Ya nadie se atreve a negar que Uruguay –junto a toda América Latina– entró de lleno en la crisis mundial. Se discute en todos los países quién paga una crisis que no provocaron los trabajadores sino los banqueros y capitalistas.
Tras las pérdidas fabulosas de ANCAP, el déficit fiscal no para de crecer, y el gobierno lo traslada a los bolsillos de los trabajadores a través de tarifazos, no rebaja de los combustibles, pautas salariales de ‘desindexación’, achique del Estado vía privatizaciones y eliminación de vacantes, reducción del gasto social en salud y educación. Ahora impulsan un aumento del impuesto a los sueldos, manteniendo la rebaja de impuestos a las patronales, y las exoneraciones tributarias a los grandes capitalistas (zonas francas, promoción de inversiones, etc.).
El mazazo contra los ingresos populares es tan grande que ha motivado la convocatoria de un paro general de 24 horas para el 14 de julio.
No puede sorprender la caída en picada del Frente Amplio en las encuestas, donde un 70% de la población manifiesta su insatisfacción con el gobierno (incluyendo a un 60% de los votantes del propio FA). Lo que sí resulta llamativo es que esta caída en el apoyo al gobierno no se traduce en un crecimiento de la intención de voto a la derecha blanqui-colorada. Los Lacalle, Larrañaga, Bordaberry y Novick no son una verdadera oposición, porque ellos plantean su propia versión del ajustazo contra el pueblo. ¡Son todos ajustadores! Es necesario abrir una salida por izquierda, construyendo una alternativa obrera y socialista.
El ajustazo no abre una salida, sino que va a profundizar la contracción económica y la caída de la recaudación fiscal. Los Standard & Poors alertan que las perspectivas económicas son a la baja, expresando la exigencia del capital financiero a un mayor ajuste anti-popular. El fiscalazo del Frente Amplio es apenas la primera dosis que será seguida por otras.
La situación de Brasil y de Venezuela muestra que el agotamiento del llamado ‘progresismo’ no es un fenómeno local, sino continental e incluso mundial (¡Francia!).
La experiencia del PT de Lula culmina en un mar de escándalos por corrupción y entrelazamiento con grandes empresas, luego de haber ejercido el gobierno por 13 años sin tocar los intereses del capital financiero ni de los latifundistas. La federación industrial de San Pablo se pasó al bando golpista para desalojar a Dilma Rousseff, luego de haber apoyado al lulismo mientras este aseguraba sus ganancias. Cuando comenzó a caer la producción industrial y se produjo la bancarrota de Petrobras, la burguesía brasileña provocó la caída del PT y su sustitución por la banda de corruptos encabezados por Temer.
Es un final bochornoso para una experiencia política nacida de las poderosas huelgas obreras de fines de los ’70, que dieron origen a la CUT y al PT, con un planteo inicial de independencia frente a las patronales (“trabajador, vota trabajadores”). El lulismo fue realizando alianzas cada vez más amplias hacia la derecha, “preparándose para ser gobierno”. Llevó adelante la clásica política de “frente popular” con la burguesía “democrática” y “nacional”, que culminó –una vez más– en una frustración para el pueblo.
El chavismo nació, como expresión de una fracción nacionalista del ejército, como consecuencia de grandes movilizaciones populares (“Caracazo”). América Latina ya experimentó en el pasado diversas tentativas del nacionalismo de contenido burgués –como el peronismo, el MNR boliviano o el gobierno militar de Velazco Alvarado en Perú. Todas esas tentativas demostraron la incapacidad de la burguesía “nacional” para resolver la cuestión agraria, el desarrollo industrial y la unidad latinoamericana. Fue como consecuencia de los fracasos nacionalistas en Bolivia y Guatemala, entre otros, que el Che Guevara concluyó que la alternativa era: “revolución socialista o caricatura de revolución”.
