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Y EN ESO LLEGÓ OBAMA. Adónde va Cuba

Pocas cosas clarifican mejor la llegada de Obama a Cuba que el apoyo que recibió ayer nada menos que de parte de Donald Trump en una entrevista de la CNN. Casi a la defensiva, el magnate de verbo fascistoide protestó contra el reclamo por parte de Cuba de un resarcimiento de centenares de miles de millones de dólares debido los perjuicios ocasionados por seis décadas de bloqueo económico y militar. Trump ya ha puesto el ojo, como es obvio, en los desarrollos hoteleros e inmobiliarios que ofrece el turismo en Cuba y el levantamiento de las restricciones al uso del dólar por parte del gobierno norteamericano. Pero la adhesión va más allá de los negocios propios de este hombre, porque, como lo destaca ayer The Wall Street Journal, la preocupación del capital estadounidense es la penetración económica de China, cuyo comercio con la Isla ha crecido alrededor del 60% en los últimos nueve meses.


Carácter estratégico
El ritmo que ha impreso a los acontecimientos esta rivalidad, no debe oscurecer el carácter de conjunto del acercamiento EE.UU-Cuba. Es un proceso que tiene más de dos décadas, incluso antes. Ha habido varios acuerdos para regular los problemas inmigratorios y la cuestión del terrorismo – incuso cuando Cuba figuraba en una lista de naciones terroristas de EEUU. La colaboración entre ambos estados adquirió un carácter estratégico con la negociación entre el gobierno de Colombia y las Farc, que tienen lugar precisamente en La Habana. Una de las primeras definiciones del gobierno ‘uribista’ de Argentina, por medio de la canciller Malcorra, fue apoyar esas negociaciones, como antes lo había hecho el Papa – un mediador de la normalización diplomática entre ambos estados. A esa misma mesa negociadora fue llevada Venezuela, que enseguida ‘normalizó las relaciones con el gobierno colombiano de Santos. La cuarentena contra Cuba se había convertido en el último obstáculo para el desarrollo de un nuevo tipo de intervención política del imperialismo yanqui en América Latina. La ‘pax cubana’ ha permitido a la administración Obama explotar a su favor los golpes ‘parlamentarios’ en Honduras y Paraguay, y, ahora, el derrumbe de los gobiernos bolivarianos. La ‘distensión’ política-diplomática sirvió a la mayor eficacia de la intervención norteamericana en América Latina. Después del conocimiento de la ‘pinchadura’ de telefónica e informática de Petrobras, revelada por Wikileaks, es claro que la operación Lava Jato que se va a llevar puesta a Dilma Roussef fue instrumentada desde Estados Unidos – uno de cuyos objetivos es el desmantelamiento relativo de Petrobras, como lo viene haciendo el gobierno en funciones, y la privatización integral del negocio petrolero en Brasil, como ya lo está discutiendo el Senado de ese país.

La tendencia a la reintegración de Cuba al sistema político latinoamericano es de larga data y bien anterior a la disolución de la Unión Soviética. La movida que comenzó con el apoyo al gobierno chileno de Allende y al de Perón, fue interrumpida por el ciclo de golpes militares. En lugar del frente guerrillero internacional, que fue la OLAS, en 1989 surgió el Foro de San Pablo, que en 1993 adoptó el programa de la “economía de mercado”. En el seno del Foro comenzaron las primeras “negociaciones de paz” en Colombia. En 1994 se debatió incluso una política de acuerdos con el gobierno de Clinton. Esta estrategia integracionista se manifestó, por sobre todo, en ocasión de la Revolución Sandinista, cuya dirección fue presionada a no seguir el rumbo de la Revolución Cubana. Luego se expresó en los diversos “acuerdos de paz” que pusieron fin a las guerras civiles en El Salvador y Guatemala. Las fechas de estos acontecimientos coinciden con el llamado “periodo especial”, cuando Cuba quedó asfixiada económicamente con la ruptura comercial de parte de la Rusia restauracionista. A mediados de los años 90, el ejército de Cuba habría tenido reuniones mensuales con sus contrapartes estadounidenses en la base naval de EE.UU. en Guantánamo.

En todo este período, la economía cubana pasó a depender del turismo y del capital extranjero – europeo – vinculado al turismo. Fue la expresión de un gran retroceso de las fuerzas productivas. El intento de convertir a Cuba en una plaza fuerte del capital europeo, adelantándose al norteamericano, no prosperó por el veto impuesto por EEUU, por un lado, y por las restricciones que imponía la estatización económica en Cuba. De la mano de Lula, Brasil hizo una fuerte incursión económica, en especial a favor de su pupila Odebrecht. En algún momento se pretendió, como Brasil, que Cuba fuera exportadora de etanol a partir de la explotación azucarera.

