Centenario de la Revolución Alemana, parte #7. La crisis del Partido Socialdemócrata Independiente
El 11 de noviembre los responsables espartaquistas de Berlín improvisan una conferencia y trazan un programa. Para ellos la revolución no ha superado hasta entonces el nivel de un motín de militares. Ha dejado en segundo plano el “contenido social”. Es cierto que contribuyó a romper el ejército como arma de la contrarrevolución; pero ésta dispone aún de los ”socialistas del gobierno”, un arma muy importante ya que conservan la confianza de una fracción importante de la clase obrera. El papel de los revolucionarios es esclarecer a las masas con su agitación y su propaganda, ayudarlas a conocer el papel real de la socialdemocracia, empujándolas a las luchas, a las huelgas, en particular las de carácter económico sobre las cuestiones candentes del abastecimiento, de la desocupación, y del “verdadero caos económico consecuencia necesaria de la guerra”.
Toda colaboración con los socialdemócratas mayoritarios sólo haría más difícil la experiencia de las masas. Para Rosa Luxemburgo, históricamente hablando, el momento en que debemos tomar el mando no se sitúa al principio, sino al final de la revolución. Sobre la base de este análisis, defiende que los espartaquistas deben permanecer todo el tiempo posible en el partido independiente para reclutar primero simpatizantes y militantes con el objetivo de conseguir la mayoría. Su opinión prevalece; la Liga Espartaco sigue siendo un grupo de propaganda dentro del partido socialdemócrata independiente. Pero esta vez se da también un embrión de organización y forma una Central (Zentrale).
La lucha entre los partidarios del poder de los consejos y los impulsores de la Constituyente, pronto pasará por el corazón del partido socialdemócrata independiente, a pesar de los esfuerzos de sus dirigentes por contemporizar. El 27 de noviembre, el ejecutivo independiente publica una declaración en la que afirma que la Constituyente tiene que convocarse pero “cuando las condiciones técnicas y políticas se hayan reunido y si en ellas se expresa auténticamente la voluntad del pueblo informado”. Rosa Luxemburgo en las columnas del Die Rote Fahne del 29 de noviembre, critica la posición del partido, reclama la necesidad de una clarificación total y la convocatoria de un Congreso extraordinario, única forma de solucionar esta cuestión capital.
La capitulación de Haase y sus colegas frente a Ebert, al fijar la fecha de las elecciones el 16 de enero, refuerza la posición de los partidarios de un Congreso extraordinario. Die Rote Fahne se esfuerza en movilizar a los militantes para que impongan el Congreso. Los espartaquistas podrían efectivamente tomar la dirección, en una batalla en la que reuniesen a todas las fuerzas de izquierda del partido. La dirección se niega invocando que el Congreso impediría la preparación seria de la campaña electoral. Y acusa a los espartaquistas de sabotear la acción del partido. Queda claro que se va hacia la escisión, casi con el mutuo consentimiento.
El quince de diciembre, víspera de la reunión del Congreso de los consejos, se celebra la conferencia berlinesa del partido socialdemócrata independiente llamada para pronunciarse sobre la propuesta del Congreso extraordinario. Haase, en nombre del ejecutivo, defiende la política de colaboración con Ebert-Scheidemann. Justifica la decisión gubernamental sobre la Constituyente. Invita a los delegados a tomar conciencia del hecho de que la mayoría del país está ahora detrás de Ebert, y que hace falta entrar en el juego de la democracia, para construir un nuevo orden social en el que los consejos tendrán un lugar en la Constitución, al lado de una Asamblea elegida por sufragio universal. Las propuestas de los espartaquistas son, según él, una transposición caricaturesca de las consignas lanzadas por los bolcheviques en Rusia, en una situación diferente. Alemania es un país avanzado, y la situación internacional exige la elección en Alemania de una Asamblea representativa. Invita a los partidarios de Espartaco a sacar las conclusiones que se imponen de sus divergencias con el resto del partido, y a dejar la organización en la que ya no tienen sitio.
