El próximo 15 de abril se realizará el acto inaugural del XVII° Congreso del Partido de los Trabajadores, en un contexto nacional e internacional caracterizado por la agudización de la crisis capitalista.
El año 2016 comenzó con el aumento de las tarifas de OSE, UTE y ANTEL, seguido por un nuevo aumento del boleto. El gobierno impone este tarifazo para mantener las exoneraciones y los subsidios a las empresas. A esto se le suma el crecimiento de la inflación, que se traduce en una pérdida del salario real de los trabajadores. Los despidos, envíos al seguro de paro y el cierre de empresas (que son la traducción contra la clase obrera de la recesión en la industria y la construcción) completan un cuadro de ajuste contra los trabajadores y sus condiciones de vida.
Por detrás de este ataque al pueblo trabajador, se encuentra el fracaso económico del “progresismo” en el marco de la entrada definitiva de Uruguay a la crisis internacional. El gobierno enfrenta un enorme déficit fiscal y un endeudamiento público fenomenal. La política actual lleva a la quiebra de las finanzas del Estado: ya se dilapidaron el 52% de las reservas del BCU. Sin embargo, Vázquez insiste en mantener el “rumbo”.
Frente a la crisis, el gobierno responde con un giro a la derecha, para defender la ganancia de los patrones y cumplir las obligaciones con el capital financiero, descargando los costos de la crisis sobre los explotados.
El año pasado aprobaron un presupuesto “austero”, que desfinancia la educación, la salud y la vivienda, mientras garantiza el avance de las privatizaciones en el Estado y la apertura de un nuevo ciclo de endeudamiento externo. Por otro lado, las pautas para los Consejos de Salario imponen una pérdida del salario real.
Para imponer este ajuste, el gobierno aplicó la esencialidad contra los docentes y utilizó la Guardia Republicana para desalojar una ocupación estudiantil, atacando el derecho de huelga y profundizando la política represiva contra los explotados.
Los partidos tradicionales defienden un programa de ajuste más profundo y crudo contra los trabajadores (al estilo Macri). Todos los partidos del régimen están de acuerdo en que los trabajadores deberán pagar la crisis, lo que está en cuestión son los términos del ajuste y sus costos políticos.
La cuestión clave, ante la inflación, los tarifazos, las suspensiones y los despidos, es: ¿quién paga la crisis, los trabajadores o los capitalistas? La clase obrera uruguaya debe intervenir políticamente en la crisis, con independencia de todos los partidos que defienden a los patrones y a los banqueros, para imponer que la crisis la paguen los capitalistas, con un programa de reorganización del país, en la perspectiva de un gobierno de trabajadores.
Los trabajadores uruguayos debemos dar una respuesta fuerte y contundente contra el ajuste, con una plataforma para defender el salario y el trabajo, que garantice, en primer lugar, un salario mínimo igual a la canasta familiar, ajustes mensuales acompañando la inflación, la prohibición de los despidos y envíos al seguro de paro y la estatización y control obrero de toda empresa que cierre.
Las direcciones oficialistas del PIT-CNT garantizan la política de ajuste contra los trabajadores, fragmentando y dispersando las luchas, desmovilizando al movimiento obrero y adaptándose a los convenios y las pautas del gobierno.
La lucha a fondo contra los tarifazos y el ajuste sólo puede triunfar si va acompañada de la lucha por la independencia política de los sindicatos respecto a los partidos del régimen y por nuevas direcciones clasistas y revolucionarias para el PIT-CNT.
La situación actual de Brasil está cargada de enseñanzas para los trabajadores uruguayos. En estos días asistimos al final vergonzoso de una experiencia de gobierno de frente popular entre el PT de Lula y partidos burgueses como el PMDB. El trasfondo de la crisis política en el país norteño es la caída de la producción industrial, así como del precio del petróleo.
