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Un líder obrero y un militante revolucionario Gustavo Páez

Rafael Fernández

La muerte del compañero Gustavo Páez, en un accidente en la ruta 1, conmocionó no sólo a la militancia del Partido de los Trabajadores, sino a todo el activismo sindical y de izquierda. Prueba de ello fueron las múltiples expresiones de dolor realizadas por diversos compañeros y organizaciones. También lo fue el homenaje que se le realizó en el local partidario la mañana del 16 de mayo, previo a su entierro. Homenaje en el cual participó el propio compañero Jorge Altamira en representación del Partido Obrero de Argentina.

Gustavo se integró a la militancia en el PT hace casi tres décadas. Era un joven estudiante del liceo Dámaso, donde existía una gran ebullición en esos años a la salida de la dictadura militar. En aquella época se destacó su militancia estudiantil, sobre todo en la Facultad de Arquitectura. También trabajaba, y militaba en el sindicato del comercio (sector mayorista). El compañero Gonzalo Peinado (“Gonzalón”), en aquella época militante de la Facultad de Arquitectura, recordó aquellos años de la siguiente manera: “Entró al Circulo Arquitectura del Partido de los Trabajadores a poco del retorno de la democracia, para compartir sus primeras dudas de trabajador en el depósito mayorista del barrio de los judíos, con aquellos intelectuales que discutía un Nuevo Plan de Estudios para la Facultad de Arquitectura. A los pocos meses ya les daba vuelta a los militantes frenteamplistas, una asamblea en el Salón de Actos con los estudiantes de primer año sobre los parciales de Matemática. Una materia sin importancia en la carrera, que las autoridades democráticas habían convertido en un filtro para impedir el acceso de las nuevas generaciones a los Talleres de Arquitectura. El gran Gonzalón que jugó de punta en todas las asambleas del Centro de Estudiantes y perdió en la cancha, la miró de afuera conformándose como director técnico. Es que había hecho sus primeras armas en el Liceo Dámaso contra la Intervención, donde aplicó lo que sabía del juego de ajedrez para ganar las partidas sin patear el tablero como hice yo tantas veces. Enseguida entendía cualquier problema que le planteaban porque era poseedor de la dialéctica viva en sus respuestas; con esa querida risa que espero no olvidar, seguida de alguna frase inteligente sobre la pregunta, que obligaba al que preguntó a reírse de sí mismo; con esa trompa estirada en expresión concentrada, para poner las cosas en su sitio con claridad y lentitud para ser bien entendido.”

En el SUNCA

Pero pronto dejó la Facultad y comenzó a trabajar en la construcción, de obrero albañil.Su militancia en el sindicato siempre fue muy destacada. Integraba la dirección del SUNCA en representación de la agrupación Lucha Obrera, donde el Partido Comunista tenía en esa época una mayoría absoluta. La crisis del PCU fraccionaría a esa dirección en dos agrupaciones que se disputaban la conducción, pero que en mantenían entre ambas un férreo control burocrático. Ya era, a pesar de su juventud, el principal referente de esa agrupación en la cual militaron compañeros como Carlos Osorio, Washington Rodríguez, el Gaucho Mario, Antonio Buday, Rogelio Rodríguez (Cacho), y tantos otros. Una vez, estando en absoluta minoría en esa dirección y durante una fuerte discusión, le llegó a tirar un mate por la cabeza a uno de los principales dirigentes del SUNCA. Todo el mundo se levantó y casi se arma una batalla campal: los militantes de Lucha Obrera eran 3 ó 4, y el resto eran más de 20. Finalmente, la reunión continuó en un ambiente tenso pero no se llegó a los golpes. Una anécdota que retrata a los militantes del PT, en cuanto a no “arrugar” frente a la burocracia sindical, que mostraba que Gustavo ya era una figura dentro de ese sindicato pese a ser el más joven de esa dirección.

