Millones de personas en las calles
Argelia vive un proceso histórico de movilizaciones de masas que han llevado al presidente Abdelaziz Buteflika a aplazar las elecciones presidenciales del 18 de abril y a renunciar a un quinto mandato. El anuncio, influido por el alcance de las protestas y las divisiones en el gobernante Frente de Liberación Nacional (FLN), es de todos modos una maniobra final, puesto que el presidente se mantiene en el poder. En su lugar, plantea la formación de una conferencia encargada de elaborar una nueva Constitución, que inauguraría un período de transición con él ya fuera del gobierno. El otro anuncio ha sido la salida de un primer ministro repudiado por sus diatribas públicas contra las marchas.
Pese a los anuncios, más de un millón de personas se movilizaron el viernes en la cuarta jornada consecutiva de movilizaciones. El 8M, a su vez, el reclamo contra el gobierno se unió a las reivindicaciones de la mujer trabajadora. Las protestas se han extendido inclusive a la importante comunidad argelina en Francia. Un dato significativo es que referentes de la oposición han sido expulsados a los gritos de las marchas, como Alí Ghediri, un general que se candidateaba para las elecciones del 18.
Al mismo tiempo, se desarrolló una huelga general de varios días al margen de la oficialista Unión General de los Trabajadores de Argelia, que paralizó buena parte del transporte público en la capital Argel y se extendió también a la docencia, a algunas empresas gasíferas, puertos y parques industriales. Esta irrupción obrera es mirada con hostilidad por sectores de la oposición. Mustafa Bouchachi, integrante de un organismo de Derechos Humanos, que suena como pieza de un potencial gobierno de transición, aseguró que la medida “puede dividir y no sirve para nada” (El País, 11/3).
Las fuerzas políticas
El Frente de Liberación Nacional (FLN) accedió al poder tras la guerra de independencia contra el imperialismo francés, que culminó en 1962. Buteflika fue ministro y también funcionario de la Opep durante la primera etapa del país. Mucho tiempo después llegó a la presidencia, tras la guerra civil con las fuerzas islamistas que dejó más de 100 mil muertos (1992-1999). Buteflika, otrora militante independentista, tejió un régimen alineado con el imperialismo, al punto de prestar apoyo logístico y de inteligencia a Francia en Mali. Es la expresión más repudiada del régimen. No da un discurso desde 2012 y padece severos problemas de salud, por lo que muchos sospechan que el poder real pasa por su hermano menor y el jefe del Ejército, que en los últimos días giró hacia un planteo más contemporizador con las manifestaciones. A la par de las movilizaciones de masas, se produce una sórdida lucha en el aparato estatal por la sucesión de Buteflika que involucra al Ejército y los servicios secretos.
Según algunos analistas, el islamismo ocupa por el momento un lugar secundario en las movilizaciones y en el proceso político. “La calle ha mantenido al margen a los islamistas, sospechosos de connivencia con el régimen” (ídem, 15/3). Tras la guerra, Buteflika se dio una política de cooptación y fragmentación de este espacio político. El resto de la oposición tampoco parece gozar de gran relieve político.
El debate es entonces si la transición se operará en los marcos del régimen creado por el FLN o si su propia crisis puede ser finalmente explotada por otras fuerzas políticas.
El imperialismo francés, por lo pronto, ha saludado la declinación de Buteflika. Consciente de la impopularidad del régimen, busca una salida que no ponga en riesgo sus intereses y que quite del escenario a la clase obrera y la juventud explotada.
El talón de Aquiles del movimiento callejero es la ausencia de un programa elaborado, más allá del reclamo contra el gobierno.
La caída
El régimen de Buteflika empezó a resquebrajarse en los últimos años con la caída de los precios del petróleo, que lo obligó a restringir severamente importaciones –inclusive de productos de primera necesidad- para enfrentar el déficit comercial. En contraste con la opulencia de una minoría enriquecida por el petróleo, el poder adquisitivo de los trabajadores se ha derrumbado, con un tercio de la fuerza laboral viviendo con salarios de 1,25 dólares diarios. El desempleo juvenil alcanza a un tercio de la juventud (como en la vecina Túnez). La miseria empuja a miles de personas a cruzar el Mediterráneo con rumbo a Europa desde la ciudad portuaria de Orán. Las protestas y reclamos –que empezaron en las canchas de fútbol- fueron haciendo mella al interior del gobierno, con la deserción de algunos dirigentes del FLN y un reconocimiento al “carácter pacífico” de las mismas por parte de la Organización Nacional de Muyahidines, veteranos de la guerra de independencia. A su vez, decenas de jueces hicieron una concentración para denunciar la ilegalidad de la postulación de Buteflika.
Argelia había permanecido hasta cierto punto al margen de la Primavera Arabe desatada en la región por el levantamiento tunecino de 2011. El levantamiento contra Buteflika, que se suma a los paros y movilizaciones de estos meses en Túnez y a las masivas protestas en Sudán por la renuncia de Omar al Bashir, muestran una región en ebullición y recuerdan que la primavera está latente.