Ante los sucesos de conocimiento público en los últimos días se vuelve importante hacer un llamado a la reflexión y no olvidar reclamos históricos de la izquierda.
Sin negar lo aberrante de los crímenes que motivan esta nota, es necesario recordar que el pedido de aumento de penas no es una reivindicación de izquierda. Esta postura no es caprichosa, es un reconocimiento de que la policía y el sistema penitenciario y judicial están permeados por lógicas de poder, clase y status quo.
Los hechos violentos de esta magnitud despiertan emociones fuertes e indignación, por eso es el pedido de llamado a la reflexión. Ninguno de los países que aplican penas severas como cadena perpetua o pena de muerte han logrado disuadir el delito, por todo lo contrario a multiplicarlo. Si, por lo tanto, lo que se quiere es que estos delitos no existan el pedido de aumento de penas es totalmente inconducente.
El llamado no es únicamente a la reflexión, es a la organización, a que la bronca se canalice en sentar la sociedad sobre nuevas bases, despojándonos de las cadenas del sistema capitalista. Cada uno de los espacios de acción popular se debe una reflexión sobre este tema que desnude las perversas lógicas que atraviesan los pedidos reaccionarios.
Los medios de comunicación recuerdan los derechos de la infancia solo en estos casos aberrantes y extremos, más orientados por el lucro que les genera el morbo que por una genuina preocupación a sus condiciones de vida. No nos olvidemos que en más de una ocasión los propios medios han violado los derechos de los niños y adolescentes, sobre todo si son pobres.
Por su parte, los partidos tradicionales han comenzado su campaña de “morbo-sensibilización”. El Partido Nacional ya ha salido a pedir “Registro Único de Violadores” y la reclusión perpetua “en estos casos” (Larrañaga). Ninguno, hasta el momento, ha planteado una verdadera salida al problema. Estas propuestas son reaccionarias y oportunistas. Creen tener la autoridad moral, ante un hecho que genera conmoción popular, quienes mantienen relaciones estrechas con los curas acusados de pedofilia y con los genocidas de la dictadura.
Hasta el momento, no hemos escuchado al Partido Nacional, ni al Partido Colorado –mucho menos al Frente Amplio- adoptar posiciones de iguales características con respecto a los genocidas de la dictadura, quienes violaban y violentaban sistemáticamente a las compañeras presas y sostenido por años. Estos genocidas que se mantienen libres con todo el andamiaje legal garantizado por los gobiernos de blancos, colorados y frenteamplistas.
Las relaciones interpersonales se descomponen a la velocidad de que se descompone el sistema capitalista. El humano reproduce en las relaciones interpersonales las relaciones de explotación en las que se encuentra, desarrollando de esta manera un ámbito de violencia y aberración entre las personas. No obstante, se pretende otorgar la herramienta de pena de muerte a una justicia que no ha sido capaz (ni ha querido) encarcelar a los genocidas de la dictadura (¡!).
La izquierda se debe un debate y posición con respecto a la infancia mucho más profundo, reflexionando sobre las condiciones de vida en general de los niños en un sistema donde no tienen voz. Los niños no votan, ni se organizan política y socialmente. Solo a modo de recordatorio, existe una fuerte concentración de la pobreza (en particular la extrema) en la infancia, que es el doble de los grupos adultos (18 a 64 años) y 6 veces mayor que los adultos mayores (65 años y más).
La pena de muerte y la cadena perpetua solo garantizarían a la burguesía el poder de decidir sobre las vidas de la clase obrera y no al revés, las cárceles están llenas de pobres.