensiones privadas (Afap) que eran propiedad de la banca extranjera, mantuvo y generó más “zonas francas”, y llegó a aplicar todo un arsenal de medidas anti-huelgas (decretos de “servicios esenciales”, decretos “anti-piquetes”, prohibición de las ocupaciones en oficinas y empresas públicas, entre otras). Como otras tantas experiencias de centro-izquierda a nivel internacional, el Frente Amplio pasó de ser un frente popular “nacionalista” a uno de características proimperialistas. No sólo se convirtió en garante del pago de la deuda externa, y del mantenimiento de los negocios de la banca, sino que impulsó la penetración por parte de multinacionales con negocios fabulosos como el de UPM 2, destinando miles de millones de dólares de inversión pública para favorecer a una empresa finlandesa. En todo este proceso, los partidos “obreros”, “socialistas”, “tupamaros”, “comunistas”, han acompañado cada paso de los gobiernos frenteamplistas al servicio del gran capital. El proceso de transformación del PCU es parcialmente conflictivo con esta mutación del Frente Amplio: por un lado, el actual Partido Comunista nace como resistencia a la reconversión en un “Partido Democrático” que impulsaba la dirección en 1991; por otro lado, tras vencer a los llamados “renovadores”, los “ortodoxos” fueron a rastras de Tabaré Vázquez y Danilo Astori en todas las cuestiones fundamentales. (Para profundizar en la evolución del PCU, recomendamos el artículo “Los 100 años del Partido Comunista”).

La persistencia del Frente Amplio durante décadas ha indicado que no existía posibilidad para su ala derecha de lograr un desarrollo fuera de este frente político con la burocracia sindical y los partidos de izquierda tradicional. Romper el FA era una segura ruta al fracaso. A la vez, el cuadro de crisis internacional y las tendencias a la agudización de la lucha de clases, aunque no planteadas en Uruguay bajo la forma de un estallido inminente, sí plantean perspectivas revolucionarias. Hay que recordar que, ya en la crisis de 2002, el Frente Amplio jugó un rol de estabilización política, bajo el eslogan de “ayudar a Jorge Batlle a llegar a 2005” (cumplir el mandato). De esta forma, el FA llegó al gobierno no de la mano de un movimiento de masas sublevado (como sucedió en otros países latinoamericanos) sino sobre la base de un relativo reflujo del movimiento obrero.

 

Perspectivas

Las bases del movimiento obrero han mostrado una vez más (como tantas veces en la historia nacional) estar por delante de sus direcciones: mientras la cúpula del FA hablaba de “unidad nacional” y de un “gran acuerdo” con el gobierno derechista de Lacalle, desde abajo se planteaban y generaban movilizaciones contra la LUC. El propio referéndum surge por la presión de abajo, no por la perspicacia de sus dirigentes. Resulta claro que esa dirección pequeño-burguesa busca hacer buena letra con el gran capital y el imperialismo, no con las bases obreras que considera “electorado cautivo” del Frente Amplio. La votación de los artículos 393 a 398 de la LUC, que incluían la conformación de una “Comisión de Expertos en Seguridad Social” a la cual se integraron el FA, el PIT-CNT y la organización de jubilados ONAJPU, es una muestra en este sentido. El FA se suma así al planteo de ataque a los derechos jubilatorios de los trabajadores (rebaja del cálculo de la jubilación, aumento de la edad de retiro, mantenimiento de las AFAP), que es la principal reforma que reclama el FMI al gobierno derechista.

