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Masacre de Orlando: Solidaridad e hipocresía

El pasado domingo diez de junio, un hombre armado perpetró unas de las más cruentas masacres cometidas en Estados Unidos, y la convirtió en el tiroteo múltiple más mortífero registrado en la historia del país.

El repudio a la masacre no se hizo esperar, y en varios puntos del continente y el mundo, fueron varias las concentraciones y muestras de indignación y solidaridad ante lo sucedido, que tuvo como víctimas mortales a personas de la comunidad “LGTB”.

El análisis, sin embargo, difícilmente trasciende la indignación, por lo que es necesario hacer hincapié en algunos aspectos, no ya relacionados a la masacre en sí, sino que en cambio, a las pasiones que despierta, y las hipocresías que revela: Por un lado, el hecho de que la matanza haya sido cometida contra integrantes de la comunidad de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales en un boliche “de ambiente”, reaviva el debate siempre vigente sobre la homofobia; y la peculiaridad de que el ataque lo haya cometido un musulmán, precisamente en “la tierra de la ‘libertad’”, parece encender aún más la cólera de un mundo que calla ante un crimen de similares características, perpetrado contra la misma comunidad semanas atrás en México.

La ecuación es casi perfecta: El hijo de afganos, practicante de la fe islámica, mata de forma aberrante y en su propia tierra (propia de él, y propia de “ellos”), a un grupo minoritario y circunstancial favorecido de la doble moral social y estatal. Y es que en Estados Unidos al tiempo que se persigue y excluye a la comunidad LGTB en forma de políticas de Estado y por resabios de una sociedad donde ser blanco, propietario, protestante y anglosajón sigue siendo garantía ciudadana, en esta ocasión tanto el gobierno como la sociedad se “solidariza”con esta población, apelando para ello a un obsceno y denigrante paternalismo mediático. Como “curiosidad”, al día siguiente de la masacre, el Estado de Florida levantó “por solidaridad” y de forma excepcional y temporal, el veto que impide a la población LGTB donar sangre.

Pero la tragedia, y sus repercusiones vuelven a denunciar por otra parte la problemática respecto al acceso a las armas de cualquier calibre en Estados Unidos, que está sujeto a prácticamente ningún control, y cualquier iniciativa que prevea modificar esta situación termina fracasando: la industria armamentística, representada por la National Rifle Association se pavonea victoriosa tras cada sesión en la que finalmente, ninguna regulación triunfa, y así, cualquiera que pueda pagarla, puede comprar un arma.

La masacre de Orlando, sin lugar a dudas, vale la indignación, los enojos, y amerita las muestras de solidaridad en el todo el mundo, y vale decirlo, también en Uruguay.

Pero ese internacionalismo para la galería que han mostrado las diferentes organizaciones no puede ni ignorar las que han sucedido en otras partes del mundo (un ejemplo patente por la similitud de los hechos ocurrió en México el pasado 22 de mayo, donde un grupo de narcos mató a siete personas e hirió a otras tantas en un boliche “de la diversidad”), ni ocultar las que suceden en Uruguay.

Y si no pueden ignorar las que suceden en otras partes del mundo, ni ocultar las que suceden en Uruguay, mucho menos pueden usarlas de forma mediática para “sensibilizarse” por lo que sucede en el primer mundo cuando son, como mínimo negligentes con las condiciones de la comunidad que se suceden en Uruguay: la cumbre de la hipocresía se dio cuando la Intendencia de Montevideo convocó, junto a otras organizaciones (pero con su logo, y diagramado) a una concentración de solidaridad con la comunidad LGTB de Orlando. En Uruguay a la comunidad aún le toca esperar que los crímenes cometidos contra las mujeres trans (van seis las muertes) sean investigados por el ministerio del Interior, o aplicar en los planes de educación abordajes para atender a la situación de la diversidad, o humanizar las políticas sociales para con esta comunidad, entre tantas otras realidades que en siguientes artículos iremos desarrollando en profundidad.

Indignarse por la masacre de Orlando es justo; analizar sus causas, sus consecuencias, y las contradicciones que encierra, una necesidad.

Federico Charlo

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