Clases en presencia
La política de desarrollar un mercado capitalista en un marco dominado por empresas estatales y un monopolio del comercio exterior, cobró un fuerte impulso a partir de tres medidas: la cesantía de centenares de miles de trabajadores, que han quedado como fuerza de trabajo disponible para emprendimientos capitalistas; la privatización del pequeño comercio, que pasa a absorber una parte del excedente económico estatal; y el establecimiento de una “zona económica especial” en el puerto de Mariel – que funciona como un experimento de probeta del capitalismo. Es casi un ‘replay’ de la ‘vía China’, a la cual le falta aún el ingreso masivo de capital extranjero. No es la primera vez que la autarquía económica lleva a un impasse fenomenal de las fuerzas productivas, ni se limita a los casos de China, Vietnam y la ex URSS, donde esa misma autarquía y las acciones planificadoras habían impulsado antes un ascenso de las fuerzas de producción. La cuestión es, además de la oportunidad y de las condiciones concretas en que tiene lugar, cuál es la dirección política que busca un reintegro en la economía mundial y cuáles son los intereses de clase de esta dirección.

La dirección política de esta reintegración es, obviamente, la burocracia de Cuba – no los obreros o los campesinos. Pero la burocracia es, casi por definición, un complejo contradictorio, sometida a la presión de las clases en conflicto, incluso cuando da la impresión de gozar una elevada autonomía de acción. La presión del imperialismo tiene un objetivo bien claro: el desmantelamiento de la economía estatal y la liberación de su fuerza de trabajo para el capital. Dentro de este campo actúa la burguesía que tiene vínculos sociales y familiares que reside en Estados Unidos. Una parte de esta burguesía opera a la sombra del gran capital, pero otra parte pretende usufructuar una asociación especial con la burocracia del estado en las principales empresas. Los dirigentes de estas empresas han sido enviados a las escuelas de negocios internacionales por parte del gobierno y en especial por Raúl Castro. Las fuerzas armadas tienen el control principal de la economía estatal. El proletariado, finalmente, carece de una posición independiente pero aspira a mantener sus derechos sociales, aunque una parte de los trabajadores procura emigrar al cuentapropismo. “La isla ha pasado de tener un modelo totalmente estatal a tener hasta 40% de sus 11 millones de habitantes ganando dinero a través del sector privado, según la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un centro de estudios.”

Como acaba de observar un ex canciller de México, la fuerza de trabajo de Cuba tiene un alto nivel de educación, lo que no quiere decir que sea “calificada”, o sea que reúna las condiciones que de disciplina y flexibilidad que exige una explotación capitalista. El desenlace de este antagonismo de clase se encuentra abierto. Lo mismo que el choque comercial con China o incluso Europa – donde el Club de Paris ha propuesto un Programa de Conversón de Deuda, que permitiría al capital europeo canjear u$s14 mil millones de deuda externa de Cuba por inversiones en la Isla, o sea sin poner efectivo o créditos nuevos, o incluso adquirir activos en empresas estatales. Lo que es claro, de cualquier modo, es que una restauración completa, digamos, del gran capital, pondría fin a la independencia política de Cuba. Obama puso este punto en la agenda cuando repitió, durante su estancia en la Isla, que “respetaba” la independencia cubana. Así como América Latina ha fracasado en desarrollar una burguesía nacional independiente del capital financiero internacional, tampoco un bloque entre la burguesía ‘nacional’ de Miami y la burocracia pro-capitalista de Cuba serán capaces de mantener la independencia nacional. Después de todo, esa burguesía pro alianza con la burocracia, no solamente cultiva amigos en el seno de ésta – ella misma existe solamente por sus vínculos con el capital norteamericano. El conflicto que ha marcado 150 años de historia cubana vuelve a la superficie.

El bloqueo sigue
EEUU, hay que advertirlo, no ha levantado el bloqueo económico; se vale de él, al contrario, para forzar a Cuba a una fuerte apertura al capital extranjero y a terminar con el monopolio del comercio exterior. También hay que advertir que el contexto internacional actual no es el que prevalecía cuando se disolvió la URSS y cuando el gobierno de Clinton-Rubin-Summers convirtió a Rusia en un protectorado financiero de EEUU. En Rusia, el derrumbe económico y social, y en China, el ascenso, han derivado en contradicciones y confrontaciones intensas con EEUU y Japón, y secundariamente con Europa; incluso militares –en el mar de China y en Ucrania. La crisis mundial ha atizado estas contradicciones. No menos importante, se desarrollan movilizaciones obreras y huelgas masivas, en especial en China, nada menos que por el derrumbe de una parte del proceso de industrialización habilitado por la restauración capitalista. Los círculos dirigentes de Cuba están atentos a estos desarrollos potencialmente revolucionarios– como los mismos norteamericanos. Después de todo, en el mismo momento en que se menta un peligro para la independencia de Cuba, el derrumbe de Puerto Rico, la hermana del Caribe, ha provocado la irrupción de la consigna de la independencia nacional portoriqueña. La cesación de pagos de Puerto Rico ha dejado al desnudo que el capital continental monopoliza todos los ingresos principales de esta Isla.

Desde Cuba hasta Argentina, pasando por Venezuela, Brasil, Ecuador, Uruguay, se desarrolla en América Latina una crisis económica y política, que en muchos casos no tiene precedentes. Este es el marco en que se debe discutir el destino social y político de la Revolución Cubana.

Jorge Altamira

Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)

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