La marcha del 8 de marzo fue la expresión de un nuevo cuadro político que se ha abierto en torno a las problemáticas que sufrimos las mujeres. La masiva participación, fundamentalmente de jóvenes, manifestó como ya lo había hecho el pasado 3 de junio la marcha por ‘ni una menos’ el rechazo a la violencia que sufren cotidianamente las mujeres, en particular las trabajadoras. También puso de relieve la defensa del derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, es decir el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, sin plazos ni tribunales médicos, así como la lucha contra las políticas de ajuste, la defensa de los puestos de trabajo, el salario, y la defensa de a igual tarea, igual salario. También estuvieron presentes las reivindicaciones de las mujeres trans que son violentadas y discriminadas cotidianamente.
La movilización tuvo una composición variada, contó con la participación de gremios estudiantiles secundarios y universitarios, así como de algunos sindicatos. Se hicieron presentes en la marcha, las obreras de Fripur que se encuentran en lucha en defensa de sus puestos de trabajo, las trabajadoras del Hospital Cansani que están batallando contra el cierre y la privatización que pretende desenvolver el gobierno, así como también cooperativistas de FUCVAM y diversas organizaciones feministas.
El dato de la movilización es que comienza a visualizarse una tendencia a la organización independiente de la mujer por sus reivindicaciones, rompiendo el monopolio que tenían las organizaciones gubernamentales y ONGs vinculadas a la iglesia.
Es que la política que viene desarrollando el gobierno, con Tabaré Vázquez a la cabeza es de profundización de la explotación y opresión de la mujer trabajadora. La desigualdad salarial y el trabajo precario campean en el ámbito estatal. La falta de guarderías gratuitas y estatales para que las trabajadoras dejen a sus hijos mientras estudian o trabajan, apunta a impedir la independencia económica y social de la mujer trabajadora. El ajuste fenomenal que comienza a descargarse sobre los hombros de los trabajadores, golpea fuertemente a las trabajadoras, que se organizan en defensa de sus puestos de trabajo y deberán junto a sus hermanos de clase enfrentar la carestía a la que el gobierno las condena.
La movilización del 8 de marzo ha sido una primera jornada en defensa de nuestras reivindicaciones, para defender nuestras condiciones de vida, y terminar con la doble opresión es preciso avanzar en la organización de la mujer trabajadora bajo una perspectiva obrera y socialista.
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