Luego vino la gran huelga de la construcción de 1993, una huelga que duró 83 días y fue sostenida en un invierno durísimo gracias a la organización de “fogones” (campamentos) que nucleaban a los huelguistas en los distintos barrios. Desde los fogones se organizaban piquetes para asegurar el cumplimiento de la huelga. Gustavo estaba a la cabeza de esos piquetes y de todo tipo de acciones para garantizar la huelga. Un compañero de aquella época nos recordaba que el día previo a la asamblea donde se levantaría esa histórica lucha Gustavo quería salir a realizar alguna de aquellas acciones, dado que aún quedaban “miguelitos” en el fogón de La Cruz de Carrasco. Los compañeros tuvieron que persuadirlo de no salir en aquella oportunidad. El plenario de los “fogoneros” se constituyó en Comité de Huelga –junto con la dirección, pero pronto comenzó a superarla. Ese Comité de los fogoneros fue el que garantizó realmente la lucha, mientras que la burocracia sindical intentaba contenerla y arreglar con la patronal. Gustavo era su principal figura. La burocracia lo sabía y por ello lo chantajeó para que fuera a Maldonado (donde esa dirección estaba trabajando hace rato para levantar la huelga) a revertir el carneraje que se extendía cada vez más. Una vez el compañero Aparicio Guzmán (dirigente gráfico y en esa época integrante del C.C. del PCU) me confesó su repugnancia cuando escuchó a los dirigentes de ese partido discutiendo que había que enviar a Gustavo a Maldonado para sacarlo de Montevideo. Como buen militante, fue a intentar revertir el levantamiento de la huelga en aquel departamento, pero era imposible en unos días dar vuelta lo que la dirección había permitido en semanas: el desflecamiento de esa huelga. La burocracia intentó levantar la huelga a los 75 días en una asamblea en el Sudamérica. Gustavo fue el exponente de la moción “minoritaria” para seguir la lucha. A último momento sólo un dirigente se atrevió a mantener la moción de levantar la lucha aceptando un convenio de rebaja salarial; el resto de la dirección mocionaba que la propuesta era “insuficiente” y pretendía seguir negociando (en realidad, seguir desgastando la huelga para volver con la misma propuesta una semana después). El dirigente que mantuvo la posición de levantar fue abucheado. Cuando la burocracia leyó su moción, hubo un silencio total. Cuando Gustavo leyó la moción de continuar la lucha, rechazando la propuesta patronal porque “no contempla las reivindicaciones mínimas de los trabajadores e incluye la reglamentación sindical”, la asamblea explotó en aplausos y gritos de “SUNCA, SUNCA, SUNCA”. Se votó en forma aplastante la propuesta de Lucha Obrera y los fogoneros. Gustavo se mostraba allí como un auténtico líder obrero: tenía 26 años y cara de niño, pero se había ganado el respeto de miles de obreros, que habían percibido la maniobra de declarar “insuficiente” un convenio de miseria y regimentación sindical. Una semana después, la burocracia convocaba otra asamblea –esta vez en el Cilindro Municipal– a la cual trajeron cientos de personas desde Maldonado y otros departamentos –que ya no estaban cumpliendo con la huelga y venían a levantar la lucha. En esta asamblea, todas las agrupaciones con excepción de Lucha Obrera plantearon levantar.

Una foto de Gustavo Páez, probablemente de 1989 ó 1990, junto a compañeros del PT y de Lucha Obrera. En la foto: Seba Bollini, Alvaro Soto, Washington Rodríguez, Gustavo, Marcelo Tato y Carlos Osorio

Gustavo fue el que leyó el informe y la posición de la minoría. La huelga se levantó con un 40% de los asambleístas –los “fogoneros”– votando en contra. La burocracia sindical salió apurada, entre obreros que la insultaban y pateaban, casi corriendo. Un dirigente llegó a disparar algunos tiros al aire para intimidar, pero los fogoneros los seguían insultando. Los dirigentes, con los carneros que habían traído para terminar la lucha, se subieron corriendo a los ómnibus y se fueron.

Tras la huelga, Lucha Obrera había ganado un enorme prestigio. Expresión de ello fue que en la siguiente elección sindical fue la primera fuerza en Montevideo (donde conquistó el 50% de los votos) y la segunda fuerza a nivel nacional. La lista del PCU era la tercera, y había sufrido una paliza sobre todo en la capital, es decir, en el centro de la huelga. Pero vino un trabajo sistemático, de la patronal con la colaboración de la burocracia, para echar a los delegados combativos. Las “listas negras” funcionaban a la perfección: aquellos que habían estado a la cabeza de los “fogones” no conseguían trabajo en las grandes obras, y algunos – como Gustavo– prácticamente en ninguna. A esto se sumó luego una caída de la industria: el desempleo colaboró con la represión patronal. Lucha Obrera fue desalojada prácticamente de la conducción por esta ofensiva y la burocracia fue ganando cada vez más control del sindicato.

