El triunfo de Milei en Argentina ha concitado la atención del mundo. Los conservadores y los fachistas de diversas latitudes festejaron su ascenso como un triunfo propio. En las últimas horas, Milei coincidió con Trump y con Bukele en una Conferencia internacional de la derecha en Washington, donde se dieron mutuamente para adelante.
El retorno de Trump al poder es cada vez menos improbable; todo indica que ganará las primarias de los Republicanos, y la propia candidatura de Biden está amenazada por las dudas que genera su salud mental. Trump debe sortear los procesos judiciales que amenazan con llevarlo a prisión por distintos delitos -entre ellos la intentona de tomar el Capitolio para desconocer el resultado electoral. La crisis del régimen político de la potencia imperialista está limitando su capacidad para actuar en el plano mundial, como se ve respecto a la guerra de Ucrania: Biden no logra que el Congreso apruebe el paquete de ayuda económica a Zelenski, lo que en otras palabras significa que el presidente ucraniano tiene los días contados como consecuencia de su retroceso en el plano militar y su creciente cuestionamiento en el plano político. Trump planteó abiertamente la posibilidad de un arreglo con Putin y hasta la liquidación de la OTAN (no seguir pagando la factura de la alianza atlántica, que la pague Europa), e impulsando un viraje de la política internacional, hacia una mayor confrontación con China. Nadie se anima a pronosticar qué sucederá en las elecciones norteamericanas, la primera potencia se ha “latinoamericanizado”.
La descomposición de los regímenes “tradicionales” en América Latina surge de la crisis capitalista y de la demostrada incapacidad histórica de las burguesías locales de industrializar al subcontinente, en una economía mundial dominada por el imperialismo y el capital financiero internacional. Las recientes tentativas “nacionalistas” han fracasado estrepitosamente en este sentido, confirmando la inviabilidad de un capitalismo “autónomo” latinoamericano. Pero no podemos olvidar que esas tentativas nacieron del agotamiento y el estallido de los anteriores gobiernos “neoliberales”. En este cuadro de bancarrota económica y empobrecimiento de la población, los regímenes “democráticos” y los partidos burgueses históricos se han hundido en la mayoría de los países.
Por otra parte, las élites están divididas ante el choque entre las potencias por el control de los recursos y del financiamiento estatal en la región. América Latina es el tradicional patio trasero de los yanquis y está financieramente condicionada por el FMI, pero la creciente presencia de China genera realineamientos en las dirigencias burguesas y pequeño burguesas. Mientras China es el principal socio comercial de la región, los yanquis controlan el financiamiento de los Estados. China juega un rol secundario como prestamista para los países latinoamericanos. La frustrada integración de Argentina a los BRICS es otra muestra de la brutal inestabilidad política de su régimen político y de la veleidad de su burguesía “nacional”.
El ascenso de Milei debe verse en este cuadro convulsivo de la crisis capitalista y de la guerra imperialista, donde los regímenes políticos se descomponen y pierden respaldo entre las masas explotadas, y los partidos burgueses mayoritarios reciben el repudio popular. No cabe duda que el gran capital y el imperialismo hubieran preferido un triunfo de Bullrich y Macri, pero estos quedaron en tercer lugar en la disputa por la presidencia.
Milei carece de un aparato político, tiene un escaso peso en el parlamento, no tiene un solo gobernador, y tiene como único capital el resultado del balotaje, que sin embargo es mentiroso ya que el respaldo real que obtuvo en forma independiente no llegó al 30% de los votos en octubre. Su alianza con Macri ha comenzado a resquebrajarse aceleradamente, a medida que el presidente lanza ataques a diestra y siniestra, incluyendo a sus frágiles aliados. El PRO está prácticamente fracturado entre la ministra Bullrich y Mauricio Macri, mientras algunos gobernadores de ese partido han salido a enfrentar al gobierno federal por la retención de impuestos que deben ser derivados a las provincias. El trasfondo es una aguda disputa intercapitalista, que tiene manifestaciones en la superestructura política. La posibilidad de un “estallido social” está a la orden del día, al punto que el FMI plantea abiertamente la duda sobre la “sostenibilidad” de la política de Milei.
El triunfo de un candidato sin aparato ni estructura, que emergió en forma vertiginosa en pocos años, revela la brutal descomposición del régimen político, y especialmente el hundimiento del peronismo. Massa no logró ganar un balotaje contra un candidato que hasta sus votantes consideraban “un loco”, y eso que los banqueros y grandes capitalistas consideraban a Massa el mal menor de la segunda vuelta. La desesperación de la población, en un cuadro de retraimiento relativo del movimiento obrero, condujo a la victoria de un aventurero que se maneja como si tuviera la mayoría del congreso o si contara con una base social movilizada para apoyarlo. La historia no conoce un antecedente de un gobierno capaz de movilizar en su apoyo a sectores populares al mismo tiempo que los hambrea y les dice que deberán sufrir esa situación al menos durante dos años más. Milei amenaza con convocar un plebiscito para apoyar su DNU y sus leyes reaccionarias, lo cual no tendría efectos legales ni probablemente un buen resultado en las urnas. El espejismo que sufre Milei es creer que el 56% que lo votó contra Massa lo volvería a hacer tras dos meses de hiperinflación y crecimiento de la pobreza, al punto que los comerciantes se quejan de la abrupta caída de sus ventas.