Rosa Luxemburgo presenta un contra informe que es una violenta requisitoria contra la acción del gobierno Ebert. Según ella Haase no está equivocado cuando explica que las masas están detrás de Ebert. Pero, lo que no dice, es que lo están, entre otras razones, porque los independientes lo sostienen y porque Haase forma parte del gobierno. Las masas podrán sin duda comenzar a ver más claro y comprender qué fuerzas se disimulan – cada vez peor – detrás de Ebert, si Haase y sus camaradas rompen con él y abandonan el gobierno. Ironizando sobre la fe democrática de Haase reclama: Si se trata del principio de democracia, apliquémoslo primero en nuestro propio partido. ¡”Y antes convoquemos al congreso, para que las masas digan si aún desean este gobierno! En la votación final la resolución de la dirección vence por 485 votos a la resolución Luxemburgo por un Congreso extraordinario que obtiene 185. La izquierda fue vencida en Berlín, que consideraba su bastión. El diario de los independientes titula: “Al fin, la claridad!”.
El veintiuno, los delegados revolucionarios se reúnen con los hombres de confianza de las grandes empresas de la capital. La Asamblea, casi por unanimidad, reclama la celebración de un Congreso extraordinario antes de fin de diciembre, la dimisión de Haase y de sus colegas del gobierno y la organización de una campaña electoral anti-parlamentaria. Eligen un comité de acción de cinco miembros donde coexisten los independientes de izquierda, y los espartaquistas. Todo empuja hacia el nacimiento de un nuevo partido, apoyándose a la vez en Espartaco y en los delegados revolucionarios y arrastrando numerosos elementos de los independientes.
La fundación del Partido Comunista Alemán (Espartaco)
Los preparativos y negociaciones para la posible fundación del nuevo partido coinciden con la llegada a Berlín de tres delegados enviados por Moscú, para representar a los soviets en el Congreso de los Consejos de Berlín. Entre ellos Karl Radek, muy ligado a la historia de la izquierda alemana, vinculado a los comunistas de Bremen y con una relación algo conflictiva con Rosa Luxemburgo desde la época del comunismo polaco. Paul Levi que tiene una muy buena relación con ambos (Radek y Rosa) actúa de moderador.
Las tres corrientes que pueden confluir en el nuevo partido, espartaquistas, comunistas internacionalistas y el grupo de delegados revolucionarios de Berlín están atravesadas por una divergencia transversal sobre la actitud a tomar frente a la convocatoria de la Constituyente, sobre la actitud hacia los sindicatos y más en general qué tipo de partido formar; lo que Broue define como “vanguardia o minoría de acción” (Broué, p. 128). Unavanguardia que esclarece y organiza a las masas (como lo aprobó la conferencia de Espartaco del 11 de noviembre) o una minoría actuante que interviene en nombre de las masas pero sin ellas, posición que tiene numerosos adeptos tanto en las filas de Espartaco como entre los comunistas internacionales.
La segunda conferencia de los comunistas internacionales se celebra en Berlín del 15 al 17 de diciembre. La mayoría de los delegados admiten que la próxima ruptura de los espartaquistas con los independientes hace desaparecer el obstáculo para la constitución de un partido unificado. Knief ha intervenido para proponer la participación de los revolucionarios en la campaña electoral, pero sólo le apoya una minoría. Paul Frólich, partidario del boicot, recibe el encargo de representar a los comunistas de Bremen en el Congreso de unificación. Radek desarrolla con elocuencia sus argumentos en favor de una fusión, que, según él, estaba tardando demasiado.
Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches parecen haber estado inicialmente opuestos a la fusión con los comunistas, e incluso Jogiches la ha combatido con vigor hasta el final. Piensa que es necesario permanecer en el seno del partido independiente hasta el próximo Congreso para arrastrar, aprovechando esa ocasión, a todos los elementos de izquierda que probablemente permanecerían en el partido, si los espartaquistas rompieran prematuramente con él. Pero la intervención de Radek, con el respaldo del prestigio de los vencedores de Octubre, es decisiva, y Rosa Luxemburgo se deja convencer de no esperar al Congreso independiente para romper con él. Ella mantiene divergencias sobre el nombre que debe adoptar el nuevo partido. Eberlein, resume la posición de Rosa: El partido comunista ruso aún está solo en la Internacional. Los partidos de la II Internacional van a combatirlo sin tregua. El deber de los comunistas es arrancar a los partidos socialistas de Europa Occidental de la II Internacional para fundar una nueva Internacional revolucionaria. El partido comunista ruso no lo conseguirá nunca él solo. El foso es profundo entre él y los partidos socialistas de Occidente. Nosotros, los revolucionarios alemanes, debemos convertirnos en el nexo entre los revolucionarios del Este de Europa y los socialistas aún reformistas de Occidente. Nosotros hemos de apresurar la ruptura de estos socialistas con el reformismo. Nosotros cumpliremos mejor con nuestro deber en calidad de “partido socialista”. Si nos presentamos como un “partido comunista” la estrechez de nuestros lazos con los rusos complicará nuestra tarea en Occidente (Broué, p. 137).
