Los esfuerzos, finalmente exitosos, realizados por nuestro partido para que el Frente de Izquierda concurra con listas unificadas en todos los distritos del país a las elecciones primarias de agosto deben valorarse especialmente a la luz de la convulsionada situación política. En todo momento entendimos que las listas comunes del Frente de Izquierda son un gran instrumento para desarrollar una alternativa política de los trabajadores, la juventud y la mujer, ante la manifiesta crisis de los gobiernos del ajuste en la nación y las provincias, y el avanzado estado de disgregación de las fuerzas políticas que responden a la clase capitalista. Sólo el método del frente único permite establecer una delimitación de clase en la campaña electoral, al concentrar la lucha contra las listas de los partidos y políticos de la patronal, y evitar el desgaste faccional de una disputa internista. En la superioridad de este método político se concentró la progresividad del Frente de Izquierda desde su fundación en 2011.
Repudio al ajuste
Las próximas elecciones se darán en un cuadro de enorme descontento popular e insatisfacción de los trabajadores y los sectores populares ante la ofensiva ajustadora del capital y sus gobiernos. Este descontento se ha filtrado bajo la forma de manifestaciones de masas o acciones de protesta por todas las brechas que ofreció la situación política. No sólo tuvimos una huelga docente prolongada, que de algún modo sigue abierta a pesar del freno incesante de su conducción burocrática-kirchnerista, o un parazo nacional como el del 6 de abril pasado. Las acciones de protesta envolvieron al movimiento de mujeres y de la juventud, que sufren el ajuste de manera agravada. Y a sectores muy amplios de la clase media, que protagonizaron manifestaciones de masas el 24 de Marzo y el pasado #10M contra el beneficio del 2×1 a los genocidas de la dictadura. En algunos casos, como acaba de ocurrir con la huelga general de las y los choferes de la UTA de Córdoba, esta lucha mostró una clara tendencia de las bases obreras a rebelarse contra la burocracia sindical, al igual que el reciente paro de las seccionales multicolor en el Suteba.
Objetivamente, estas luchas han servido para establecer una delimitación de los campos en disputa. La colaboración activa de los partidos de la oposición patronal con el gobierno macrista, ya sea en el Congreso votando sus leyes, en las gobernaciones e intendencias aplicando sus mismas políticas, o en el terreno de la lucha social frenando y traicionando toda iniciativa popular valiéndose de la burocracia sindical o ‘piquetera’, muestran la distancia que existe entre las aspiraciones y reclamos populares y la política de los partidos del sistema. La clave del proceso político es la transformación de esta delimitación objetiva en subjetiva. La larga campaña electoral, que atravesará con seguridad varias etapas de aquí hasta octubre, en la que no faltarán nuevas intervenciones populares, crisis políticas y denuncias de corruptela generalizadas, ofrece para el Frente de Izquierda un terreno excepcional de intervención política.
Lucha política
El clima popular de insatisfacción ha obligado a que los bloques políticos modifiquen sus estrategias. El pacto entre la camarilla K y el pejotismo bonaerense para sacar a Cristina Kirchner de su auto-exilio en Calafate y viabilizar su candidatura forma parte de un operativo que busca encubrir la colaboración pejotista con el ajuste. Luego de votar todas las leyes de Macri, el pejotismo buscará presentarse como fuerza opositora, para bloquear una evolución política de los trabajadores. En esto radica concretamente la naturaleza reaccionaria de su posible candidatura. El Frente Ciudadano que la tendría como candidata no es otra cosa que un tren fantasma de los colaboradores del ajuste macrista. La nómina incluye a su cuñada Alicia Kirchner, quien acaba de firmar un pacto ajustador con el gobierno nacional contra el pueblo de Santa Cruz. Su hijo, Máximo, acaba de llamar a que ‘vuelvan los que se fueron’, mostrando que el Frente Ciudadano ni siquiera reclama para sí el derecho de admisión y permanencia.