El gobierno del lulismo ha aplicado, de la mano de derechistas y neoliberales, un ajuste antipopular (rebaja salarial, devaluación, despidos que hacienden a los 2 millones) que ha despertado protestas y luchas obreras en todo el país.
La burguesía industrial paulista, que apoyó al lulismo por más de una década, impulsa un ‘golpe blanco’ contra Dilma Rousseff, no porque el gobierno sea corrupto sino en defensa de sus propios intereses. La derecha se aprovecha de la debilidad del gobierno, y de la desmoralización que el lulismo provocó en sus propios seguidores, para intentar sacar al PT del gobierno e imponer un ajustazo aún más profundo, todo en nombre de la lucha contra la corrupción.
La descomposición del lulismo es simultánea a la del kirchnerismo, así como a la derrota del chavismo en Venezuela y de Evo Morales en Bolivia. Es la propia crisis capitalista (con la caída de los precios de las materias primas, la fuga de capitales de los mercados ‘emergentes’, y la bancarrota de las finanzas públicas) la que ha demostrado los límites insalvables del nacionalismo y el centro-izquierdismo latinoamericano. Durante una década, los llamados ‘progresistas’ se beneficiaron de ingresos excepcionales por los altos precios de las materias primas, lo que no condujo a ninguna industrialización ni desarrollo nacional, ni mucho menos al proclamado objetivo de la unidad latinoamericana.
El Partido de los Trabajadores de Brasil constituyó la mayor tentativa de desarrollar un partido obrero en América Latina. Los gobiernos encabezados por Lula y Rousseff no fueron gobiernos del PT como partido independiente de los trabajadores, sino la culminación de un proceso de adaptación al gran capital y el imperialismo. Fueron gobiernos de alianza con partidos burgueses de origen derechista, y en ellos participaron connotados banqueros y capitalistas en carácter de ministros.
Con la bancarrota del lulismo no fracasa el planteo de la independencia de los trabajadores, de la constitución de un partido obrero, sino su negación. Ha fracaso, como viene fracasando en toda América Latina, la política de “frentes populares”, de colaboración de clases, que subordinan a los trabajadores al programa de la burguesía.
Durante la última década, el Frente Amplio no ha sido una herramienta política para el desarrollo nacional ni para la mejora sustancial de las condiciones de vida y trabajo del pueblo uruguayo, por el contrario, ha sido un instrumento para la superexplotación de los trabajadores (a través de bajos salarios, tercerizaciones y precarización laboral), para la profundización de la entrega nacional, la extranjerización de la industria y el agro y la primarización de la economía.
Toda la experiencia de los últimos diez años en América Latina muestra el fracaso de la política de alianza con la llamada burguesía ‘nacional’ o ‘progresista’, la que hace dos siglos viene demostrando que es incapaz de consagrar la unidad latinoamericana, la independencia frente al imperialismo, y las transformación social (reforma agraria, industrialización).
Es la hora de recuperar la independencia política de la clase obrera. El XVII° Congreso del Partido de los Trabajadores de Uruguay convoca a los militantes populares y de izquierda a una deliberación para abrir una salida independiente. La clase obrera debe poner en pie su propio partido. Esa es la tarea a la que convocamos, para lucha por un gobierno de trabajadores, y por la unidad socialista de América Latina.
El acuerdo entre Unidad Popular, Frente de Trabajadores en Lucha y Partido de los Trabajadores,…
Cuando ya falta menos de una semana para el balotaje, las encuestadoras marcan un virtual…
El Frente Amplio quedó en primer lugar en las elecciones de Uruguay, aunque lejos de…
PERO NO PUDIMOS VENCER LA CAMPAÑA DE MENTIRAS Y DESINFORMACIÓN Las elecciones del día de…
La Dirección General de la UTU ha establecido arbitrariamente el uso de las carteleras sindicales…
La enseñanza secundaria ha sufrido importantes golpes propinados por un gobierno que ha tenido como…