La película “Going on style” (“Un golpe con estilo”, en Netflix latinoamericano) es una comedia norteamericana que cuenta con un gran elenco. Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin dan vida a tres retirados de una empresa que ven perder sus fondos de pensión como consecuencia de la codicia de las corporaciones. Los obreros que fueron explotados durante toda su vida, dependen de un ingreso jubilatorio de fondos que manejan los propios empresarios, y que están sometidos a las malas inversiones, los vaciamientos o directamente las liquidaciones de parte de los capitalistas.
Sin hacer spoiler, se puede mencionar que la trama arranca con la situación sin salida de estos tres ancianos que no pueden hacer frente a sus casas hipotecadas, a su atención sanitaria, ni al pago de las facturas. El personaje de Michael Cane está a punto de perder su casa. Cuando van a desayunar a un restaurant, se dan cuenta que deben ahorrar y ya no pueden consumir siquiera un pastel para acompañar sus cafés.
La empresa en la que trabajaban fue fusionada con otra corporación, la cual va a desmantelar sus operaciones en Estados Unidos para ir a Vietnam u otro país donde la mano de obra es más barata. Los obreros quedarán sin trabajo y los pensionistas sin sus jubilaciones.
La película -que es una remake de otra con el mismo título de 1979- luego deriva hacia el robo a un banco por parte del trío de veteranos que no están en estado físico para protagonizar un asalto en escasos dos minutos. Se trata de un robo que implica una venganza y también hacer justicia a lo Robin Hood (se trata del banco en el que los tres tienen sus cuentas, y que está por quedarse con la casa de uno de ellos). No es un tipo de película pensada para arrancar muchas carcajadas (aunque hay algunos momentos muy graciosos) pero está excelentemente actuada por tres grandes actores. La química entre ellos realmente hace creíble que sean viejos amigos, que se conocen hace más de 30 años. Vale la pena verla.
El trasfondo es la gran crisis social norteamericana. Obreros que quedan sin empleo por la codicia de las grandes corporaciones que se van del país a explotar a otros obreros por sueldos aún más bajos; personas mayores que trabajaron toda su vida para esas empresas y que cuando debieran tener el derecho a descansar quedan privados de su sustento y hasta sus techos; y en general el tema de la incertidumbre en que está la ancianidad en esta sociedad capitalista. Sobre todo en la meca del capital, donde el derecho a la salud está vinculado a pagar seguros prohibitivos para muchos, y que tanto pagas tanto puedes curarte. Una radiografía de un régimen social caduco y crecientemente descompuesto. En la era de los más acelerados cambios tecnológicos y capacidad de producción en masa, la humanidad está cada vez más a merced de fuerzas que no controla. Pero ahora no la fuerza de la naturaleza: no son inundaciones ni sequías, ni terremotos o la langosta, lo que ahora mantiene a la población en la inseguridad y la sosobra es el propio capital. Es decir, aquellas fuerzas productivas que los propios trabajadores han contribuido a generar con su esfuerzo, se vuelven contra ellos como una fuerza autónoma y hostil, que amenaza su existencia y los convierte en parias en cuestión de segundos.
El tema de la jubilación privada es apenas rozado por la película, porque no es el tema sino el pretexto para la acción y la comedia. De todas formas, justamente el hecho de que no deba explayarse en esta situación sino que la de como algo “normal” o “frecuente”, que no debe ser explicado, es lo que precisamente revela que se trata de toda una problemática para los trabajadores de ayer y de hoy.
Cuando en Uruguay y en todo el mundo, la burguesía quiere avanzar a nuevas reformas de la seguridad social apuntando a que los trabajadores se retiren más viejos, o que reciban menos jubilación, o hacer aún más amplio el régimen de capitalización privada (y obligatorio para todos), hay que ver cómo funcionan los sistemas previsionales en la metrópolis imperialista por definición, los Estados Unidos.