Independencia de clase (II) Sindicalismo y crisis capitalista

En el número anterior de Tribuna, escribimos sobre la confusión existente entre la autonomía formal de las organizaciones sociales (frente a los partidos) y su independencia política frente al Estado capitalista y los partidos que lo defienden.
La actividad sindical, como dijimos, se centra en la obtención y defensa de conquistas parciales, en el marco capitalista. La lucha por la jornada de 8 horas, por el salario o contra los despidos, no supera (al menos en principio) al régimen social basado en el trabajo asalariado. Se trata de una lucha por el reparto de la plusvalía, no por la expropiación de los que se apropian de ese trabajo impago al obrero.
En las crisis coyunturales, la lucha por esas reformas o conquistas parciales se demuestra paticularmente inconducente. Cualquier avance salarial pronto es erosionado por la inflación; el desempleo provoca mayor competencia entre los obreros y también tiende a reducir el salario. Por ello, las crisis coyunturales (incluso en la época de ascenso del régimen capitalista) provocaban levantamientos obreros e incluso revoluciones.
En nuestro país, toda la izquierda niega la crisis capitalista, o la entiende -en el mejor de los casos- como un proceso “normal” de depuración de los capitales sobrantes. Eduardo Lorier (ex secretario general del PCU) hace poco afirmaba que “el capitalismo vive una crisis de superproducción”, “una crisis orgánica, estructural y crónica”, e inmediatamente planteaba “Desde ese ángulo pensamos de qué forma implementar en Uruguay, con la realidad y los recursos que tiene nuestro país, una ampliación del aparato productivo nacional”. La propuesta se limitaba a instalar un “Frigorífico Nacional” -una experiencia ya fracasada con el neo batllismo de los años 50. ¿Cómo es posible afirmar que la crisis es “estructural” y a la vez plantearse un desarrollo productivo (en el marco capitalista)? Caracterizar que la crisis es “orgánica” y “estructural” no implica aún considerar agotado al capitalismo, dado que las crisis de coyuntura son parte del “organismo” y la “estructura” del capital, de su funcionamiento, surge como una necesidad para purgar las mercancías y capitales sobrantes (supreproducción). Lorier, mientras afirma la crisis, niega la etapa de decadencia capitalista. Claro está que Marx, que vivió en una etapa de ascenso del capital, intentó aprovechar cada crisis coyuntural para la superación del capitalismo a través de la revolución obrera, jamás se puso a recetar mecanismos para desarrollar las fuerzas productivas bajo ese régimen social.
En la época de la decadencia del capital, la actividad sindical es particularmente limitada. Los dirigentes sindicales que se adaptan al capitalismo, son incapaces incluso de defender las conquistas más básicas obtenidas en períodos anteriores (derechos jubilatorios y laborales, por ejemplo). El capitalismo en su etapa de descomposición está obligado a atacar esas conquistas para aumentar la tasa de ganancia, lo cual agrava las condiciones de explotación y la incertidumbre de la vida de los asalariados, y por supuesto plantea la emergencia de grandes crisis políticas y rebeliones populares.
Un movimiento obrero realmente independiente del Estado capitalista es aquel en el que la lucha por reformas o conquistas parciales está vinculada a la lucha por la emancipación social, es decir, por la superación del capitalismo. El frentepopulismo -y el Frente Amplio en particular- es la negación de la independencia obrera, porque subordina la estrategia de emancipación de los trabajadores a los intereses de la burguesía “nacional” o “progresista”. Y esto mucho antes de que haya llegado al gobierno. El frenteamplismo, donde los partidos “obreros” defienden una alianza estratégica con la burguesía, es esencialmente opuesto a la lucha por un gobierno de trabajadores, y por el socialismo. La plena independencia de clase se opone por el vértice a los movimientos y frentes “policlasistas”, requiere constituir un partido obrero independiente, opuesto a todo “frenteamplismo”.

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Author: Rafael Fernández