La designación de un “dirigente obrero” (un burócrata sindical) como presidente del Frente Amplio, ¿puede ser una señal no totalmente al gusto de las fracciones capitalistas que el FA aspira a recuperar? Es posible. Bergara, Orsi, y hasta Cosse, quieren mostrar que no se van a dejar presionar por los sindicatos, sino que son ellos los que marcarán el curso de un futuro gobierno. Sin embargo, Fernando Pereira es un dirigente afín precisamente a las fracciones de la derecha del FA, cuenta con el aprecio de las propias cámaras empresariales (que ven con mayor desconfianza a otras fracciones de la burocracia sindical). Por otra parte, hasta el propio Andrade quiere inflar a Bergara y el ala derecha que “tiene que tener mucha potencia para que el Frente gane” (El Observador, 26/8). No quiere un Frente Amplio con un predominio de la izquierda, sino que alimenta la tesis de que es imposible ganar sin un ala derecha fuerte. De allí a alimentar el discurso de “ganar el centro” con un candidato que sea aceptado por la burguesía hay un paso, y ese discurso favorece a Yamandú Orsi y no a Andrade. Aunque el senador del PCU plantea reflotar los comités de base y fortalecer la relación con los sindicatos y organizaciones sociales, no plantea ningún eje de diferenciación programático, y reivindica la gestión de los gobiernos frenteamplistas. Fernando Pereira fue incluso más allá y afirmó que “el proyecto más de izquierda que se instaló en América Latina del 2000 para acá fue el de Uruguay”, y “fue más profundo” que el de Lula, Evo, etc. Desde la derecha y sectores empresariales se sostiene la fantasía de que el FA está dominado por la dirigencia de los sindicatos. Sin embargo, la cúpula sindical no levanta ningún programa que plantee una izquierdización del Frente Amplio. Ante el retroceso de la fracción astorista no aspira a amputar esa ala derecha sino que apunta a regenerarla, a fortalecerla y, en definitiva, a darle nuevamente la conducción económica del gobierno.

 

Por un frente de trabajadores

La estrategia “frenteamplista”, de alianza con la burguesía ‘progresista’, ha mostrado su agotamiento precisamente porque llegó a consumarse en un gobierno con mayorías parlamentarias y con condiciones favorables según los supuestos de sus estrategas (gobiernos vecinos afines, crecimiento del PBI, relaciones privilegiadas con los gobiernos yanquis sobre todo con Obama). Lo que no quisieron hacer en quince años no lo harán en el futuro, se trata de una estrategia que mantiene e incluso profundiza la colonización económica nacional, la dependencia de las materias primas, el acaparamiento cada vez mayor de la tierra por una minoría explotadora (nacional e internacional), el sometimiento a los banqueros internacionales. Que mantuvo la pauperización de la clase obrera (los salarios se mantuvieron por debajo del nivel previo a la crisis del 98, pese al crecimiento del PBI).

La izquierda y la vanguardia obrera no pueden tener ilusiones en una política de supuestas mejoras progresivas y reformas paulatinas que en algún momento llevará a un cambio en la situación de los explotados. El centro-izquierdismo no ha provocado en ningún lugar un cambio favorable para el movimiento obrero, no es siquiera comparable con el viejo reformismo de los partidos socialdemócratas que decían avanzar hacia el socialismo de reforma en reforma, de conquista en conquista. El centro-izquierdismo en esta etapa del capitalismo en descomposición es impulsor de reformas regresivas (seguridad social, flexibilidad laboral, limitación del derecho de huelga), no de grandes conquistas.

En oposición al frente amplio, de colaboración de clases, debemos poner en pie un frente de izquierda, que luche por un gobierno obrero y socialista -basado en la expulsión del imperialismo, en la expropiación del gran capital y los latifundios, en el armamento del pueblo explotado en sustitución del ejército profesional y separado del pueblo, en la elegibilidad y revocabilidad de todos los cargos políticos que cobren un sueldo equivalente al salario de un obrero calificado. Por la ruptura con el FMI, el no pago de la deuda externa, la nacionalización sin pago de la banca, la nacionalización de la tierra y todos los recursos naturales, y un programa económico bajo control de los trabajadores, en el marco de la lucha por la unidad socialista de América Latina. Construyamos un Frente de Trabajadores, para impulsar la lucha popular y la huelga general por el aumento del salario, para enterrar la reforma jubilatoria del FMI, y por todas las reivindicaciones populares, preparando la lucha por un gobierno de trabajadores. El eje de su accionar no puede ser nunca la impotente acción parlamentaria: la intervención en las elecciones y en el propio parlamento debe estar subordinada a la acción extraparlamentaria y directa de los explotados. El que imagina un desarrollo electoral y gradualista, está perdiendo de vista el período convulsivo en que vivimos, que prepara gigantescas crisis y plantea una perspectiva revolucionaria.

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Author: Rafael Fernández