Las elecciones del día de hoy estuvieron signadas por el plebiscito constitucional sobre la cuestión jubilatoria. Las elecciones presidenciales eran “irrelevantes” para los banqueros y grandes capitalistas, que reconocían estar atemorizados ante un posible triunfo de esta iniciativa popular.
Los principales candidatos de la derecha y del Frente Amplio atacaron en forma sistemática la papeleta blanca, nacida en los sindicatos y la izquierda que lucha. La militancia de base impuso la convocatoria de esta consulta popular a través de la recolección de 430.000 firmas contra viento y marea.
Durante meses la población sufrió una andanada de mentiras y amenazas. Un triunfo del plebiscito traería mil calamidades, amenazaban los banqueros a través de las calificadoras de crédito: los mismos banqueros que lucran con el ahorro forzado del trabajador a través del negociado de las AFAP.
El candidato más votado en esta primera vuelta, el frenteamplista Yamandú Orsi, no sólo atacó el plebiscito sino además anunció como su futuro ministro de Economía a Gabriel Oddone, un hombre del capital financiero que había aconsejado al FA votar la reforma jubilatoria de Saldain y Lacalle. La oposición de los Orsi-Cosse-Mujica-Bergara a un plebiscito impulsado por los sindicatos, en torno a reivindicaciones elementales de los trabajadores, desmiente que puedan llamarse “progresistas” estos políticos sometidos a los banqueros y el Fondo Monetario, que demostraron estar en contra del mas elemental progreso social.
El resultado primario indica que el plebiscito fue apoyado por cerca de un millón de ciudadanos, en torno a un 40%, lo cual marca un enorme apoyo de los trabajadores. También indica que si los jefes políticos del Frente Amplio lo hubieran apoyado, otro hubiera sido el resultado.
La segunda vuelta ha quedado marcada por este hecho. No existe ninguna diferencia sustancial, en torno a los intereses de clase, entre Orsi y Delgado. Los banqueros y el FMI duermen sin frazada con estos eventuales presidentes.
El resultado de la primera vuelta ha dejado a Orsi como favorito de cara al balotaje. Muy probablemente vamos a una nueva experiencia de los trabajadores con un gobierno frenteamplista.
La clase obrera y los militantes de izquierda no tienen motivos para tener ilusiones en un cambio favorable a los trabajadores: todo lo contrario, vamos a un gobierno más derechizado y sometido al imperialismo.
Durante la experiencia anterior de 15 años, con mayorías parlamentarias y gobiernos similares en la región, el Frente Amplio no alteró en lo sustancial las condiciones de explotación de la clase obrera, mantuvo a las AFAP, las jubilaciones siguieron siendo miserables, se retaceó el presupuesto a la educación y la salud públicas, y se atacó el derecho de huelga (servicios esenciales, prohibición de ocupaciones de empresas públicas, represión en el CODICEN, decreto antipiquetes).
El actual candidato está aún más a la derecha que aquellas experiencias anteriores, ha demostrado su alineamiento con el Estado genocida de Israel, y en última instancia con el imperialismo, contra el pueblo palestino. Creer que votando a Yamandú Orsi los trabajadores podemos defendernos respecto a la derecha es un sinsentido. Los avances derechistas de la LUC y similares, fueron preparados por las leyes y decretos del falso progresismo. Sólo la acción independiente de la clase obrera puede enfrentar a la derecha, nunca el seguidismo a los candidatos burgueses -por más “progresistas” que se presenten.
Durante el gobierno derechista, la burocracia dirigente de los sindicatos mantuvo una enorme pasividad, incluso pactando ajustes salariales por debajo de la inflación en nombre de la pandemia y de priorizar el empleo -un argumento típico de la patronal. Se adelantaban así a la política proclamada por Gabriel Oddone, de desindexación salarial y desenganche de los convenios colectivos en caso de dificultades de las empresas. Frente a la LUC y frente a la reforma jubilatoria reaccionaria, hubo apenas algunas medidas de lucha parciales, no una lucha decidida. La campaña del plebiscito surgió desde ATSS y sectores combativos, y pudo aprobarse como consecuencia de una crisis de las direcciones sindicales y del propio FA. Una gran parte de esas direcciones sabotearon abiertamente la campaña por las firmas y por el voto del pueblo. Bajo un nuevo gobierno del FA, esta crisis de dirección del movimiento obrero se verá acentuada, dada la subordinación de la cúpula del PIT-CNT a la política de conciliación de clases.
Está planteada una lucha por la independencia política de los sindicatos y del PIT-CNT respecto al FA y su gobierno.
El plebiscito mostró la necesidad de un Frente de Trabajadores, en oposición a los frentes “policlasistas” o de colaboración de clases -que estrangulan la independencia de los trabajadores y los subordinan a los intereses de la clase capitalista.
Ante este balotaje entre dos variantes defensoras del gran capital y el sometimiento nacional al imperialismo, el Partido de los Trabajadores llama a votar en blanco o anulado, en defensa de la independencia política del movimiento obrero, y por la preparación de las luchas futuras.
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