El proceso chavista generó grandes expectativas en toda América Latina. Chávez aparecía solidarizándose con Cuba y Palestina, rechazando la intervención militar en Haití (donde aún hay presencia de tropas de Brasil, Bolivia, Argentina y Uruguay), atacando a Bush y demás gobernantes de los EE.UU., con un discurso a favor de la unidad latinoamericana. En la mayor parte de la izquierda que se define anti-capitalista, y que desconfiaba de los Lula, Bachelet o Tabaré Vázquez, el proceso ‘bolivariano’ vino a ocupar el lugar que antes jugaba la revolución cubana, como horizonte y ejemplo para toda América Latina.
A diferencia de Brasil y Uruguay, donde la crisis provocó la descomposición de los partidos “tradicionales” de la burguesía pero en forma “ordenada”, en Venezuela (como en Bolivia, Ecuador y Argentina) los gobiernos ‘neoliberales’ cayeron a través de grandes levantamientos populares. La movilización popular en 2002 y 2003, contra el golpismo y el boicot del gran capital, generó radicalización política y mayor participación popular.
El chavismo chocó con el imperialismo en torno al reparto de la renta petrolera, pero no realizó transformaciones en el régimen social. No nacionalizó la banca ni declaró el no pago de la deuda externa, ni realizó una reforma agraria expropiando al latifundio. También fracasó en cuanto a industrializar el país, pese a los ingresos excepcionales por el petróleo.
La realidad actual muestra una vez más las limitaciones insalvables del nacionalismo, para resolver las necesidades del desarrollo económico y social de nuestro continente, e incluso para enfrentar el sabotaje de la derecha. El desarrollo de una ‘boliburguesía’ y de una camarilla burocrática, generan corrupción y desorganización económica. La derrota electoral de Maduro en las elecciones parlamentarias muestra también el agotamiento de esta experiencia, y la necesidad de sacar todas las conclusiones y construir una alternativa socialista. La oposición de derecha pretende un cambio de régimen a través del referéndum revocatorio. Por otra parte, el régimen de Maduro no puede seguir funcionando bajo su propia constitución.
Estamos ante una crisis de conjunto –económica, social y política– que responde a la bancarrota del capitalismo. La clase obrera debe intervenir en toda esta crisis en forma independiente.
Debemos enfrentar a la derecha y a los golpistas, que pretenden llevar adelante un ajustazo aún más profundo que los “progresistas”, pero sin subordinarnos a los gobiernos que se proclaman de izquierda pero se siguen subordinando al capital financiero.
Los gobiernos tipo Macri o Temer son precarios e inestables. Están lejos de representar una nueva “ofensiva neoliberal”. Para ello, deberían primero lograr derrotar a los trabajadores, que van a enfrentar el ajustazo. El acceso de esta derecha al gobierno no resolverá la crisis, y va a provocar una agudización de la lucha de clases. Debemos prepararnos para un período de convulsiones políticas y sociales, de alcance revolucionario.
El movimiento obrero debe convocar en cada país un congreso para debatir un programa de lucha para imponer su propia salida. Para que la crisis la paguen los capitalistas, necesitamos la nacionalización de los grandes recursos naturales del continente, y la reorganización de la economía bajo control de la clase obrera, rompiendo con el FMI, declarando el no pago de la deuda externa y nacionalizando la banca y el comercio exterior. Por la unidad de los obreros y campesinos para establecer gobiernos de trabajadores y la unidad política de América Latina en términos socialistas.
Para debatir, sacar conclusiones y establecer una agenda que permita reagrupar a la izquierda revolucionaria, estamos convocando a una Conferencia Latinoamericana, dirigida a las organizaciones de izquierda anti-capitalista y a los militantes obreros y estudiantiles que buscan una salida progresiva a la crisis.
Los días 15 al 17 de julio, realizaremos en Montevideo esta Conferencia, a la cual invitamos a adherir y participar a todas las agrupaciones sindicales, estudiantiles y populares que pugnan para parar el ajustazo del gobierno, y ven la necesidad de marcar un rumbo de salida al proceso de crisis y descomposición de la izquierda.
Vamos por un nuevo comienzo para la izquierda y el movimiento obrero. Vamos por la construcción de una alternativa obrera y socialista.
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