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Valenti y Read o el ocaso del progresismo

La perspectiva de un cambio de gobierno -es decir, una derrota del Frente Amplio- parece explicar el comportamiento de algunos que fueron exponentes de primera línea del astorismo. Es tentador recurrir a la frase sobre quiénes son los primeros que huyen de un barco que se hunde, pero con eso nos quedaríamos apenas con una condena moral y sin una comprensión del momento político.

La ruptura de Esteban Valenti con el Frente Amplio es sin dudas un hecho de gran importancia, no porque el publicista que condujo todas las campañas políticas de Tabaré Vázquez y Danilo Astori provoque él mismo una emigración de votos, ya que carece de aparato y de seguidores, sino como síntoma. Valenti afirma que planteó una ruptura del FA ya hace años (también lo habrían hecho el ministro Nin Novoa y el ex Ministro Fernando Lorenzo), lo que fue rechazado por Astori y el FLS. “Fui derrotado”, afirma, para explicar por qué se aleja del FA en forma individual. Decir que se va porque el FA puede perder las elecciones es una verdad a medias, en realidad se aleja porque no quiere que las gane. Plantea dar por finalizado un gobierno junto al PCU e incluso el MPP, es decir, terminar con el régimen de colaboración de clases que integra a la burocracia sindical. La opción por fortalecer al Partido Independiente -Selva Andreoli, esposa de Valenti, podría ser la compañera de fórmula de Mieres- apuesta a constituirse en una bisagra, sea en una futura coalición con el FA o con Lacalle Pou. La hipótesis es que aun si el Frente Amplio retiene la presidencia carecerá de mayoría parlamentaria, por lo que apelará en primer lugar a la bancada del PI. En caso de un gobierno de derecha, el PI también se integraría a una coalición de gobierno. Por cualquiera de estos caminos, Valenti se juega por el fin del gobierno de colaboración de clases.

El giro de Richard Read hacia el “apoliticismo” es otra manifestación del “fin del frenteamplismo”. Read planteó hace poco: “Me parece que está mal si se llama desde el PIT-CNT a que los trabajadores voten al Frente Amplio o a cualquier partido” (Teledoce, 14/6). El dirigente de la bebida no sólo llamó a votar al FA hasta hace poco, sino que hizo campaña por Astori en 2009, y hasta organizó una marcha en apoyo al ex ministro Fernando Lorenzo cuando fue procesado por el caso Pluna. “El movimiento sindical es clasista, no es de izquierda ni de derecha”, afirmó en un programa de TV. Su apoliticismo repentino coincide con el posible reemplazo del Frente Amplio en el gobierno. Paralelamente, Read participa en Eduy21 -un rejunte multi-partidario sobre la educación, de carácter privatista- y sugiere la necesidad de un Empleouy21 para generar una “concertación” multipartidaria sobre empleo. Su planteo no es clasista, sino que defiende una variante de colaboración de clases incluso más derechista (“al estilo de la Concertación Nacional Programática de 1985”, declaró). Se trata de un proceso típico de la burocracia sindical que, frente a una perspectiva de ascenso derechista, suelta amarras políticas con la “izquierda”, y proclama que negociará con cualquier gobierno -sea del partido que sea. Algo así hace la CGT con el macrismo, y probablemente intentará hacer la CUT con Bolsonaro.

El discurso del dirigente de la FOEB tiene sólo una apariencia similar al de quienes cuestionan hace años la subordinación al Frente Amplio, pero no por casualidad aparece recién en las postrimerías del gobierno “progresista”. No enarboló el apoliticismo en la época del apogeo frenteamplista. Por ello, los militantes clasistas y combativos deben desconfiar doblemente de las conversiones repentinas a la “independencia política”. El planteo de Read sigue siendo hostil a toda política obrera independiente; su “apoliticismo” equivale a colocar a los sindicatos como un interlocutor de las patronales y el gobierno en un marco capitalista, es decir, rechaza un “movimiento sindical de izquierda” o anticapitalista. Es un gigantesco paso atrás para un movimiento obrero que al menos de palabra declara que quiere terminar con la explotación capitalista, y no sólo negociar salarios y beneficios. Recientemente en Argentina se viralizó en las redes el discurso de Richard Read del 1° de Mayo de 2013, centrado en el ataque a los “vagos” y la defensa de la ética del trabajo. Los macristas deliraron con esa oratoria: “importen a ese sindicalista”, fue un comentario recurrente.

La ruptura de Valenti no debe pasar desapercibida. Se trata de un ex dirigente del PCU (era muy cercano a Rodney Arismendi) que tras el derrumbe de la Unión Soviética encabezó la reconversión de toda una fracción de la burocracia hacia el centro-izquierda. En 1994 co-redactó el “Documento de los 24” que defendía el Mercosur (creación de los “neoliberales” Menem, Collor de Melo y Lacalle) y el acuerdo con los EE.UU., y que profundizó el giro derechista del Frente Amplio que se expresó electoralmente en el “Encuentro Progresista” y la alianza con Nin Novoa. Valenti estuvo en el centro de la crisis política sobre la privatización de los Casinos municipales -Tabaré Vázquez llegó a renunciar a la presidencia del FA cuando el Presidente de la Junta Departamental de Montevideo Jorge Zabalza votó en contra de la entrega a privados de los casinos. También fue el asesor y jefe de campaña de Vázquez en casi todas las elecciones presidenciales (incluída la última), y se integró al Frente Líber Seregni (astorismo).

La “derrota” de Valenti no es más que un resultado de todos sus “triunfos”. El publicista tuvo una gran incidencia y pudo llevar hasta el final la política de alianzas “amplias”, primero desde su rol en el Partido Comunista, y luego como asesor del Presidente o del virtual “Primer Ministro” a cargo de la economía. Su fracaso es el de toda una estrategia. El progresismo reivindicó el fin de la lucha de clases y la posibilidad de avances sociales a través de un “consenso” policlasista. La fantasía duró poco. La profundización de la crisis coloca la perspectiva de una guerra capitalista contra las conquistas obreras, buscando arrasar con derechos laborales y previsionales, con el gasto público en educación y salud, para producir una vuelta de tuerca en la explotación de los trabajadores. La etapa abierta con Trump, el Brexit, Bolsonaro, es la del fin de la llamada “globalización” a la cual Valenti rendía pleitesía. Estamos frente a un recrudecimiento de las guerras comerciales y de las guerras propiamente dichas. La burguesía, que apeló a un gobierno “policlasista” como recurso político ante la descomposición del régimen político “tradicional”, ahora cambia de frente e impulsa un gobierno de ataque a la clase obrera. Valenti se adapta y expresa ese giro capitalista.

Read y Valenti son un síntoma del fin de una etapa política. Los trabajadores clasistas y los militantes de izquierda deben producir un reagrupamiento de fuerzas de carácter anti-capitalista y no de colaboración de clases ni con el FA ni con un futuro gobierno aún más a la derecha. Pongamos en pie un polo obrero y socialista, para luchar por un gobierno de trabajadores.

Rafael Fernández

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