En el gobierno también están recalculando. Conscientes de que el derrumbe económico los puede llevar a una derrota electoral, han decidido encarar la elección como si fuesen oposición y no oficialismo. Para ello, su discurso gira en torno de las mafias y la corrupción, en la búsqueda de incentivar una polarización con el kirchnerismo-pejotismo. Los límites de esta intentona son evidentes. Las corruptelas que abarcan a la actual administración tienen sus raíces en las mismas camarillas capitalistas que gobernaron con la administración anterior. El affaire Odebrecht los coloca a todos juntos en el banquillo de los acusados. Por eso, cuando Carrió denuncia que el gobierno protege a De Vido quiere ocultar, justamente, que lo hace en su propio beneficio. Una investigación sobre las coimas y retornos en la obra pública no sólo alcanzaría a la brasilera Odebrecht sino también a la ‘argentina’ Techint. El grupo de Paolo Rocca por ahora milita en el oficialismo, como lo prueba que ayudó a encumbrar un directorio macrista en la UIA, previo a que el gobierno le asegurara que en los acuerdos comerciales con China quedará excluida la importación de acero. En Carrió importan las omisiones, no las denuncias. Lo mismo ha ocurrido con el dietazo, que no reconoció grietas, desde Cambiemos hasta el Frente para la Victoria.
La campaña del Frente de Izquierda
La tentativa de armar una polarización electoral entre los partidos que integran la coalición ajustadora encuentra límites insuperables. Un reciente estudio de opinión muy difundido por la prensa capitalista dio cuenta que más de la mitad de la población no se identifica ni con el macrismo ni con el kirchnerismo. El campo de acción que ofrece la campaña electoral para el Frente de Izquierda es sencillamente enorme. La experiencia internacional del último período muestra que no pueden excluirse saltos importantes en períodos de tiempo relativamente breves -más breves incluso que el que dista de aquí a octubre. Las crisis bruscas que envuelven a todos los regímenes políticos al servicio del capitalismo y la tendencia a la rebelión en la clase obrera, la mujer y la juventud son la materia prima sobre la que debe trabajar un partido y una coalición de izquierda y socialista.
La gran tarea que tiene el Frente de Izquierda es traducir al plano de la movilización política, incluida en ella el terreno electoral, el descontento popular de millones de trabajadores con el ajuste en marcha. Para ello se requiere un programa de los trabajadores y un método de campaña. El carácter de las consignas debe estar determinado por la necesidad de dar salida a la situación de las masas populares. La denuncia de los salarios de miseria de 9.000 pesos para el 50% de los trabajadores y la necesidad de establecer un salario mínimo igual a la canasta familiar; el rechazo a la precariedad laboral, que abarca a la mayoría de la juventud, plantea una campaña por un plan de empleo joven con los mismos derechos e ingresos que el conjunto de los trabajadores, pasantías realmente formativas controladas por las organizaciones juveniles y sindicales, y un plan de becas para la juventud que quiere defender su derecho a estudiar; la campaña debe reivindicar también la defensa de los convenios colectivos y la abolición del impuesto al salario, la denuncia a la especulación inmobiliaria contraponiendo la construcción de un millón de viviendas sociales para los sectores de trabajadores y la juventud que no puede independizarse ni formar su propia familia; la condena a las mafias del Estado capitalista, sean policiales, judiciales o gubernamentales, que cobijan el delito organizado contra los sectores populares y en especial contra las mujeres, que sufren la violencia social de las redes de trata, de prostitución y la impunidad con que las fuerzas de seguridad y de la Justicia amparan la violencia de género. Estas consignas mínimas, que tienen un valor enorme por concentrar el interés popular, deben ser combinadas con un planteo de salida integral frente a la crisis capitalista.
El desarrollo del programa implica un método apropiado de delimitación que sirve para desnudar la complicidad de la oposición con el ajuste en marcha. Cristina Kirchner ya anticipó que su programa no pasa de una serie de enunciados de “emergencias”, cuyo límite está determinado por no afectar los lineamientos generales de la política económica actual.
Un programa de movilización requiere un método de campaña basado en el frente único, que contemple la participación de los elementos más activos de los trabajadores, las mujeres y la juventud en la campaña, ya sea en su carácter de candidatos o en comités de apoyo y de lucha. Del mismo modo que bregamos por listas comunes del Frente de Izquierda, ahora planteamos a todos los partidos y simpatizantes del FIT a realizar una campaña de frente único, para pavimentar el desarrollo de una alternativa política de los trabajadores.
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