Políticas

Una lectura de las elecciones en Uruguay

La victoria de Lacalle Pou, en Uruguay, ahora convertido de modo oficial en “presidente electo”, es menos contundente de lo que indica incluso la escasa diferencia que sacó al Frente Amplio, menos de 30 mil votos, pero tiene un alcance más derechista.

Lacalle ganó la segunda vuelta atrayendo a votantes de los partidos que quedaron afuera luego del primer turno, pero solamente luego de que estableciera una coalición de gobierno, algo poco frecuente en un ballotage, e incluso contradictorio con la finalidad política de este pseudo método bonapartista.

El mecanismo de dos vuelta en regímenes presidenciales tiene por objetivo consagrar a un presidente ‘fuerte’, por medio de una elección plebiscitaria reducida a dos candidatos. No es lo que ocurrió en este caso, porque la mitad más uno de los votos que obtuvo el candidato de los blancos en la final fue loteado con anticipación, mediante un acuerdo de gabinete con otros tres partidos. Uno de ellos, Cabildo Abierto, de derecha, está conducido por el ex comandante en jefe del ejército, antiguo socio del Fernández Huidobro, el fallecido ministro de Defensa del Frente Amplio, uno de los tres mosqueteros de los Tupamaros en su período guerrillero. Guido Manini Ríos, que representa el ingreso de los militares al gobierno de Uruguay, con es tarjeta ‘tupa’, se auto-define “artiguista”.

Los blancos orientales, el partido Nacional, tiene un vínculo histórico fuerte con el peronismo. Ambos abrevan en el federalismo ríoplatense, confrontado a los “salvajes unitarios”. Nada más distante del peronismo, por otro lado, que el FA, compuesto por los hijos putativos de la Unión Democrática de 1945. La paradoja es que Macri se congratula con un presidente ‘peroncho’ en la otra orilla, mientras F-F , lamentan la derrota del FA. Para cerrar el cuadrado de este círculo, el ala pejotista del FdeT, celebra la victoria de los ‘nacionales’ en la otra orilla.

Frenteamplistas o blancos, a los gerentes políticos de Uruguay los unen las pasteras finlandesas, o sea el capital colonial, que mantiene limpio el ambiente cerca del Ártico, a costa de ensuciar el río Uruguay. Tienen franquicias especiales en lo que hace a impuestos y leyes laborales, y vía libre para repatriar ganancias. Dadas las contradicciones al interior de la flamante coalición oficialista, Lacalle Pou deberá recurrir, y no por excepción, a la ayuda del FA en el Parlamento.

Cuando se mira el nuevo escenario político uruguayo desde el lado del impasse que rodea a F-F en víspera de asumir el gobierno, los resultados recientes en Uruguay añaden más espesura a la crisis que se expande por Sudamérica. F-F enfrentan una situación financiera explosiva, de un lado y, por el otro, a un cuadro explosivo mayor a nivel social. La dirección que adopte el nuevo gobierno es objeto de presiones internacionales extraordinarias, sea desde el campo de la rebelión popular que se desarrolla en varios países, sea desde las acciones golpistas y represivas de Trump y Bolsonaro, del otro.

Lacalle Pou se estará preguntando por qué le ha tenido que tocar a él volver al juego de equilibrios desde la cuenca del Plata hasta Colombia, pasando por el Altiplano, Perú y Ecuador. En resumen, el gobierno pacífico y democrático del país más pacífico y democrático, debuta en la cuerda floja. Porque si, según anuncian Clarín y La Nación, el ruralismo argentino se apresta a hacerle la vida dura a AF, las concesiones que reclaman a Lacalle los ruralistas orientales, no van a ser vistas con simpatías por los combativos trabajadores de Uruguay – sus jóvenes y sus mujeres. Uruguay atraviesa una larga declinación de la economía, un déficit fiscal que crece, coronado por una elevada cuenta de intereses de la enorme deuda externa. Como ha ocurrido con la Concertación chilena, el correísmo ecuatoriano y el MAS de Bolivia, el FA ha sido derrotado debido a su política de capitulación al capital y hostil al mundo del trabajo.

La geografía ha ocupado un lugar de primer orden en el desarrollo histórico concreto e incluso en la guerra y en la política. Como un derivado de ella se podría decir algo similar de la metereología. En este caso habrá que arremangarse, porque cuando llueve en el litoral argentino, lo mismo pasa en Uruguay, y viceversa, claro, incluidas las sudestadas y tormentas.

Jorge Altamira

Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)

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