Hace algunos días el Ministro de Economía Astori expuso en un foro de empresarios (ACDE) y, a diferencia, de otras épocas en las que supo calmar los ánimos de la clase capitalista, fue fustigado por los representantes de las gremiales patronales. El tema de los temas, sigue siendo la devaluación del peso, el ajuste fiscal y la desindexación salarial.
Para los voceros empresariales, la necesidad de devaluar para mejorar la ‘competitividad’ tiene como contrapartida ineludible reducir el gasto social, pues la financiación del déficit fiscal de U$S 2.000 millones mediante la emisión de bonos del Banco Central a altas tasas de interés conduce al mentado atraso cambiario. Frente a las quejas, el gobierno señaló que el crecimiento del PIB y el valor de las exportaciones crecen. Un crecimiento que es, sin embargo, insignificante y basado en un ciclo especulativo. Lo muestra, especialmente, el retroceso de la inversión. El impasse de la política del gobierno se revela en su respuesta a los reclamos patronales. La modificación de la Ley de Inversiones que amplían los beneficios fiscales y exoneraciones ‘no mueve la aguja’ de la inversión, según diversos observadores. Ocurre que el esquema económico de Astori se encuentra agotado en la era de Trump.
Mientras el equipo económico oficial anunciaba medidas para reactivar la inversión extranjera, Trump decretaba un aumento de aranceles al acero y el aluminio importados por Estados Unidos. Un proteccionismo que es utilizado como arma de presión para la apertura de mercados del resto de los países a los bancos y compañías norteamericanas, en primer lugar por parte de China. Lo de Trump manifiesta una crisis más general, pues para hacer frente a una deuda pública y corporativa colosal y un déficit fiscal creciente ha lanzado un programa de reformas impositivas para repatriar fondos norteamericanos del exterior. Esto ya ha comenzado a ‘secar’ el financiamiento internacional y paralizado el mercado monetario. La tasa financiera de referencia internacional, el llamado Libor, ha subido como en las vísperas de la crisis de 2007/8. La tasa de bonos a 10 años de USA está llegando al 3 por ciento. Estas subas expresan la desconfianza en la continuidad de la refinanciación sin límites de deudas, que son de decenas de billones de dólares a corto plazo (Prensa Obrera, 02/03). En consecuencia, “la era del dólar fuerte ha llegado a su fin” (Financial Times, 22-02). En definitiva, la política económica del gobierno enfrenta la devaluación del dólar en EEUU, la reversión de las condiciones de financiamiento (aumento de las tasas de interés) y una agudización de la guerra comercial -bajo la forma de proteccionismo.
El cacareo de los representantes capitalistas frente a Astori es sintomático. Expresa un cuadro de imppasse y un recurso político -el Frente Amplio- agotado para el capital. Las medidas de fondo que reclaman las cámaras patronales -y lo que manifiesta el choque con el ‘campo’-, expresan la necesidad de un cambio de régimen político que reestructure las relaciones entre las clases, en otros términos, que vaya a fondo en el ajuste sobre quienes viven de su trabajo.
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