Los obreros y obreras de la carne, nucleados en la Federación Obrera de la Industria de la Carne y Afines (FOICA) con sede en el Cerro de Montevideo, desarrollaron una huelga general desde el 1 de abril, en lo que han denominado una pausa sanitaria. Se trata de un paro que persigue dos objetivos; por un lado, garantizar que los trabajadores cumplan con una cuarentena mínima de dos semanas, y por otro la exigencia de que las empresas garanticen las condiciones de seguridad sanitaria para funcionar. Esto implica, sin lugar a duda, una reorganización del trabajo en las fábricas a partir de protocolos de seguridad que las propias organizaciones ya están elaborando, bajo un estricto seguimiento y control en su puesta en marcha por parte de los delegados de sección. Las patronales de la carne, las más importantes, empresas multinacionales de capitales extranjeros se han negado a las solicitudes de los sindicatos, rechazando incluso la propuesta perjudicial para los trabajadores en términos salariales, de rotación del personal mediante el seguro de paro, evidenciando que no están dispuestas a garantizar el mínimo cuidado de sus empleados, aunque sean los propios trabajadores y el Estado quién paguen el costo de ellas.
La medida de fuerza llevada adelante por la FOICA adquiere relevancia, en primer lugar, porque se trata de una acción de lucha que por primera vez en décadas nuclea al conjunto de los sindicatos que participan en la Federación, es decir se trata de una medida de lucha unificada de los trabajadores de la carne.
En segundo lugar, porque la medida es llevada adelante por la nueva conducción de la Federación, que se impuso en las recientes elecciones gremiales y en el marco de procesos de lucha en distintos frigoríficos (fundamentalmente del Sindicato del Frigorífico Canelones) con la lista 209, un emergente heterogéneo, pero combativo que reivindica la independencia de clase, y que triunfó sobre la lista 1942 -afín a la corriente Gerardo Cuesta del PIT-CNT.
Una lista que se propuso poner en pie una poderosa Federación de la Carne que trascienda las divisiones artificiales orquestadas por los aparatos sindicales burocráticos y sea un factor de reorganización del conjunto de los obreros y obreras frigoríficos, e incluso de toda la industria de la alimentación, en una perspectiva clasista. Esta orientación política y la medida de acción de conjunto son un primer paso para problematizar, pensar y elaborar un programa general para el conjunto de la Industria de la Carne, que en el escenario actual plantea de forma urgente la nacionalización y control obrero de la Industria, para terminar con la especulación y la concentración de capitales, además de un convenio único.
El papel de la FOICA en el combate a la pandemia
La nueva conducción de la FOICA enfrenta entonces nuevos desafíos. En primer lugar, es fundamental que triunfe esta huelga, en el sentido de arrancarle a las empresas la implementación inmediata de un protocolo de seguridad e higiene para el cuidado de la vida de los trabajadores. Esto implica, entre otras cosas, la puesta en marcha de un protocolo de seguridad que puede incluir entre otros aspectos: la división del trabajo en más turnos para evitar la aglomeración, el espacio de un metro de distancia en el proceso de trabajo, la distribución de material sanitario al ingreso a las fábricas, tapabocas, alcohol en gel, guantes de látex, entre otros. La puesta en marcha de un servicio de locomoción acorde que recoja a los trabajadores en sus domicilios, pago por las empresas, y la priorización en la producción del abasto interno. Al considerarse la industria de la alimentación como esencial en el marco de la pandemia, la enfermedad debería considerarse enfermedad profesional e incorporarse en las prestaciones del Banco de Seguros del Estado, además las empresas deberían abonar una partida salarial extra por riesgo a sus trabajadores.
Es necesario entender que la reorganización del trabajo garantizando las condiciones sanitarias en la industria alimenticia (así como en el transporte y el comercio) se transforman en una cuestión vital de salud pública.
Para controlar el cumplimiento estricto por parte de las empresas es necesario que cada gremio ponga en pie un comité de salud y vigilancia en todas las fábricas, con potestad de paralizar la producción en caso de que las mismas no se cumplan.
En caso de negativa por parte de las empresas a activar el protocolo para defender la vida obrera, se debe exigir al Estado que intervenga al conjunto de la industria implementando los protocolos y garantizando la producción. El retorno al trabajo debe estar condicionado a que tanto el Estado como las empresas garanticen un control semanal de la epidemia en las fábricas, esto es la realización de test masivos para todos los trabajadores de la industria.
Estas propuestas, y la discusión general de la situación de la industria plantean el desafío para la FOICA de establecer una coordinación sindical más amplia, que incluya a los sindicatos más pequeños, o incluso núcleos de trabajadores que no estén organizados, de los distintos rubros de la alimentación para elaborar los lineamientos generales de un protocolo común y golpear con un solo puño en el marco de la pandemia. Se trata entonces de buscar abrir una deliberación que vaya más allá de la situación concreta de cada frigorífico, o incluso de la Industria, para constituirse en un polo de reagrupamiento general de toda la industria de la alimentación. Aportando no sólo un marco de reivindicaciones y de funcionamiento estándar (protocolos), sino también una caracterización de conjunto, respecto a cuáles fábricas son esenciales en este contexto y cuáles no lo son. E incluso estás acciones permitirían el control el propio proceso de producción, vigilando qué modificaciones reales se presentan en el marco de la pandemia y cuáles son maniobras de las empresas para especular e inflar los precios al consumo. En al actual contexto conocer la dinámica y tener mecanismos de control de la industria de la alimentación se vuelve fundamental para el conjunto de la clase trabajadora.
Estas coordinaciones pueden efectuarse o bien virtualmente a partir de diversos mecanismos (plataformas, videollamadas), o a partir de delegados, respetando al máximo las medidas de seguridad e higiene.
La situación también presenta el desafío de que cada sindicato de base construya territorialmente sus propios mecanismos de coordinación barrial, articulando con las ollas populares, y organizando zonalmente la efectiva realización de la cuarentena. En este sentido, los sindicatos, como centro de organización obrera, permiten centralizar información y distribuir tareas, por ejemplo, instalando ollas o repartiendo canastas (como muchos ya lo están haciendo), pero además relevando necesidades varias de los barrios donde se encuentran ubicados; esto es desde condiciones de higiene del barrio, necesidad de alimentos, artículos de limpieza, o necesidades de personas mayores en materia de mandados o retiro de medicamentos.
La realidad que se presenta es que la vida de los trabajadores, jubilados y toda la población explotada está en riesgo. El gobierno prácticamente no ha tomado medidas para frenar esta cuarentena y pretende normalizar la actividad en el momento en que entramos al invierno, rozando en la desidia, y fomentando la catástrofe que implicaría el colapso de los centros de salud. Los sindicatos tienen un papel fundamental para cumplir, en la organización de la defensa de la vida de los trabajadores y trabajadoras, y los sectores más vulnerables, sabiendo que el Estado no cumplirá con ese papel a no ser que se desenvuelvan los reclamos con fuerza.
Para ello, como elemento fundamental debemos exigir al gobierno que se pongan en práctica ya las propuestas realizadas por el Sindicato Médico del Uruguay, esto es el testeo masivo en los lugares de trabajo, a todos aquellos que presentan síntomas, al conjunto de la población para lograr combatir con eficacia la epidemia.
Los obreros y obreras de la carne están marcando el camino, uno en el que aún queda mucho por recorrer. ¡Adelante, compañerxs!