Finalmente la central rechaza por cuatro votos a tres – Paul Levi se abstiene – la propuesta de Rosa Luxemburgo para llamar “socialista” al nuevo partido. El 29 de diciembre de 1918 (el mismo día de la dimisión de los independientes del gobierno Ebert) la conferencia de Espartaco aprueba por 80 votos contra 3 la propuesta de abandonar el partido socialdemócrata independiente, para fundar un partido comunista. El Congreso se reúne finalmente el 30 de diciembre y sesionará ese día y el siguiente. Contará con 83 delegados espartaquistas y 29 de los comunistas. El debate principal no se dará entre los espartaquistas y los comunistas sino que es transversal a ambos e incluso también involucrará a los delegados revolucionarios.
Por un lado Rosa Luxemburgo desarrolla en el Die Rote Fahne, las posturas de la central, según la cual las clases dirigentes agrupadas detrás de Ebert dominan provisionalmente, lo que significa que los trabajadores tendrán que librar la batalla de la campaña electoral, utilizándola como una tribuna para movilizar a las masas. Rosa Luxemburgo, con Leo Jogiches y Paul Levi, que comparten su punto de vista sobre la cuestión de la Constituyente, son netamente minoritarios en el seno de la Liga Espartaco, donde la corriente izquierdista en favor de un boicot a las elecciones vence por mucho.
Lo mismo ocurre en el seno de los comunistas internacionalistas. Johann Knief se pronuncia por la participación en la campaña, pero es desbordado por los partidarios del boicot, a la cabeza de los cuales están Paul Frolich y Felix Schmidt. Y las mismas divergencias existen en el círculo de delegados revolucionarios. Sólo por 26 votos contra 16 se pronunciará por la participación en las elecciones bajo la forma de una lucha electoral anti-electoralista. Entre los representantes de las fábricas aparece más netamente la preocupación de evitar las aventuras y las iniciativas izquierdistas.
La (ultra) izquierda triunfa en el Congreso
Después de aprobar por propuesta de Liebknecht la fundación del nuevo partido que se llamará Partido Comunista de Alemania (Espartaco), el informe en nombre de la central de Paul Levi sobre la posición frente a la Asamblea Constituyente es interrumpido y cuestionado por numerosos delegados. Levi sostiene “La decisión sobre este problema puede influir durante meses en el destino de nuestro movimiento. (…) la Asamblea nacional se reunirá, y no podréis impedirlo. Durante meses dominará toda la política alemana. Vosotros no podréis impedir que todos fijen sus ojos en ella, ni siquiera que los mejores partidarios vuestros intenten saber qué sucederá en la Asamblea nacional, para orientarse, informarse y prevenirse.” Pero la mayoría de los delegados están convencidos que “el poder está en la calle”. El informe de Levi abre un debate tumultuoso que divide en dos partes desiguales al Congreso. Rosa Luxemburgo confiesa su amargura frente al “extremismo” de la mayoría. Afirma que las masas alemanas, que no han tenido suficiente tiempo para desarrollar el poder de sus consejos, no están maduras para derribar a la Asamblea constituyente. Heckert subraya que, incluso donde son más fuertes, los comunistas aún están en minoría y que la mayoría de los trabajadores sigue a Ebert y Scheidemann. Propone la participación en las elecciones, con una lista única para toda Alemania con los nombres de Liebknecht y Rosa Luxemburgo solamente. Todas estas intervenciones cuando no son interrumpidas, son aceptadas sin entusiasmo por los delegados.
En cambio los delegados aplauden largamente a los oradores más izquierdistas, como Otto Rühle, quien afirma que la Constituyente es un “nuevo cadáver”, “nosotros tenemos ahora otras tribunas. La calle es la tribuna grandiosa que hemos conquistado y que ya no abandonaremos, aunque disparen sobre nosotros”. La participación en las elecciones significaría, para este partidario del “poder en la calle”, la renuncia a la revolución. Otros invocan la necesidad de permanecer con las manos limpias. Al final del debate el Congreso rechaza la resolución de Levi y adopta, por 62 votos contra 23, la que ha propuesto Otto Rühle. El partido comunista no participará en las elecciones.
