Con el reciente y rápido colapso del bolsón de Severodonetsk-Lisichansk, se cierra otro capítulo de la guerra en Ucrania. Zelensky había declarado que la batalla por retener Severodonetsk tenía un carácter ´trascendental´ para el destino del combate por el Donbass (BBC 8/6). Como habíamos escrito hace unas semanas, la zona comprendida en el triángulo entre Popasna, Severodonetsk-Lisichansk y Sloviansk-Kramatorsk se convirtió en el centro de los combates entre rusos y ucranianos. De esos tres conglomerados urbanos, Ucrania sólo mantiene el último, ubicado en el Oblast de Járkov. Es esperable que en lo inmediato los futuros combates se concentren en la toma de ese conglomerado y de la ciudad de Bajmut, ubicada al oeste de Popasna. Con la toma de Lisichansk, la totalidad del territorio reclamado como soberano por la república separatista de Lugansk pasó a manos rusas, restando ´liberar´ la mitad del territorio de Donetsk.
Desde el punto de vista estratégico, se están expresando tendencias negativas para los ucranianos. Según una estimación del ejército austríaco [1], al comienzo de la Batalla del Donbass, ucranianos y rusos tenían respectivamente unas 81 contra 93 formaciones operativas del tamaño de batallones (no todas en el Donbass o en el resto del territorio ucraniano). Al momento de la caída de Lisichansk, pasaron a 60 batallones ucranianos contra 108 rusos. Esto quiere decir que pasando en limpio bajas contra reemplazos, en el balance neto Ucrania está sufriendo un desgaste mucho mayor que Rusia. Hace varias semanas, un general ucraniano por primera vez confirmó en público que han sufrido también enormes pérdidas en material militar, en promedio (y contando los envíos de armas de la OTAN) las formaciones ucranianas perdieron la mitad de sus armas pesadas (National Defence, 15/6). La situación se revela más desesperada aún si se tiene en cuenta que Ucrania ha estado realizando una movilización total desde los primeros días de la guerra, mientras que los rusos están haciendo una movilización mucho más limitada y de bajo perfil (y nunca tuvieron una superioridad numérica). Mientras que los rusos logran hacer rotaciones de sus unidades [2], una de las principales quejas que aparecen en los numerosos videos de protesta de las tropas ucranianas amotinadas es precisamente la falta de rotaciones.
En cuanto al ejército ucraniano profesional que existía antes de la invasión rusa, prácticamente ha dejado de existir. A modo de ejemplo, un comandante de fuerzas especiales declara que el 80 porciento de su unidad ha sido herida o muerta en combate y los reemplazos son conscriptos con mucho menor entrenamiento (Sky News, 25/6). Por su parte, los conscriptos movilizados en masa pueden tener un entrenamiento de unas pocas semanas (Sky News, 9/7). De esto se desprende que una parte muy importante de los 700.000 a un millón de soldados movilizados por Ucrania (estos son los números declarados por el gobierno ucraniano) son lanzados a las líneas del frente ni bien logran un entrenamiento mínimo para tapar los baches que las bajas y deserciones van produciendo, lo cual pone en duda la capacidad de Ucrania de poder acumular suficientes nuevas unidades para la tan anunciada ´gran contraofensiva´ (BBC, 11/7). En el mismo sentido, hace unas semanas la Rada aprobó una ley para enviar las Brigadas de Defensa Territorial fuera de sus áreas regionales como si fueran unidades del ejército regular [3] (TASS 12/7).