La crisis argentina obedece en primer lugar a la bancarrota del Estado, con un nivel de endeudamiento que está entre los más altos de América Latina en relación al PBI, y la dependencia total respecto al FMI para evitar caer formalmente en cesación de pagos. Milei plantea un completo alineamiento con el imperialismo yanqui (dolarización, distanciamiento de China) lo que expresa los intereses de algunos sectores del capital financiero, pero genera la resistencia de los agroexportadores y otros sectores capitalistas. Milei intenta asegurar al FMI el cumplimiento del plan pactado con el organismo para intentar recuperar el crédito internacional al quebrado Estado argentino, lo cual es dudoso que pueda lograr por más que hambree a los jubilados y los trabajadores. La situación amenaza conducir a un levantamiento popular más que a un despegue económico de la mano del capital financiero internacional. La burguesía ya comienza a manejar la posibilidad de un “juicio político” como una salida a esta crisis del régimen.
En Uruguay la economía lleva estancada toda la última década. Las “megainversiones” parasitarias de UPM y otros apenas disimulan el retroceso de las inversiones en general. La pretensión de abrir una salida a través de acuerdos comerciales (con EEUU, con el Tratado Transpacífico o con un TLC con China) se han revelado como meras fantasías, en un cuadro de creciente guerra comercial y económica entre potencias. La burguesía “nacional” viene retrocediendo cada vez más en su peso en la economía. La situación financiera aparece relativamente más controlada respecto a otros países de la región (a vía de ejemplo, el “riesgo país” es de 80 puntos, mientras que el de Brasil es 207 y el de Argentina 1.786), lo cual significa que el capital financiero considera relativamente “seguro” dar préstamos al país, sea quien sea quien gobierne, ya que ambas coaliciones (derechista y de centro-izquierda) le garantizan sus intereses, y no se temen grandes conmociones políticas.
El régimen político uruguayo parece previsible si se lo compara no solamente con Argentina sino incluso con EE.UU., y un factor de esa “estabilidad” radica en la existencia del Frente Amplio, un frente en el cual la clase obrera está subordinada a la pequeña burguesía proimperialista. Un ejemplo fue la actuación del FA en relación a la reforma jubilatoria del gobierno. Los primeros que plantearon el aumento de la edad de retiro fueron Astori y Mujica; el FA durante 15 años no tocó la jubilación privada (sistema AFAP) e incluso le dio mayor libertad a estas administradoras (en manos de la banca) para realizar inversiones en el exterior (en títulos estatales de otros países). Frente a la reforma de Lacalle, que le daba aún más libertades a las AFAP para las inversiones fuera del país, y ante la repentina apelación a la “soberanía” de nada menos que Cabildo Abierto, el Pepe Mujica salió a defender este aspecto de la ley derechista en nombre de asegurar “mejores inversiones” para los ahorros de los trabajadores. La política del FA y de su aparato sindical apostó a contener cualquier proceso huelguístico contra la estafa jubilatoria. Un ala de la dirección sindical (bancarios) incluso acordó con el gobierno el adelantamiento de la aplicación de la reforma jubilatoria del FMI a los afiliados a la Caja Bancaria, incluyendo el aumento de la edad de retiro, la baja de las tasas de cálculo de la jubilación e incluso un nuevo impuesto a los jubilados.
El régimen electoral favorece la aparente estabilidad uruguaya, ya que apuntala a los partidos existentes y desfavorece la formación de nuevas opciones electorales (“ley de lemas”). En el interior del país, el dominio del Partido Nacional se explica en gran parte por la posibilidad de canalizar a través de múltiples candidaturas a la Intendencia las disidencias en cada departamento. Sin embargo, este régimen tramposo no salvará al Partido Colorado al igual que no bloqueó el surgimiento de un partido de derecha con base en los mandos militares (Cabildo Abierto) que ahora parece estar languideciendo. La ley de lemas es lo que permite mantener unido al Frente Amplio, pese a las disputas y crisis. La disgregación de todos los partidos sería mucho mayor en un cuadro donde no existiera multiplicidad de listas en cada lema.
El plebiscito de la seguridad social aparece como una desautorización a todo el régimen político. Milei habla contra “la casta” al tiempo que defiende los pactos con el FMI, la mayor “casta” explotadora del planeta. El plebiscito impulsado por el movimiento obrero choca con la “casta del FMI”, con todos los candidatos de derecha y centro-izquierda que están con las AFAP y los banqueros. Un triunfazo en abril con 500.000 firmas puede abrir un cuadro político inédito. ¡Redoblemos la campaña!