El segundo día, al debatirse las luchas económicas los delegados favorables al boicot se oponen a los sindicatos. Rieger, de Berlín, estima incompatibles la pertenencia al partido comunista y, a la vez, a una organización sindical. Paul Frölich afirma que es imposible reconquistar los sindicatos desde el interior y que hace falta lanzar la consigna de “¡Fuera de los sindicatos!”. Así, después de decidir boicotear las elecciones de la Constituyente el Congreso se pronuncia por enfrentar a los sindicatos. Tengamos en cuenta la gravedad de esta posición en un período en que los afiliados sindicales pasarán de 2,8 millones en 1918 a 7,3 millones en 1919.
Finalmente el Congreso adopta el proyecto de programa publicado por Rosa Luxemburgo en Die Rote Fahne y que precisa sin ambigüedad: “La Liga Espartaco rehusará acceder al poder en el lugar de los dirigentes actuales cuando Scheidemann-Ebert hayan quemado su tiempo. (…) Si Espartaco toma el poder, será bajo la voluntad clara, indudable, de la gran mayoría de las masas proletarias, en toda Alemania y sólo bajo la forma de su adhesión consciente a las perspectivas, a los fines y a los métodos de lucha propugnados por la Liga (…) La victoria de Espartaco no está situada al principio, sino al final de la revolución”. El hecho de que el Congreso haya podido, simultáneamente rechazar la proposición de la central, de participar en las elecciones y adoptar el programa presentado por Rosa Luxemburgo, era claramente una manifestación de inconsecuencia política. La fundación del partido comunista alemán se produce en una atmósfera de confusión política en el seno de la vanguardia revolucionaria.
Los delegados revolucionarios no ingresan al PCA (E)
Una grave consecuencia de las decisiones del Congreso es el fracaso de las conversaciones con los delegados revolucionarios berlineses, que se celebraban en paralelo al Congreso. Lo que estaba en juego era decisivo. Las discusiones se desarrollan entre una delegación espartaquista encabezada por Liebknecht y una delegación del núcleo de delegados revolucionarios. Los líderes espartaquistas se han mostrado llenos de esperanza sobre las conclusiones de las negociaciones. Se sabe que estos militantes, formalmente miembros del partido independiente, están próximos a los espartaquistas y que de hecho constituyen un grupo autónomo, con su línea política y disciplina propia. La principal cuestión para ellos es la participación en las elecciones a la Constituyente. Piden el abandono de la decisión del boicot a las elecciones, el establecimiento de una comisión de programa sobre una base paritaria, la definición precisa, elaborada en común, de las “tácticas en la calle”, el acceso de sus representantes a los comités de redacción de prensa y de volantes, la desaparición, en fin, en el nombre del nuevo partido de cualquier referencia a Espartaco. Sin duda estas condiciones son las que un viejo bolchevique aceptaría sin dudar, y sobre las que un viejo espartaquista tendría poco que decir. Pero son inaceptables para la mayoría de los congresistas, cuya actitud irónica hacia las negociaciones es uno de los síntomas que le parecen más alarmantes a Radek. No hay sobre esta cuestión capital, ningún debate en el Congreso, de hecho hostil desde el comienzo a la fusión con los delegados. Sin duda éste era el mayor fracaso de los comunistas alemanes. La fundación de un verdadero partido comunista en la Alemania de 1919 era difícilmente concebible sin la participación de estos delegados obreros que tenían la confianza del proletariado berlinés, que habían dirigido las luchas durante la guerra y durante las jornadas revolucionarias.
El partido comunista, nacido apenas y ya aislado de las masas, se había condenado a sí mismo a la impotencia antes de haber comenzado a actuar. Lenin, que conocía la celebración del Congreso pero ignoraba aún su contenido y su carácter, el doce de enero en una ”Carta a los obreros de Europa y América” que estaba terminando de redactar, proclama: Cuando la Liga Espartaco alemana, conducida por estos jefes ilustres, conocidos en todo el mundo, estos fieles partidarios de la clase obrera, que son Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Franz Mehring, rompió definitivamente cualquier lazo con los socialistas como Scheidemann, (…) cuando la Liga Espartaco se llamó partido comunista alemán, entonces la fundación de la III internacional, la internacional comunista, verdaderamente proletaria, verdaderamente internacional, verdaderamente revolucionaria, se convirtió en un hecho. Formalmente, esta fundación no se ha realizado, pero, en realidad, la III Internacional existe desde ahora”.
En la próxima y última nota las jornadas de enero de 1919 y el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.
La izquierda alemana y los bolcheviques en las vísperas de la revolución #4
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