El principal argumento que los países de la OTAN han esgrimido para justificar el traspaso en masa de armamento a Ucrania era que permitiéndole continuar el combate, eventualmente iba a forzar a los rusos a llegar a un punto muerto a partir del cual poder negociar en mejores condiciones. La práctica está demostrando que al alargar la guerra, la posición de ucraniana ha empeorado significativamente. Esto ha provocado que, entre las filas de la OTAN, lentamente vayan resurgiendo los desacuerdos y las grietas que el triunfalismo y la fanfarronería de los primeros meses de la guerra estaba disimulando. Una Ucrania que marcha hacia la derrota ´en cámara lenta´ puede convertirse no sólo en una suerte de agujero negro que se va ´chupando´ los arsenales de la OTAN, también implica una extención indefinida de la guerra económica, cuyos efectos colaterales se están haciendo sentir también en los países que han sancionado a los rusos. Con respecto a lo primero, un estudio publicado por RUSI [4] titulado “El retorno de la guerra industrial” [5] revela que mientras los rusos tienen la capacidad industrial para sostener los actuales niveles de uso de munición y armamento, ningún país de la OTAN puede sostener el ritmo de desgaste que se está viendo en Ucrania. A modo de ejemplo, en sólo 4 días Ucrania usa (o mejor dicho, ´pierde´) la totalidad de la capacidad de producción anual de los misiles Javelin, a cargo de la Lockheed Martin. Estados Unidos ha transferido a Ucrania más de un tercio de la totalidad de su propio arsenal de esos misiles y le tomará años reponerlo, incluso si la Lockheed aumenta su capacidad de producción, para lo cual ya debe estar contando con un jugoso apoyo del presupuesto público. Esta situación se replica en la producción de todo tipo de armas y está exacerbada por los procesos de desindustrialización de algunas de las principales economías europeas. De acuerdo al mismo estudio, Gran Bretaña agotaría sus reservas de municiones críticas en sólo 8 días de combate contra los rusos. Con varios países, como Eslovaquia, que han donado la totalidad de sus flotas de aviones de combate (Bulgaria Military, 9/7), el problema del rearme de la OTAN después de la guerra adquiere una escala mucho mayor.
Un segundo problema es que la guerra económica que EEUU y sus auxiliares emprendieron contra Rusia no está yendo de acuerdo al plan. No sólo esta guerra ha catalizado las propias situaciones de crisis al interior de los países occidentales sino que ha fracasado en lograr un impacto negativo en la producción militar rusa para el esfuerzo de guerra. En la prensa británica incluso se habla de que “Rusia está ganando la guerra económica” (The Guardian, 2/6). La exacerbación de la penuria económica en los países occidentales ya está teniendo impactos políticos: Biden tiene una imagen positiva por el suelo, el italiano Draghi se acaba de sumar al inglés Johnson en la lista de primeros ministros que muerden el polvo, Macrón ganó unas elecciones presidenciales ´a lo Pirro´ (y luego perdió las legislativas), y todo parece indicar que esta tendencia continuará.
No es sorpresa entonces que se vuelvan a escuchar voces como la de Henry Kissinger llamando a llegar lo más rápido posible a un acuerdo con los rusos y que los ucranianos cedan ante sus demandas; después de todo, las condiciones sólo empeorarán para ellos con el paso del tiempo (New York Times, 26/5). Esto no contradice los objetivos estratégicos primarios que los estadounidenses persiguen en Ucrania, que no son la victoria ucraniana o ni siquiera garantizar su continuidad, sino un debilitamiento duradero de Rusia. No obstante, como todos los indicadores militares empeoran para Ucrania, la Casa Blanca sólo puede ordenarle seguir adelante ´hasta el último ucraniano´.
Notas
[1] https://youtu.be/dEbLuAPobao?t=434
[2] Esto es, después de cierto tiempo, retirar a las unidades que han estado en combate a la retaguardia o a territorio ruso para descansar y recomponerse, lo cual requiere que haya otras unidad frescas para reemplazarla en el frente.
[3] Estas brigadas son una suerte de milicia cuyo atractivo era precisamente la garantía de que no iban a ser desplegadas por fuera de sus regiones asignadas.
[4] El think tank británico más antiguo.
[5] https://www.rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/return-industrial-warfare
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