El debate abierto en torno a la cuestión de la “inseguridad” reafirmó la incapacidad de la oposición patronal de colocarse como una alternativa al Frente Amplio. Las bravuconadas de Bordaberry (censura a Bonomi y elecciones parlamentarias) fueron sometidas al aislamiento por el resto de la oposición patronal y de la burguesía. La orientación desestabilizadora de Bordaberry no constituye una salida de reagrupamiento para la clase capitalista; no es más que un intento desesperado de colocarse en el centro del escenario político, para disimular la falta de iniciativa de la derecha y competir con el creciente protagonismo de Novick.
Ningún candidato de la derecha patronal representa, por el momento, un eje de reagrupamiento del frente capitalista. Están divididos en torno de las salidas a la bancarrota económica y no tienen un programa alternativo al gobierno: el Frente Amplio está desenvolviendo la agenda de ajuste y represión que exigen los capitalistas.
En términos generales, la burguesía no ha operado un cambio de frente y aún apuesta por la estabilidad política que le garantiza el Frente Amplio para aplicar su programa frente a la bancarrota económica. La política actual de la derecha se orienta a garantizar al FA la gobernabilidad para imponer el ajuste. Lacalle Pou, por ejemplo, hizo hincapié en “presionar en forma civilizada sobre el gobierno” y “ayudarlo a terminar bien su mandato”. El propio Novick se coloca como un posible apoyo para Vazquez para la aplicación del ajuste y la privatización contra los trabajadores.
Para cumplir con los mandatos de la burguesía, Vazquez y Astori tendrán que regimentar a la bancada oficialista y a la burocracia sindical, y demostrar que son capaces de derrotar al movimiento obrero y a las masas. Estos elementos determinarán la relación de la clase capitalista con el gobierno del Frente Amplio en esta etapa.
Unidad para el ajuste y la privatización
En este escenario, una de las preocupaciones fundamentales del gobierno es mantener las mayorías parlamentarias frente a las decisiones fundamentales, es decir, la regimentación de la bancada parlamentaria de cara a la aplicación del marco legal para el ajuste y la entrega nacional. El objetivo explícito del nombramiento de Civila como coordinador de la bancada oficialista es alinear a los parlamentarios detrás de la política de Vazquez y Astori. Este diputado afirma que perder las mayorías parlamentarias por el desalineamiento de un sector de la bancada “sería una traición”. En la misma dirección apuntan las sanciones contra los diputados “rebeldes”, que votaron contra la rendición de cuentas el año pasado.
La aprobación de los TLCs serán un ensayo general de la capacidad del Ejecutivo de regimentar a la bancada. Debe ser aprobado (o rechazado) en el Parlamento. Los diputados de la “izquierda” del FA enfrentan la disyuntiva de votar el TLC o ir a un nuevo choque con el Ejecutivo. No será la primera vez que votan en el Parlamento los mandatos del gran capital: estos sectores votaron la ley de Participación Público Privada en 2011, amparados en la disciplina partidaria. Frente a esta situación, Vázquez cuenta con los votos de la oposición patronal para aprobar el TLC contra un sector de su bancada.
En esta etapa los sectores que se reivindican la izquierda del Frente Amplio (PCU, PVP, MPP, Casa Grande, etc) se están adaptando al giro derechista del gobierno, garantizando sus votos en las decisiones parlamentarias claves. La burocracia sindical (vinculada a estos partidos) acompaña este realineamiento derechista. El disciplinamiento de toda la bancada del FA detrás de la rendición de cuentas del ajuste, así como los acuerdos con la dirección del PIT-CNT sobre las pautas salariales, dan cuenta de esta orientación. En última instancia, la actuación parlamentaria de estos sectores dependerá de la presión de las masas sobre el cuadro político.
Delimitación
El derrumbe económico agota el margen para la política de colaboración de clases a la que se aferra la burocracia sindical y los sectores del FA vinculados a ella. En nuestro país, el pasaje de un gobierno de contención y colaboración de clases hacia un gobierno de ataque a las masas se está operando sin el desplazamiento del FA del gobierno.
Las variantes del Frente Amplio cuya política se orienta a la contención por izquierda, constituyen la bisagra entre el gobierno y las masas y un bloqueo hacia el ascenso de la movilización contra el ajuste y el pasaje hacia posiciones de independencia política y revolucionarias. La estrategia de “disputar el gobierno” desde adentro para impulsarlo a la izquierda terminó con todos subordinándose a la política económica del Ejecutivo. Esta estrategia tiene como objetivo neutralizar las luchas populares y canalizarlas hacia una pelea al interior del FA o del gobierno, mientras los diputados y las direcciones oficialistas viabilizan el ataque al salario y el salario y la profundización del viraje del FA hacia el capital financiero.
Algunos sectores de la izquierda por fuera del FA impulsan la unidad de la izquierda sin una clara delimitación programática. Esta orientación va acompañada de un embellecimiento de la década “progresista”. Este planteo constituye un bloqueo a la evolución política de los trabajadores hacia posiciones de independencia de clase. El trasfondo de esta orientación es que estos sectores no han roto con la estrategia política de la colaboración de clases y la alianza con la burguesía. La etapa actual requiere, por parte de la izquierda revolucionaria, de una delimitación sistemática del Frente Amplio y de su estrategia política. Se trata de separar a los trabajadores de la burguesía y sus partidos.
La oposición de blancos, colorados y Novick comparten con el gobierno el programa para que la crisis la paguen los explotados. Los trabajadores debemos levantar una oposición estratégica contra los partidos del ajuste. ¡Organicemos un Congreso del Movimiento obrero para abrir una salida de los trabajadores!