UTD

 Con el crecimiento del desempleo, Gustavo se concentró en organizar a los desocupados. Junto a muchos otros compañeros que ayudaron a construirla, fue el principal referente de la Unión de Trabajadores Desocupados. En su momento de mayor apogeo, en el año 2003, la UTD organizaba cerca de 40 Ollas Populares en varios departamentos, y realizaba importantes movilizaciones para arrancar el alimento al Estado. La UTD realizó movilizaciones junto a FUCVAM y otras organizaciones, en el período del gobierno de Batlle.

En el Primero de Mayo de 2003 llevaban una gran pancarta que decía: “Pan y trabajo, o sino que se vayan”. En aquellos días, Tabaré Vázquez había marcado la política para todo el Frente Amplio. Frente a los que planteaban tímidamente la posibilidad de echar al presidente “divertido”, Vázquez declaró que había que ayudar a Batlle a llegar a 2005. Y así lo hizo.

Un pegotín de 1994: Gustavo Páez junto a Ruben Sassano. Ya en aquel entonces el PT planteaba construir un Frente de Izquierda y de Trabajadores

La militancia de Gustavo en la UTD también fue destacada bajo el gobierno del Frente Amplio. Hay que recordar cuando se convocó a una concentración frente al MIDES, donde Marina Arismendi se negaba a recibir a las Ollas Populares con el argumento de que “no había sillas suficientes” en el local de ese ministerio. Gustavo realizó un acto enarbolando una silla: “Nosotros traemos las sillas”. La UTD logró mantener muchas ollas abiertas pese a la pretensión del gobierno frenteamplista de cerrarlas todas. Aún hoy continuaba organizando movilizaciones y cortes de ruta defendiendo el alimento para las ollas populares que se mantenían.

Gustavo también ayudó a la organización de la UCRUS (recolectores y recicladores de residuos), a la cual se acercaron muchos militantes de la UTD para sobrevivir. Las principales movilizaciones de carritos de recolección se realizaron en esa época, gracias a la colaboración de la UTD con la UCRUS.

Constructor del partido

 Siendo un líder natural profundamente ligado al movimiento obrero, pronto ocupó un lugar destacado en la dirección del Partido de los Trabajadores. Tuvo dos grandes momentos de crisis, el primero unos años antes de la huelga. El PT pasaba por un momento difícil, se había abierto un reflujo en el movimiento obrero y había sufrido una escisión pocos años antes.

Gustavo y algunos otros compañeros reclamaban más firmeza en la militancia, y se retiraron –sin abandonar la actividad sindical, ni renegar de sus ideas. Incluso enviaron cartas a “Prensa Obrera” (que fueron publicadas), lo cual mostraba que pese a esa crisis seguían compartiendo un terreno común. Poco después la crisis se cerró, y en la huelga se produjo un fortalecimiento de los lazos dentro del partido.

La segunda crisis fue unos años después, donde también como consecuencia de las dificultades del partido se produjo por unas semanas una escisión, encabezada por Gustavo. Se logró superar este momento con medidas excepcionales: se convocó un congreso donde algunos integrantes de aquella dirección dimos un paso al costado para evitar la escisión. Gustavo quedaba como principal dirigente del PT, como responsable de la salida del periódico (su retraso fue el principal factor de crisis), y a los pocos meses la división había sido superada. El siguiente congreso mostró que se habían estrechado las relaciones personales y políticas, y no quedaban casi huellas de esa ruptura que hubiera sido un durísimo golpe para la construcción de un partido revolucionario en Uruguay. A partir de allí, Gustavo siempre recordaba esa crisis y hacía una autocrítica, afirmando que había que dar la pelea por las posiciones y planteos que se tuvieran, pero siempre evitando la posibilidad de llegar a una ruptura, cuando las diferencias no adquirían un carácter estratégico. Se convirtió en el principal defensor de la unidad del partido y en un puntal de su dirección. El líder obrero era también un militante político, revolucionario, y en esa tarea que para él era la principal, no se daba tregua.

Militaba con una constancia y una entrega total. Fue un ejemplo para muchos compañeros jóvenes, que admiraron su tenacidad, que respetaban su opinión, que escuchaban sus críticas con gran atención. No era un dirigente que estuviera dando instrucciones desde lejos, estaba siempre a la cabeza de las actividades, organizándolas y garantizando en la práctica todas las tareas que asumía.

Un plenario de militantes y simpatizantes del PT, en medio de la campaña por el voto para la lista 1917 en las “internas”, votó nombrar nuestra sede central “Casa de los Trabajadores Compañero Gustavo Páez”. El mejor homenaje, sin embargo, es continuar su lucha y seguir su ejemplo de militancia.

Gustavo Páez está presente. Ahora y siempre.

Partido de los Trabajadores

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